Benedicto XVI evoca a su predecesor, «portavoz de los valores de la humanidad», en
una entrevista concedida a la televisión de Polonia, donde espera viajar en junio
de 2006
Lunes, 17 oct (RV).- Juan Pablo II «hombre de Dios» y «portavoz de los valores de
la humanidad». Benedicto XVI evocó ayer a su predecesor en una entrevista concedida
a la televisión de Polonia, donde espera viajar en junio de 2006.
Ayer, 16
de octubre, en la fecha que conmemora la elección en 1978 de Karol Wojtyla como Sucesor
de Pedro, se celebraba en Polonia la «Jornada del Papa». Con tal motivo, la televisión
estatal polaca transmitió la primera entrevista televisada de Benedicto XVI, realizada
el pasado 20 de septiembre en Castel Gandolfo y en la que el Papa Ratzinger evocó
con conmoción algunos momentos significativos y los lazos de fraterna amistad que
le unieron al Pontífice fallecido, con el que colaboró durante 23 años.
El
P. Andrei Majewski, jesuita polaco, autor de la entrevista que fue en italiano, introdujo
a Benedicto XVI recordando que Juan Pablo II, en su libro ‘Alzaos y Vamos’, agradecía
a Dios por la presencia y ayuda del cardenal Ratzinger, al que calificaba de ‘amigo
seguro’. Sentimiento de amistad que nació cuando ambos se conocieron en el marco de
los cónclaves de 1978. «Sobre todo viéndolo rezar comprendí que era un hombre de
Dios», destacó Benedicto XVI recordando a Juan Pablo II y haciendo hincapié luego
en la ‘cordialidad’ y en la ‘estatura de pensador’, que caracterizaba al cardenal
Wojtyla. «Sin grandes palabras, había nacido una amistad que provenía del corazón».
Preguntado
sobre los puntos que más destacaría del Pontificado del Siervo de Dios Juan Pablo
II, Benedicto XVI enfocó su respuesta desde dos perspectivas, la del mundo y la de
la Iglesia. En el mundo, supo crear «una nueva sensibilidad hacia los valores morales
y la importancia de la religión»... Haciendo crecer «de forma impensable la importancia
del Obispo de Roma», como portavoz de la cristiandad - a pesar de las diferencias
y de que no todos reconozcan al Sucesor de Pedro – pero también para los no cristianos
y las otras religiones. Fue «el portavoz de los grandes valores de la humanidad».
Logró crear un «clima de diálogo entre las grandes religiones y un sentido
de la responsabilidad común que todos tenemos hacia el mundo y la humanidad», además
de clamar «que las violencias y las religiones son incompatibles y que juntos debemos
buscar la senda para la paz». Sin olvidar «cuán esencial fue su contribución en los
grandes cambios en el mundo en 1989 y la caída del denominado socialismo real».
En
lo que respecta a la Iglesia, Benedicto XVI recordó que Juan Pablo II «supo entusiasmar
a la juventud por Cristo, por su Iglesia y por valores difíciles... Haciendo surgir
algo nuevo, si pensamos en la juventud de los años 68 y setenta...». Fue algo que
podía lograr «sólo una personalidad con su carisma». Profundizando en la grandeza
de la Misericordia Divina y en el amor a la Virgen María, Juan Pablo II nos guió también
a una fe interiorizada y más eficiente.
Con intensa emoción, Benedicto XVI
recordó también los últimos encuentros que mantuvo con su predecesor. En particular,
las últimas dos veces que vio a Juan Pablo II. A comienzos de febrero, en el hospital
‘Gemelli’ de Roma y el día antes de su muerte en su habitación en el apartamento pontificio.
«Fue muy conmovedor ver, por una parte, cómo su sufrimiento estaba unido al Señor
sufriente, cómo llevaba su sufrimiento con el Señor y por el Señor; y, por otra parte,
ver cómo resplandecía su serenidad interior y su completa lucidez».
Refiriéndose
a la rica herencia que ha dejado Juan Pablo II también en lo que respecta a la cantidad
de documentos pontificios - 14 encíclicas, tantas Cartas Pastorales y tantos otros
documentos - «un patrimonio riquísimo que todavía no ha sido suficientemente asimilado
en la Iglesia», el Papa Ratzinger ha afirmado que considera una misión esencial y
personal suya el no producir tantos documentos nuevos, sino que se propone lograr
que los documentos de su predecesor sean asimilados. Pues además de ser «un tesoro
riquísimo, son la auténtica interpretación del Vaticano II». Juan Pablo II, «el hombre
del Concilio», «nos ayuda a ser verdaderamente Iglesia de nuestro tiempo y del tiempo
venidero».
Respondiendo a la pregunta sobre la cercanía que percibe de Juan
Pablo II a su lado, Benedicto XVI explicó que a través de sus textos le oye, le ve
hablar y puede estar en diálogo continuo con él... pero es una cercanía también con
la persona del Papa fallecido. «Un hombre que va con el Señor no se aleja», sino que
«se acerca todavía más...». Finalmente, en la última pregunta sobre su posible viaje
a Polonia, Benedicto XVI confirmó su intención de ir a tierra polaca, aunque «naturalmente
todo está por organizar con las instancias competentes». La fecha, que podría ser
- «si Dios quiere» en el mes de junio.
Transcripción completa de
la entrevista
Gracias de todo corazón, Padre Santo, por habernos
concedido esta breve entrevista, con ocasión de la Jornada del Papa que se celebra
en Polonia.
El 16 de octubre de 1978, el Card. Karol Wojtyla se convirtió
en Papa y desde aquel día en Juan Pablo II, durante más de 26 años, como Sucesor de
San Pedro, y como Usted ha dicho, ha guiado a la Iglesia junto con los obispos y los
cardenales. Entre los cardenales estaba también Vuestra Santidad, persona singularmente
apreciada y estimada por su predecesor; persona de la que el pontífice Juan Pablo
II escribió en el libro «Alzaos y vamos» - y aquí cito - «Doy gracias a Dios por la
presencia y la ayuda del cardenal Ratzinger. Es un amigo seguro», ha escrito Juan
Pablo II.
Santo Padre ¿cómo comenzó esta amistad y cuándo conoció Su Santidad
al cardenal Karol Wojtyla?
R: Personalmente le conocí sólo en los dos pre-cónclaves
y cónclaves de 1978. Naturalmente había oído hablar del cardenal Wojtyla, al principio
sobre todo en el contexto de la correspondencia entre los obispos polacos y alemanes
en el ‘65. Los cardenales alemanes me han informado del enorme mérito y la contribución
del arzobispo de Cracovia, que era el alma de esta correspondencia realmente histórica.
Había oído también hablar a mis amigos universitarios sobre su filosofía y su gran
figura como pensador. Pero, como he dicho, el primer encuentro personal tuvo lugar
en el cónclave del 78. Desde el comienzo he sentido una gran simpatía por él y, gracias
a Dios, el cardenal de aquel tiempo me otorgó desde el principio su amistad, inmerecida
por mi parte. Estoy agradecido por la confianza que me dio, sin mérito mío alguno.
Sobre todo, viéndole rezar, comprendí, no sólo vi, que era un hombre de Dios. Esta
era la impresión fundamental: un hombre que vive con Dios, más aún en Dios. Además
me ha impresionado la cordialidad, sin prejuicios, con la que se ha encontrado conmigo.
En estos encuentros del pre-cónclave de los cardenales tomó la palabra en diversas
ocasiones y ahí tuve también la posibilidad de percibir su estatura de pensador. Sin
grandes palabras así surgió una amistad, desde el corazón y, nada más producirse su
elección, el Papa me llamó en diversas ocasiones a Roma para charlar y al final me
nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
P: ¿Por lo tanto
no fue una sorpresa el nombramiento, ni su convocación a Roma?
R: Para mí era
un poco difícil, porque desde el comienzo de mi episcopado en Munich, con la solemne
consagración como obispo en la catedral de Munich, era para mí una obligación, casi
un matrimonio con esta diócesis y habían subrayado que desde hacía varios decenios
yo era el primer obispo originario de la diócesis. Me sentía, por tanto, muy obligado
y ligado con esta diócesis. Además existían problemas difíciles que todavía no habían
sido resueltos y no quería dejar a la diócesis con ellos. De todo esto hablé con el
Santo Padre con gran apertura, y con esa confianza que tenía el Santo Padre, que era
muy paterno conmigo. Me dio tiempo para reflexionar y él mismo también lo quería pensar.
Al final me convenció, porque esa era la voluntad de Dios. Así pude aceptar esa llamada
y esa gran responsabilidad, nada fácil, que de por sí superaba mis capacidades. Pero
con la confianza en la paterna benevolencia del Papa y con la guía del Espíritu Santo,
pude decir que sí.
P: Esta experiencia duró más de 20 años...
R: Sí,
llegué en febrero de 1982 y ha durado hasta la muerte del Papa en el 2005.
P:
¿Cuáles son, según usted, Santo Padre, los puntos más significativos del Pontificado
de Juan Pablo II?
R: Yo diría que podemos tener dos puntos de vista: uno
ad extra – al mundo – y uno ad intra – a la Iglesia -. Respecto del mundo, me parece
que el Santo Padre, con sus discursos, su persona, su presencia, su capacidad de convencer,
ha creado una nueva sensibilidad hacia los valores morales, a la importancia de la
religión en el mundo. Esto ha hecho que se crease una nueva apertura, una nueva sensibilidad
para los problemas de la religión, para la necesidad de la dimensión religiosa del
hombre y, sobre todo, ha crecido – de forma inimaginable – la importancia del obispo
de Roma. Todos los cristianos han reconocido – no obstante las diferencias y no obstante
su no reconocimiento del sucesor de Pedro – que él es el portavoz de la cristiandad.
Nadie más que él, a nivel mundial, puede hablar así en nombre de la cristiandad y
dar voz y fuerza, en la actualidad del mundo, a la realidad cristiana. Pero también
para los no cristianos y para las otras religiones, él fue el portavoz de los grandes
valores de la humanidad. También hay que mencionar que consiguió crear un clima de
diálogo entre las grandes religiones y un sentido de responsabilidad común que todos
tenemos para con el mundo, pero que también las violencias y las religiones son incompatibles
y que juntos hemos de buscar el camino para la paz, en una responsabilidad común hacia
la humanidad. Traslademos la atención ahora hacia la situación de la Iglesia. Debo
decir, ante todo, que supo entusiasmar a la juventud con Cristo. Esto es nuevo si
pensamos en la juventud del ‘68 y de los años setenta. Que la juventud se haya entusiasmado
por Cristo y por la Iglesia y también por valores difíciles sólo podía conseguirlo
una personalidad con aquel carisma; sólo él podía movilizar a la juventud del mundo
por la causa de Dios y por el amor de Cristo, de la manera como él lo hizo. En la
Iglesia ha creado – pienso- un nuevo amor por la Eucaristía. Estamos todavía en el
Año de la Eucaristía, querido por él, con tanto amor; ha dado un nuevo sentido a la
grandeza de la Misericordia Divina; y también ha profundizado mucho en el amor a la
Virgen y nos ha guiado así hacia una interiorización de la fe y, al mismo tiempo,
a una mayor eficacia. Es necesario mencionar naturalmente, como todos sabemos, lo
esencial que ha sido también su contribución a los grandes cambios del mundo en el
año ‘89, por la caída del así llamado socialismo real.
P: ¿A lo largo de sus
encuentros personales y de los coloquios con Juan Pablo II, cual fue lo que más impactó
a Vuestra Santidad? ¿Podría contarnos sus últimos encuentros, tal vez de este año,
con Juan Pablo II?
R: Sí. Los últimos dos encuentros los tuve, el primero,
en el Policlínico Gemelli, en torno al 5-6 de febrero; y el segundo, el día anterior
a su muerte, en su habitación. En el primer encuentro el Papa sufría visiblemente,
pero estaba totalmente lúcido y muy presente. Yo había ido sólo para un encuentro
de trabajo, porque necesitaba alguna decisión suya. El Santo Padre, aunque sufriendo,
seguía con gran atención cuanto le decía. Me comunicó en pocas palabras sus decisiones,
me dio su bendición, me saludó en alemán, concediéndome toda su confianza y amistad.
Para mi fue muy conmovedor ver, por una parte, cómo su sufrimiento estaba unido al
Señor sufriente, cómo llevaba su sufrimiento con el Señor y por el Señor; y, por otra
parte, ver cómo resplandecía su serenidad interior y su completa lucidez. El segundo
encuentro fue el día antes de que muriera: estaba, obviamente, más dolorido, se notaba,
rodeado de médicos y amigos. Estaba todavía muy lucido y me dio su bendición. Ya no
podía hablar mucho. Para mi, esta paciencia suya en el sufrir, ha sido una gran enseñanza,
sobre todo el llegar a ver y sentir cómo estaba en las manos de Dios y cómo se abandonaba
a su voluntad. A pesar de los dolores visibles, estaba sereno, porque estaba en las
manos del Amor Divino.
P: Usted, Santo Padre, en sus discursos evoca a menudo
la figura de Juan Pablo II, y de Juan Pablo II dice que era un gran Papa, un llorado
y venerado predecesor. Siempre recordamos las palabras de Su Santidad, pronunciadas
en la Misa del 20 de abril pasado, palabras dedicadas justamente a Juan Pablo II.
Ha sido Usted, Santo Padre, quien dijo –y aquí cito- “parece como si él me tuviera
agarrado fuerte de la mano, veo sus ojos sonrientes y escucho sus palabras, que en
aquel momento me dirige a mí de forma particular: “¡no tengas miedo!”. Santo Padre,
por fin una pregunta muy personal ¿sigue sintiendo usted la presencia de Juan Pablo
II? Y si es así, ¿de qué manera?
R: Ciertamente. Comienzo respondiendo a la
primera parte de su pregunta. En un principio, hablando de la herencia del Papa, había
olvidado hablar de tantos documentos que nos ha dejado – 14 encíclicas, tantas Cartas
Pastorales y tantos otros – y todo esto representa un patrimonio riquísimo que todavía
no ha sido suficientemente asimilado en la Iglesia. Considero justamente una misión
esencial y personal mía el no producir tantos documentos nuevos como el conseguir
que aquellos documentos sean asimilados, porque son un tesoro riquísimo, son la auténtica
interpretación del Vaticano II. Sabemos que el Papa era el hombre del Concilio, que
había asimilado interiormente el espíritu y la letra del Concilio y con estos textos
nos hace comprender qué es lo que realmente quería y no quería el Concilio. Nos ayuda
a ser verdaderamente Iglesia de nuestro tiempo y del tiempo venidero. Ahora vengo
a la segunda parte de su pregunta. El Papa me resulta siempre cercano a través de
sus textos: le oigo y le veo hablar, y puedo estar en diálogo continuo con el Santo
Padre porque con estas palabras habla siempre conmigo, conozco también el origen de
muchos textos, recuerdo los diálogos que tuvimos sobre cada uno de ellos. Puedo continuar
el diálogo con el Santo Padre. Naturalmente esta cercanía a través de las palabras
es una cercanía no sólo de textos sino con la persona, más allá de los textos escucho
al Papa mismo. Un hombre que va con el Señor no se aleja: cada vez siento más que
un hombre que va con el Señor se acerca todavía más y siento que con el Señor está
cercano a mí, en cuanto yo estoy cercano al Señor, estoy cercano al Papa y él ahora
me ayuda a estar cercano al Señor y trato de entrar en su atmósfera de oración, de
amor al Señor, de amor a la Virgen y me encomiendo a sus oraciones. Hay así un diálogo
permanente y también un estar cerca, de una forma nueva, pero de una forma muy profunda.
P:
Padre Santo ahora le esperamos en Polonia. Tanta gente pregunta ¿cuándo vendrá el
Papa a Polonia?
R: Sí, tengo intención de venir a Polonia, si Dios quiere,
si el tiempo me lo permite. He hablado con Mons. Dziwisz respecto a la fecha, y me
dicen que el mes de junio sería el periodo más apropiado. Naturalmente todo está por
organizar con las instancias competentes. En este sentido es una palabra provisional,
pero parece que posiblemente el próximo junio pueda venir a Polonia, si el Señor me
lo concede.
Santo Padre, en nombre de todos los telespectadores, le agradezco
de corazón esta entrevista. Gracias, Padre Santo.