2005-10-15 14:32:54

Reflexiones en familia


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Viernes, 14 oct (RV).- Hablar de la familia es tocarnos con la realidad de nuestra vida cotidiana, de lo que vemos, sentimos, padecemos y carecemos. Es saber que estamos ante una encrucijada donde se entrelazan un universo de sentimientos, sensaciones, emociones, dolores, angustias y sufrimientos, la cual no tiene una respuesta ni se puede encuadrar dentro de unas categorías que le impidan mirarse a sí misma.

A todos, desde el colegio, se nos decía que la familia es la célula fundamental de la sociedad. Podríamos preguntarnos de cuál sociedad. Por naturaleza vivimos en sociedad. La familia es la única comunidad en la que todo hombre "es amado por sí mismo". Constituye el espacio natural y el instrumento más eficaz de humanización y personalización de la sociedad.
Cuando nos preguntamos ¿hacia dónde va la familia?, es una buena pregunta para seguir avanzando ante las dolorosas realidades con las cuales nos topamos, los nuevos problemas, los nuevos modelos de familia.

La familia ha de ser mirada como una institución, no sólo en el sentido de que tiene su lugar y sus funciones en la sociedad, o que debe gozar de garantías jurídicas para el cumplimiento de sus deberes para poseer estabilidad. La sociedad ha de estar al servicio de la familia. Cuando no existe una vida familiar sana no puede haber una vida social estable en ninguna nación.
Tenemos la responsabilidad de devolverles la esperanza a las familias, hacer que en ellas prevalezcan el amor, el diálogo, el respeto, la responsabilidad. Hay que crear y estimular la creación de escuelas para padres, porque no todo el mundo tiene clara conciencia de su misión y de su responsabilidad. La familia es la primera escuela donde se educa o se transmiten los valores primordiales a la persona.

Recordamos que el papa Juan Pablo II en su exhortación apostólica Familiares Consortio, señalaba que la función social de las familias está llamada a manifestarse también en otras formas de intervención política, es decir, las familias deben ser las primeras donde las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de las familias.

En este sentido las familias deben crecer en la conciencia de ser "protagonistas" de la llamada política familiar y asumir la responsabilidad de transformar la sociedad. Es inaceptable para la conciencia de un creyente permanecer indiferente frente a políticas, leyes o decretos que atenten contra los derechos de los ciudadanos que forman parte de la sociedad familiar.

Hay que volver a considerar la familia como el santuario de la vida. En efecto, es sagrada. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida.
Dentro del marco de los cambios epocales se han dado unos giros muy drásticos que no dejan de interpelarnos, ya que muchas veces pareciera que no queremos ver los nuevos fenómenos dentro de los nuevos modelos de sociedad. Uno de los fenómenos más extensos que interpelan vivamente la conciencia de la comunidad humana es el número creciente de uniones de hecho, con la consiguiente desafección para la estabilidad del matrimonio. Se han roto los paradigmas de la familia tradicional.
Este es un delicado problema que merece mayor atención. En muchos países se le ha dado consistencia jurídica a las uniones de hecho y en nombre de la tolerancia o de que todo es modernidad o posmodernidad caemos en la complicidad de aceptar una conducta permisiva.
No cabe duda de que el concepto de familia está muy devaluado en la sociedad actual, por ello una de las prioridades de las familias es educar al sujeto y a los miembros de la comunidad familiar en el amor como fuente de todos los valores.

Textos: Alma García
Locución: Alina Tufani Díaz








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