Sexta jornada de la XI Asamblea del Sínodo de los obispos: VIII Congregación General
Viernes, 7 oct (RV).- En la sexta Jornada de la XIª Asamblea del Sínodo de los obispos
se ha anunciado esta mañana que el Papa ha aceptado la sugerencia de organizar una
hora de adoración al santísimo en San Pedro el próximo lunes 10 de octubre.
Con
la presencia de Benedicto XVI, se han abierto puntualmente esta mañana a las nueve
los trabajos de la sexta Jornada de la XIª Asamblea del Sínodo de los obispos dedicado
a la “Eucaristía fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia”. Los padres
sinodales en esta 8ª Congregación General han proseguido la discusión y el debate
sobre distintos puntos del tema general. El Padre Pedro Rodríguez, nuestro enviado
especial en el Aula del Sínodo, nos informaba sobre el desarrollo de esta sesión matinal.
Octava
congregación general
A las 09.00 horas de hoy viernes 7 de octubre
de 2005, memoria de la Santísima Virgen María del Rosario, ante la presencia del Santo
Padre, con el canto de la Hora Tertia, ha tenido lugar la Octava Congregación General,
para continuar con las intervenciones de los Padres Sinodales en el Aula sobre el
tema sinodal La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia.
Presidente
Delegado de turno S. Em. R. Card. Juan SANDOVAL ÍÑIGUEZ, Arzobispo de Guadalajara
(México).
Después del intervalo de la Octava Congregación General el Secretario
General del Sínodo de los Obispos ha solicitado la oración de los Padres sinodales
por las víctimas del huracán tropical en América Central.
A continuación, ha
expresado los augurios por el onomástico de dos Padres sinodales con ocasión de la
memoria de hoy.
Al finalizar, ante de continuar con las intervenciones de los
Padres sinodales en el Aula, el Secretario General ha comunicado que el Santo Padre,
aceptando la sugerencia de varios Padres sinodales, ha dispuesto que el lunes 17 de
octubre de 2005 desde las 17.00 horas hasta las 18.00 horas, en la Patriarcal Basílica
de San Pedro en Vaticano, tendrá lugar una hora de Adoración Eucarística.
En
esta Congregación General, que se ha concluido a las 12.30 con la oración del Angelus
Domini, estaban presentes 245 Padres.
Intervenciones en el aula
En
esta Octava Congregación General han intervenido los siguientes Padres:
- S.
Em. R. Card. Alfonso LÓPEZ TRUJILLO, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia
(CIUDAD DEL VATICANO) - S. Em. R. Card. Darío CASTRILLÓN HOYOS, Prefecto de la
Congregación para el Clero (CIUDAD DEL VATICANO) - S. Em. R. Card. Nasrallah Pierre
SFEIR, Patriarca de Antioquía de los Maronitas, Jefe del Sínodo de la Iglesia Maronita
(LÍBANO) - S. Em. R. Mons. Aleksander KASZKIEWICZ, Obispo de Grodno (BIELORRUSIA) -
S. Em. R. Mons. Dominik DUKA, O.P., Obispo de Hradec Králové (REPÚBLICA CHECA) -
S. Em. R. Card. Juan Luis CIPRIANI THORNE, Arzobispo de Lima (PERÚ) - S. Em. R.
Card. Karl LEHMANN, Obispo de Mainz, Presidente de la Conferencia Episcopal (ALEMANIA) -
S. Em. R. Mons. Henryk MUSZY¼SKI, Arzobispo de Gniezno (POLONIA) - S. Em. R. Card.
Francis ARINZE, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de
los Sacramentos (CIUDAD DEL VATICANO) - S. Em. R. Mons. Rosario Pio RAMOLO, O.F.M.
Cap., Obispo de Goré (CHAD) - S. Em. R. Mons. Juan Antonio UGARTE PÉREZ, Arzobispo
de Cuzco (PERÚ) - S. Em. R. Mons. Brian Michael NOBLE, Obispo de Shrewsbury (GRAN
BRETAÑA (INGLATERRA Y GALES) - S. Em. R. Mons. Cornelius Fontem ESUA, Arzobispo
Coadjutor de Bamenda (CAMERÚN) - S. Em. R. Mons. Theotonius GOMES, C.S.C., Obispo
titular de Zucchabar, Obispo auxiliar de Dhaka (BANGLADESH) - S. Em. R. Mons. Joseph
Mohsen BÉCHARA, Arzobispo de Antélias de los Maronitas (LÍBANO) - S. Em. R. Mons.
Denis George BROWNE, Obispo de Hamilton en Nueva Zelanda, Presidente de la Conferencia
Episcopal, Presidente de la Federación de las Conferencias de los Obispos Católicos
de Oceanía (F.C.B.C.O.) (NUEVA ZELANDA) - S. Em. R. Card. Jean-Louis TAURAN, Arcivista
y Bibliotecario de S.R.I. (CIUDAD DEL VATICANO) - S. Em. R. Mons. William Joseph
LEVADA, Arzobispo Emérito de San Francisco, Prefecto de la Congregación para la Doctrina
de la Fé (San Francisco, CIUDAD DEL VATICANO) - S. Em. R. Card. Péter ERDÄ, Arzobispo
de Esztergom-Budapest, Presidente de la Conferencia Episcopal (HUNGRÍA) - S. Em.
R. Mons. Adrian Leo DOYLE, Arzobispo de Hobart (AUSTRALIA) - S. Em. R. Mons. Anthony
MUHERIA, Obispo de Embu (KENIA) - S. Em. R. Mons. Tarcisius Gervazio ZIYAYE, Arzobispo
de Blantyre, Presidente de la Conferencia Episcopal (MALAWI)
A continuación
facilitamos los resúmenes de las intervenciones:
S. Em. R. Card. Alfonso
LÓPEZ TRUJILLO, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia (CIUDAD DEL VATICANO)
Se
trata de un problema candente en no pocas naciones y parlamentos. Hoy los proyectos
de ley y las elecciones realizadas o por realizarse ponen en grave peligro “la estupenda
noticia”, es decir el evangelio de la familia y de la vida, que forman una unidad
inseparable. Está en juego el futuro del hombre y de la sociedad y, por muchos aspectos,
la genuina posibilidad de una evangelización integral.
Hay, como frecuentemente
se escucha, una argumentación espúrea por la así llamada libre elección política,
que tendría supremacía sobre los principios evangélicos y también sobre la referencia
a una recta razón. El positivismo jurídico sería una explicación suficiente. Son bastante
conocidas las posiciones ambiguas de legisladores sobre el divorcio, sobre parejas
de hecho, que al menos implícitamente constituirían una alternativa al matrimonio,
aunque estas uniones sean simplemente una “ficción jurídica”, “dinero falso puesto
en circulación”. Peor aún cuando se trata de “parejas” del mismo sexo, algo hasta
ahora desconocido en la historia cultural de los pueblos y en el derecho, aunque no
sean presentadas como “matrimonio”.
Ciertamente aún más destructivo es presentar
esta ficción jurídica como “matrimonio” y pretender el derecho de adopción de niños.
Toda esta tendencia, que puede invadir muchas naciones, es claramente contraria al
derecho divino, a los mandamientos de Dios, y es negación de la ley natural. El tejido
social está herido de manera letal. Esto influye de manera desastrosa sobre los derechos
y sobre la verdad referida al hombre, quien que ya no advierte el carácter “trascendente”
de su “existir como hombre” y se reduce a un instrumento y a un objeto en los diversos
atentados contra la vida, comenzando por el abominable delito del aborto.
¿Se
puede permitir el acceso a la comunión eucarística a quienes niegan los principios
y los valores humanos y cristianos? La responsabilidad de los políticos y legisladores
es grande. No se puede separar la así llamada opción personal del deber socio-político.¡No
es un problema “privado”, es necesaria la aceptación del Evangelio, del Magisterio
y de la recta razón! Como para todos, también para los políticos y para los legisladores
es válida la palabra de Dios: “Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente...,
come y bebe su propia condena” (1 Co 11, 27.29).
En la Eucaristía está realmente
presente el Señor de la familia y de la vida, del amor, de la alianza que une a los
esposos. Dios es el Creador de la dignidad humana. La cuestión no se resuelve de manera
coyuntural según la variedad de las actitudes en los diferentes países, ya que la
conciencia de los cristianos y la comunión eclesial resultarían ofuscadas y confundidas.
Todas esas cuestiones deben ser esclarecidas e iluminadas por la Palabra de Dios a
la luz del Magisterio de la Iglesia, en el splendor Veritatis. Los políticos y los
legisladores deben saber que, proponiendo o difundiendo los proyectos de leyes inicuas,
tienen una grave responsabilidad y deben poner remedio al mal hecho y difundido para
poder acceder a la comunión con el Señor que es Camino, Verdad y Vida (cfr Jn 14,6). [Texto
original: italiano]
S. Em. R. Card. Darío CASTRILLÓN HOYOS, Prefecto
de la Congregación para el Clero (CIUDAD DEL VATICANO)
Me refiero especialmente
a los números 6,25 - 33,34 y 18 del Instrumentum Laboris. Este Sínodo profesa y
ratifica la fe secular de la Iglesia en el augusto sacramento, que tiene excelencia
sobre todos los demás sacramentos porque él contiene, bajo las especies consagradas,
verdadera, real y substancialmente Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre. En la Eucaristía, porque verdaderamente hombre y porque realmente presente
puedo conversar con mi Señor sin temor a la pobreza de mi lenguaje y mis sentimientos;
porque verdadero Dios, se abre ante mi un panorama infinito de contemplación, un terreno
de seguridades y certezas. ¿Sabe el pueblo católico, con sabiduría vital, qué es verdaderamente
la santa Eucaristía? La exigua participación en la Eucaristía dominical, la desaparición
de asociaciones de culto eucarístico, la incoherencia entre la práctica eucarística
y la vida de muchos, la costumbre generalizada de comulgar sin confesarse, la práctica
sacramental de divorciados vueltos a casarse, de violentos en acción dan lugar a la
pregunta: ¿sabe verdaderamente el pueblo católico qué es la Eucaristía? No se conoce
con profundidad la grandeza del misterio de un Dios que se hace pan y compañia, que
acampa para ofrecer su amor redentor en las tiendas del peregrinaje.
Me permito
proponer algunas soluciones:
1. Una catequesis a todos los niveles según culturas,
edades, condiciones intelectuales, económicas, sociales.
2. Los líderes ejecutores
de este proyecto son los sacerdotes. Escogidos desde la eternidad por el Padre, han
sido sellados por el Cristo. Fieles en su tarea, requieren impulso en el cansancio
del camino, ayuda y comprensión en la fragilidad, necesitan guías para la santidad.
Son más de 400.000, una vastísima capilaridad que no ha olvidado el mandato: "haced
esto en memoria mía". Podríamos respetuosamente rogar al Santo Padre que en la Exhortación
Post-sinodal los aliente y los motive. Son ellos quienes, formados y dirigidos, pueden
llenar los vacíos, corregir los abusos, dar sana y fuerte doctrina. Ellos pueden motivar
y dirigir a los laicos animadores de las comunidades sin sacerdote estable y celebrar
la Eucaristía, cuando las circunstancias lo exigen, casi en forma itinerante. Con
los sacerdotes estarán los religiosos y religiosas, las familias, los movimientos,
los catequistas, los jóvenes, todos los laicos comprometidos, nutridos e impulsados
por la misma Eucaristía.
Para esta empresa catequística se cuenta con dos instrumentos
poderosos: el Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio del Catecismo recientemente
entregado por el Santo Padre a la Iglesia.
3. Para el culto conveniente de
la Eucaristía es necesario emprender una recuperación del sentido del misterio y de
la piadosa veneración de lo sagrado. La dignidad del rito excluye la superficialidad,
la banalización de lo sagrado. Los abusos opacan la riqueza de la reforma litúrgica.
4.
Se impone una acción mundial para la santificación de los ministros de la Eucaristía:
reflexión profunda espiritual, oración constante, jornadas de ayuno y contemplación
silenciosa del rostro eucarístico de Jesús, el Señor. Ellos comunicarán esa fuerza
y esa vida a toda la familia católica. La riqueza del celibato, don precioso del
Espíritu Santo, realza el ser y la figura eucarística del sacerdote. Dentro de la
presente cultura sexual el matrimonio de los sacerdotes no sería una garantía ni una
seguridad frente a los problemas de orden moral que afectan a algunos sacerdotes.
El
Sínodo puede rogar al Santo Padre que nos dé fortaleza para apreciar cada día más
en nuestra Iglesia el don inestimable del celibato y cerrar el camino a falsas expectativas
que pueden crear inquietud y confusión. [Texto original: español]
S.
Em. R. Card. Nasrallah Pierre SFEIR, Patriarca de Antioquía de los Maronitas, Jefe
del Sínodo de la Iglesia Maronita (LÍBANO)
1. Me refiero a la Relación
anterior a la discusión, punto a2, titulado “Viri probati”, que trata del celibato
de los sacerdotes católicos. El texto dice: “para atender a la escasez de sacerdotes,
algunos, guiados por el principio salus animarum suprema lex, proponen ordenar fieles
casados, de comprobada fe y virtud, los llamados viri probati”, en vez de dejar las
parroquias sin servicio sacerdotal.
2. Existe un problema que ninguno ignora
y que merece un atento examen. En la Iglesia maronita se admiten sacerdotes casados.
La mitad de nuestros sacerdotes diocesanos están casados. Pero también hay que reconocer
que si el recurso a los casados resuelve un problema, crea otros igualmente graves.
El sacerdote casado tiene el deber de ocuparse de su mujer y de sus hijos, asegurarles
una buena educación, integrarlos en la sociedad. Además, el sacerdocio en el Líbano
también ha significado un medio de promoción social.
Existe otro problema para
un sacerdote casado, y es cuando no tiene una buena relación con sus parroquianos.
Pero su obispo no puede sustituirlo debido a la imposibilidad de trasladarlo con toda
su familia. A pesar de todo, los sacerdotes casados han perpetuado la fe de ese pueblo
con el que comparten una vida dura. Sin ellos esta fe hoy ya no existiría.
3.
Por otra parte, el celibato es la joya más preciosa en el tesoro de la Iglesia Católica.
Pero, ¿cómo conservarlo en un atmósfera llena de erotismo? Diarios, Internet, carteles
publicitarios, espectáculos, todo se exhibe sin pudor y cada vez hiere más la virtud
de la castidad. Naturalmente un sacerdote, una vez ordenado, ya no puede contraer
matrimonio.
Enviar sacerdotes a un país donde faltan (tomándolos) de un país
que tiene muchos, no es la solución ideal si se tienen en cuenta las tradiciones,
costumbres y mentalidades. El problema permanece. Es necesario rezar al Espíritu
Santo para que sugiera a su Iglesia las soluciones adecuadas. [Texto original:
francés]
S. Em. R. Mons. Aleksander KASZKIEWICZ, Obispo de Grodno
(BIELORRUSIA)
En mi intervención quisiera llamar la atención sobre
la segunda parte del Instrumentum laboris, es decir, la fe de la Iglesia en el Misterio
Eucarístico. Más concretamente, el argumento del que me ocuparé se refiere a la conclusión
de la segunda parte. El punto de partida para la reflexión es la experiencia vivida
por la Iglesia local en Bielorrusia en relación a lo que se puede observar en los
demás países del mundo.
De ello derivan algunas propuestas concretas: -
restituir al tabernáculo el lugar central en las iglesias, para resaltar la fe en
la presencia real de Jesús en los signos sacramentales; - preparar una normativa
clara sobre la proyección de los edificios sagrados, para que la misma arquitectura
pueda ayudar a conducir al hombre al encuentro con Jesús Eucarístico; - aunque
algunas iglesias son también monumentos históricos, habría que crear en ellas un clima
de profundo respeto hacia el Santísimo, para que por ningún motivo económico o comercial,
se disminuya su carácter de casa de Dios; - hacer accesibles las iglesias también
fuera del horario de las celebraciones, para asegurar a la gente la posibilidad de
encuentro con Jesús presente en el Santísimo; - promover, sobre todo en las ciudades,
la adoración eucarística, al menos en algunas horas del día, dando la posibilidad
de la reconciliación sacramental; nuestra experiencia nos dice que los lugares de
adoración eucarística contribuyen al incremento de la sana devoción. [Texto original:
italiano]
S. Em. R. Mons. Dominik DUKA, O.P., Obispo de Hradec Králové
(REPÚBLICA CHECA)
Cuando experimentamos la vida de la Iglesia en la
Eucaristía, no podemos esperar que se trate de una “experiencia carente de tensiones”.
¡Sin tensión no hay vida! Muchos de nosotros estamos convencidos de que existe una
“liturgia tridentina” y una “liturgia posterior al Concilio Vaticano II”. Pero no
es verdad. Hay liturgias diferentes y siempre ha habido un desarrollo de la liturgia.
Debemos tener una gran consideración y respeto hacia la liturgia de la Iglesia oriental,
pero también por el nuevo desarrollo de la “liturgia latina”.
Cuando fue elaborada
la liturgia bizantina, para honorar a Cristo se recurrió al ceremonial imperial de
corte, si bien se conservó contemporáneamente la fidelidad al misterio del Hijo de
Dios. En este sentido deben ser admitidas también distintas formas de veneración de
Cristo en Asia, África o Europa. ¡La diferencia entre la liturgia latina y la bizantina
es más profunda que la existente entre el “rito tridentino” y la liturgia del Zaire”!
El
estudio de la historia de la Liturgia y de los sacramentos alienta también una nueva
acción litúrgica. No se puede reducir todo sólo a la obediencia al pie de la letra
de determinadas rúbricas. También tenemos que apreciar el significado profundo de
la liturgia que de ella mana. [Texto original: alemán]
S. Em.
R. Card. Juan Luis CIPRIANI THORNE, Arzobispo de Lima (PERÚ)
En el
Nº 37 del Instrumentum Laboris, se recuerda que la Santa Misa es Sacrificio Sacramental;
pero, además, toda la vida de Cristo presenta un carácter sacrificial. El cristiano
encuentra en la Misa un lugar privilegiado para buscar su identificación con Cristo.
Por eso, la mejor respuesta de la Iglesia a la cultura secularizada es el "escándalo
de la Cruz" (Ga 5,11), fundamento de la pastoral de santidad que se ha de proponer.
Se sugieren dos líneas de acción: una, dirigida a todos los fieles, para hacer más
asequible la confesión disponiendo horarios en momentos compatibles con la jornada
laboral, facilitando la presencia de confesores antes y durante las ceremonias, promoviendo
el derecho a utilizar sedes con rejilla, y no aumentando los ministros extraordinarios
de la Comunión. Y otra, centrada en la santidad de los sacerdotes y de los seminaristas:
se recomienda la práctica frecuente de la confesión, la selección de los candidatos
al sacerdocio y el cuidado del seminario. [Texto original: español]
S.
Em. R. Card. Karl LEHMANN, Obispo de Mainz, Presidente de la Conferencia Episcopal
(ALEMANIA)
Un Sínodo de los Obispos hace referencia a la práctica de
la Iglesia, pero es bueno que tenga en cuenta las nociones teológicas que lo pueden
ayudar. La disertación sobre la Eucaristía ha sido influenciada durante mucho tiempo
por el rechazo de las tendencias reformadoras. Esto ha sido necesario y ha preservado
la fe de la Iglesia. Gracias a los movimientos bíblicos, patrísticos, litúrgicos
y ecuménicos del siglo XX, hemos vuelto a descubrir nuestra rica tradición. Mucho
fue acogido por el Concilio Vaticano II y por los documentos sucesivos, pero mucho
queda aún por entender y hacer nuestro, de manera fecunda. Se trata, en primer lugar,
de: Eucaristía como completa expresión de gratitud al Dios trino, memoria (anamnesi,
memoria) en cuanto carácter fundamental, sacrificio en cuanto don de sí de Jesucristo,
invocación del Espíritu, comunión eucarística y unidad de la Iglesia.
Así podemos
comprender mejor la riqueza de nuestra fe y además resolver algunos problemas ecuménicos.
Las clásicas decisiones dogmáticas se pueden insertar bien en este contexto y siguen
siendo indispensables. De este modo podemos también responder mejor al mandato que
el obispo confía a cada sacerdote en la Ordenación: “¡Sé consciente de lo que haces!”.
El Sínodo de los Obispos representa una gran oportunidad para ello. [Texto original:
alemán]
S. Em. R. Mons. Henryk MUSZY¼SKI, Arzobispo de Gniezno (POLONIA)
El
número 54 del Instrumentum “Palabra y Pan de vida”, exige un profundo examen bíblico
y teológico. Tanto la Sagrada Escritura como la Tradición patrística atestiguan la
interdependencia de la Palabra y del Pan divino y la analogía (no la identidad) entre
el Verbo que se hizo carne y la Palabra de Dios “encarnada” en su aspecto humano.
En ambos el Cristo, Verbo de la vida eterna (1 Jn 1,3), se dona como alimento salvífico.
Una estrecha relación entre la palabra y el Pan proviene de la centralidad de la Persona
y de la misión del Resucitado (cfr. la narración sobre los discípulos de Emaús: la
presencia de Cristo en las Escrituras prepara a los discípulos para comprender el
misterio de su presencia en el pan partido).
De manera análoga el pan de la
vida (Jn 6,5; cfr. 6,51) corresponde al verbo de la vida (1 Jn 1,1 cfr. Jn 6,68).
El mismo paralelismo también se encuentra en la antigua tradición cristiana, por ejemplo,
en Origene (Scholia in Mattheum 17,14-21), Tertuliano (De res. mort 37,11) san Irineo
(adv. Haereses 4,23,22-29), san Cesario de Arlés (Sermo 78,2) y san Jerónimo: [nos]
podemos nutrir de su Cuerpo y beber su sangre no sólo en el misterio de la Eucaristía
sino también a través de la lectura de la Sagrada Escritura. (Jerónimo, In Eccles.
3,12). [Texto original: italiano]
S. Em. R. Card. Francis ARINZE,
Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
(CIUDAD DEL VATICANO)
El ars celebrandi, en el tratamiento de la Celebración
Eucarística, se refiere a la participación interior y exterior por parte del celebrante
y de la congregación. Ella evidencia la importancia de un fuerte sentido de contemplación
estática, casi un sacro asombro ante el Misterio de Dios que se revela y nos dona
sus riquezas en la Santa Eucaristía. Exige un silencio receptivo y una reacción de
oración que emana de corazones que escuchan y se abren a la acción oculta pero poderosa
del Espíritu Santo.
El ars celebrandi impone serias exigencias al sacerdote
que celebra el sacrificio Eucarístico: conciencia acerca del ministerio recibido con
la Ordenación (“agnosce quod agis, imitar quod tractas”) y conciencia de estar actuando
“in persona Christi” además que como ministro de la Iglesia universal. Ella estimula
al sacerdote a profundizar su conocimiento de la liturgia, de la Escritura y de la
teología y subraya la importancia de la formación permanente para los sacerdotes que
ejercen el ministerio. En efecto, muchos abusos litúrgicos “se fundamentan con frecuencia
en la ignorancia” o “en un falso concepto de libertad (Redemptionis Sacramentum, 7,9). El
ars celebrandi ayuda al sacerdote a colocarse en una disposición de plena fe y en
una actitud compuesta durante la Misa. Por una parte, no se puede aislar de los presentes.
Por la otra, no debe conducirse como un protagonista que da espectáculo de sí mismo.
La Liturgia no es lo que hacemos, sino lo que recibimos en la fe.
En lo que
concierne a las personas que contribuyen a la celebración Eucarística -los servidores
del altar, los lectores, el coro, etc.- el ars celebrandi exige una adecuada preparación,
fe, humildad y una constante atención hacia el sagrado misterio más que hacia sí mismos.
Cuando
se celebra la Misa en este espíritu, ella alimenta la fe y la manifiesta intensamente
lex orandi, lex credenti. Gracias a una auténtica comprensión del papel de las normas
litúrgicas, tal celebración está libre de trivialidades y desacralizaciones. Hace
que las personas regresen a sus casa habiendo recibido el alimento apropiado, espiritualmente
fortalecidas y dinámicamente listas, para la evangelización.
El papel del Obispo
diocesano en lo que hace a la promoción del ars celebrandi es de importancia crucial
(cf. Sacrosanctum Concilium, 41; Instrumentum Laboris, 52). Las Misas celebradas en
las catedrales, en los grandes santuarios, en los centros de peregrinaje y en las
grandes asambleas de fieles, deberían ser modelos de ars celebrandi. [Texto original:
inglés]
S. Em. R. Mons. Rosario Pio RAMOLO, O.F.M. Cap., Obispo de
Goré (CHAD)
Beatísimo Padre, queridos hermanos sinodales, hermanos
y hermanas en Cristo:
Hablo en nombre de la Conferencia episcopal de Chad y
en nombre propio.
En Chad los primeros misioneros católicos llegaron en 1929.
Hoy los cristianos católicos representan alrededor del 20% de los siete millones de
habitantes distribuidos en siete diócesis y una prefectura apostólica.
La Iglesia
en Chad se encuentra en pleno crecimiento y vive su fe sobre todo mediante los sacramentos:
el Bautismo y la Eucaristía son los pilares de nuestras comunidades. En materia de
Eucaristía, nuestro país está a punto de vivir un “estreno”: un Congreso Eucarístico
Nacional, que será celebrado el próximo enero. Ha sido preparado durante tres años
a través de Congresos Eucarísticos parroquiales y diocesanos que, superando toda expectativa,
se revelaron como verdaderos éxitos.
1. Nuestra fiesta junto a Jesús Eucarístico. Las
celebraciones eucarísticas dominicales son los momentos de la semana más esperados
por las comunidades, tanto en los grandes centros como en los poblados más alejados.
La Eucaristía ocupa un lugar muy importante en la vida de nuestras comunidades y en
la de los fieles. Todas las celebraciones eucarísticas, sobre todo las dominicales,
son momentos de fiesta. Constituyen la expresión de nuestra salvación y el signo de
nuestra unidad. Los cristianos están orgullosos de participar. La liturgia está viva
gracias a los cantos y a las danzas de los cristianos en los distintos momentos de
la celebración. La gran participación de los niños y de las mujeres hacen, aún más
festiva y alegre, esta liturgia.
2. Nuestras preocupaciones. Las diócesis
no tienen un número suficiente de sacerdotes para hacer frente a las necesidades de
las comunidades cristianas, por ello muchos cristianos el domingo se quedan sin celebración
eucarística y sin comunión.
Los ministros extraordinarios de la Eucaristía
no están suficientemente preparados para este ministerio. En ausencia del sacerdote
con frecuencia los fieles confunden la celebración eucarística con la celebración
de la Palabra de Dios. Tal confusión llega a ser aún más grande cuando ésta última
se asocia a la comunión eucarística.
La pérdida del sentido de lo sagrado es
uno de los problemas más importantes que hoy encontramos en las celebraciones litúrgicas.
El sentido de lo sagrado es una realidad que actualmente se les escapa a los fieles
y, por diversas razones, no forma parte de su patrimonio cultural.
Otro problema
está causado por el escaso número de fieles que comulgan durante las celebraciones
eucarísticas a causa de su situación matrimonial: retraso en la regularización del
matrimonio, miedo al sacramento del matrimonio, poligamia... Esta misma situación
la viven las parejas mixtas.
3. Intentos de solución. Ante todos estos problemas,
habría que organizar una catequesis para examinar en profundidad la fe de los cristianos
adultos.
Es necesario pensar en la institución del diaconado permanente para
que las comunidades cristianas puedan beneficiarse cada domingo de la comunión eucarística.
Es
necesario reavivar oficialmente la institución de los ministros extraordinarios de
la Eucaristía, aunque tanto el problema de los medios de transporte, en vista de
las grandes distancias, como el económico siguen sin resolverse.
Más allá de
todas estas alegrías, y a pesar de las preocupaciones y los difíciles intentos para
encontrar soluciones, la Eucaristía sigue siendo para nuestra Iglesia el centro de
toda la vida cristiana y de nuestras celebraciones. Que la Eucaristía se convierta
en fuente y cumbre de la vida y de la misión de esta joven Iglesia Familia de Dios
que está en Chad. Gracias. [Texto original: francés]
S. Em.
R. Mons. Juan Antonio UGARTE PÉREZ, Arzobispo de Cuzco (PERÚ)
En el
número 50 del Instrumentum Laboris se señalan algunas disposiciones para recibir dignamente
el Cuerpo de Cristo. Su consideración me da pie para comentar un aspecto importante
en esta materia: la distribución de la comunión en la mano. En los términos en que
se contemplaba inicialmente esta práctica -limitada a grupos de personas con buena
formación- es una opción aceptable, ciertamente. En este caso no se corre el peligro
de que se comentan algunos abusos que desgraciadamente se producen cuando se distribuye
la comunión en la mano de modo indiscriminado, es decir, sin la garantía de que quienes
la reciben tengan formación suficiente y una intención recta. Para quienes conocen
estos riesgos, esta práctica se convierte además en fuente de tensiones: tanto para
el sacerdote, que debe interpelar a quienes no consumen la forma consagrada inmediatamente,
como para los demás fieles que presencian estas situaciones. En definitiva, por respeto
al Santísimo Sacramento, y como medida prudencial, considero necesario que esta asamblea
estudie la oportunidad de sugerir normas para limitar esta práctica a pequeños grupos
de personas de cuya buena fe y formación se tiene constancia. [Texto original:
español]
S. Em. R. Mons. Brian Michael NOBLE, Obispo de Shrewsbury
(GRAN BRETAÑA (INGLATERRA Y GALES)
La sección 71 habla de la importancia
de la Misa Dominical para la supervivencia de la fe. Por este motivo es necesario
“garantizar la celebración de la Santa Misa al máximo número posible de fieles”.
Sin
embargo, en muchas Diócesis, a causa de la falta de sacerdotes es difícil que haya
una oferta adecuada en este sentido y es probable que esto ocurra cada vez.
Las
secciones 55 y 56 del Instrumentum llaman la atención sobre algunas consecuencias
de tal situación: celebraciones de la Palabra que sustituyen la Santa Misa corren
el riesgo de reducir el culto cristiano a un simple servicio de asamblea. Puede surgir
una confusión acerca de la diferencia entre el ministerio ordenado y no ordenado.
No deberíamos agregar a esto el peligro que los sacerdotes tengan que asumir un papel
casi exclusivamente inherente al culto, poniendo, de este modo, en riesgo, la dimensión
profética o pastoral del ministerio ordenado? Y no constituye una parte importante
de nuestra Tradición el hecho de que exista un estrecho vínculo entre presidir la
Eucaristía y presidir una comunidad de amor? Rezar por las vocaciones y el hecho
de que las iglesias compartan los sacerdotes (55), suponen ya progresos, pero quisiera
subrayar la necesidad de efectuar una aproximación más urgente al problema. Si la
Eucaristía es la fuente y la cumbre de nuestra vida y misión, ¿no debería ser nuestra
prioridad una adecuada oferta de su celebración? ¿Y durante cuánto tiempo aún las
comunidades deberían ser comunidades “en espera del sacerdote”?
Por estos motivos,
propongo que la Santa Sede consulte a los Obispos sobre las dimensiones del problema
y solicite nuestra opinión acerca de cuál puede ser la mejor manera de hacer frente
a la cuestión en los países donde la necesidad es muy grande. [Texto original:
inglés]
S. Em. R. Mons. Cornelius Fontem ESUA, Arzobispo Coadjutor
de Bamenda (CAMERÚN)
El Instrumentum Laboris, en el nº 47, lamenta
el hecho de que “no siempre se cuida adecuadamente el modo de proclamar la Palabra
de Dios”.
Para subrayar la importancia de la Liturgia de la Palabra durante
la celebración de la Eucaristía, en primer lugar, en nuestras parroquias debería existir
una adecuada organización del Ministerio Pastoral Bíblico (Apostolado Bíblico). A
través de él, se enseña a los fieles el respeto y la veneración por la Palabra de
Dios (cf. Dei Verbum, nº 21). Las Biblias están en los hogares, en las comunidades
e Iglesias cristianas para la veneración y la oración, como la Eucaristía se conserva
en nuestra Iglesias y capillas para la adoración y la oración.
Los fieles aprenden
a leer, rezar y meditar la Palabra de Dios que está viva, es activa y poderosa. Sería
una ayuda para los ministros, ordenados y no ordenados, proclamar la Palabra de Dios
con mayor convicción durante la celebración litúrgica, y los fieles la acogerían mejor,
con la debida atención y veneración. Una adecuada organización del Estudio Bíblico
y de los grupos de reflexión sobre el Evangelio, especialmente a nivel de pequeñas
comunidades cristianas, prepararía a los fieles a escuchar de manera más atenta y
provechosa la Palabra de Dios cuando se proclama durante la celebración de la Eucaristía.
En
segundo lugar, la importancia de la homilía, que explica la Palabra de Dios a los
fieles, debería ser enfatizada. Une la Palabra con la Eucaristía y permite que los
presentes puedan continuar viviendo la Eucaristía, den testimonio de ella con la caridad
y vayan de misión al final de la celebración. Se debería hacer un esfuerzo para enseñar
que las profecías del Antiguo Testamento se cumplen en Jesucristo, la última palabra
que Dios ha dicho a la humanidad, y que continúa diciendo hoy su palabra de salvación
en las situaciones concretas de la vida. Sin la homilía, la celebración eucarística
podría considerarse un acto mágico. Es la homilía que diferencia la celebración cristiana
de la Eucaristía de los sacrificios de las religiones tradicionales africanas, que
a menudo van acompañadas de invocaciones y fórmulas mágicas, a veces en lenguas que
los participantes no comprenden.
En tercer lugar, la solemne procesión con
el Libro del Evangelio justo antes de su proclamación (el Breve ingreso bizantino)
entendido “como mística entrada del Verbo encarnado y como signo de su presencia en
medio a la asamblea de los creyentes” (nº 46), no es suficiente para iluminar la importancia
de la Liturgia de la Palabra. En algunas Iglesias Particulares de África, por ejemplo,
en muchas diócesis de Camerún, la Liturgia de la Palabra se introduce con un solemne
Leccionario o una Procesión de la Biblia que empieza inmediatamente después de la
Oración inicial y no justo antes de la proclamación del Evangelio. Se invita de este
modo a la asamblea a escuchar la Palabra de Dios con la misma atención y respeto con
la cual escucha a un soberano tradicional cuando se dirige a ella o cuando le proclama
algún mensaje. Todo esto contribuiría a resaltar la importancia de la Palabra de Dios
y a subrayar el hecho de que es Dios en persona quien habla a su Pueblo cuando su
Palabra, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, se proclama en la celebración
Eucarística. Los fieles escucharían con mayor reverencia, la misma que tienen en el
momento de la Consagración. [Texto original: inglés]
S. Em. R.
Mons. Theotonius GOMES, C.S.C., Obispo titular de Zucchabar, Obispo auxiliar de Dhaka
(BANGLADESH)
A continuación expongo algunos aspectos de la Eucaristía
que requieren una acción pastoral:
a) La Eucaristía como alimento: Las Escrituras
hablan del alimento como de una exigencia terrena fundamental, a la cual se hace referencia
en la creación, en el desierto del Sinaí, en la “Oración del Señor”; la multiplicación
de los panes expresa su “suficiencia y abundancia”; la Eucaristía indica su profunda
santidad. El alimento, al mismo tiempo que mantiene nuestro cuerpo unido al espíritu,
tiene una finalidad espiritual; recibido como pan cotidiano, como satisfacción en
el espíritu de los “pobres”, se convierte en algo santo. Si lo tratamos con avidez,
el alimento pierde esta cualidad de sagrado. La opresión, la muerte de tantas personas
por falta de alimento, es inmensamente “no eucarística”, una situación pecaminosa
muy humillante de nuestros tiempos de progreso, que nos hace menos dignos de celebrar
la Eucaristía. Muy concretamente, la Iglesia, localmente, a nivel parroquial y diocesano,
y a más altos niveles, como el de las naciones y comunidades internacionales, debe
afrontar esta situación de modo substancial, como obligación y como tarea eucarística.
b)
La Eucaristía como Cuerpo: La Eucaristía como cuerpo de Cristo indica que nuestro
cuerpo es santo y Eucarístico, y no un peso y un obstáculo para nuestro espíritu.
Entre cuerpo y espíritu existe una comunión, no una dicotomía. Debemos cuidar “espiritualmente”
de nuestro cuerpo. El Cuerpo doliente de las personas con enfermedades difíciles,
de los ancianos y de los moribundos, de los minusválidos graves, de todos aquéllos
duramente oprimidos y violados en el cuerpo, participa en el misterio de la Eucaristía,
manifestando fuerza interior, gloria y belleza. Gracias a sus heridas, unidos al Señor,
somos sanados.
c) La Eucaristía como Comunidad: La misma celebración eucarística,
al crear la unión sacramental y mística con Jesús, debe conducirnos a una comunión
cada vez más sólida con la comunidad local. Concretamente, se puede disponer que las
Ofrendas durante la Celebración Eucarística se den directamente a los pobres de la
comunidad local, de manera que nuestras obras de caridad broten directamente de la
Eucaristía y, de ese modo, sean más espirituales y místicas, más atractivas y eficaces
para crear comunión entre la comunidad. d) La creciente situación ecuménica e
inter-religiosa exige una presencia más significativa de los no católicos y de los
no cristianos en nuestra Eucaristía, para manifestar una mayor cercanía con nosotros.
En el ámbito de una reflexión doctrinal y pastoral más amplia, sería posible una participación
máxima o una presencia activa por su parte, incluidos todos aquéllos que no pueden
recibir la Eucaristía. [Texto original: inglés]
S. Em. R. Mons.
Joseph Mohsen BÉCHARA, Arzobispo de Antélias de los Maronitas (LÍBANO)
En
el número 49 del Instrumentun Laboris se dedica un pequeño párrafo a la Epíclesis.
Desearía
llamar la atención sobre dos puntos: 1. Sería ventajoso que se concediera mayor
espacio a las numerosas oraciones eucarísticas utilizadas en las liturgias orientales
con la finalidad de presentar una visión completa del tema del Sínodo.
2. Proyectar
alguna luz sobre el concepto de la Epíclesis en la tradición sirio-maronita, especialmente
en San Efrén Según esta tradición, Consagración y Epíclesis están íntimamente
ligadas ya que se refieren a una concepción global de la economía salvífica que se
desarrolla desde la creación hasta la Parusía.
Las oraciones eucarísticas conceden
un importante espacio al papel del Espíritu Santo que vivifica y hace divinos no sólo
el pan y el vino, sino también a toda la comunidad cristiana reunida para celebrar
los Santos Misterios.
Con mayor precisión, el papel del Espíritu en la celebración
eucarística está vinculada a su papel en la resurrección de Cristo. Efectivamente,
el altar representa la tumba, mientras que las especies del pan y del vino simbolizan
el cuerpo y la sangre de Cristo inmolado en la cruz y sepulto. Cristo ha sido resucitado
por la fuerza del Espíritu y lo mismo sucede con las especies: el pan y el vino se
convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo resucitado. La oración eucarística de
Santiago, del IV siglo, es muy ilustrativa al respecto. Es evidente que la dinámica
de la Epíclesis no está cerrada en sus propios límites sino que, más bien, tiene una
dimensión eclesial infinita.
San Efrén es más explicito cuando se dirige a
la Iglesia: “... come el Fuego en el pan, bebe el Espíritu en la sangre, vístete del
Fuego y del Espíritu y entra en la estancia de las luces”.
El Fuego y el Espíritu
están asociados al pan y al vino eucarístico ya que traducen la misma realidad neumática,
actuando por medio de la Biblia y, más precisamente, en el Bautismo de Cristo, en
su Resurrección y en la Pentecostés. A los ojos de Efrén, el mismo neuma también actúa
a nivel de la vida cristiana personal y comunitaria.
Recibir el Espíritu recibiendo
el cuerpo eucarístico de Cristo significa constituir y edificar el Cuerpo de Cristo
que es la Iglesia, animada por el Espíritu. Por lo tanto, la Eucaristía tiene, al
mismo tiempo, una dimensión crística, neumática y eclesial.
Poner nuevamente
el acento en la Epíclesis demuestra que la Iglesia admite el pluralismo y toma de
su propia tradición, oriental u occidental, las riquezas de su patrimonio multiforme. [Texto
original: francés]
S. Em. R. Mons. Denis George BROWNE, Obispo de Hamilton
en Nueva Zelanda, Presidente de la Conferencia Episcopal, Presidente de la Federación
de las Conferencias de los Obispos Católicos de Oceanía (F.C.B.C.O.) (NUEVA ZELANDA)
1.
Es importante para nosotros como Iglesia, recordar que las pequeñas comunidades de
católicos tienen el mismo derecho de participar en la Eucaristía que sus hermanos
y hermanas de las parroquias más grandes y. atareadas. Nosotros, como Iglesia, tenemos
continua necesidad de abrirnos para encontrar modalidades a través de las cuales la
Eucaristía puede ser fácilmente accesible para todos nuestros fieles. “Entonces le
dijeron: Señor, danos siempre de ese pan” (Jn 6, 34). Debemos ser sensibles a las
preguntas que los fieles, con frecuencia, nos hacen, por ejemplo: “¿Por qué parece
ser posible que los sacerdotes que se casaron por la Comunidad Anglicana, puedan ser
ordenados y se desempeñen como sacerdotes católicos, mientras ex sacerdotes católicos
que obtuvieron la dispensa de su voto de celibato, no pueden desarrollar ninguna función
pastoral?
2. Es necesario estimular continuamente a nuestros sacerdotes y diáconos
a ser lo más eficaces posible en las homilías para dar alimento, esperanza e inspiración
a nuestras comunidades. Buenas homilías hacen que la congregación entre en la Liturgia
Eucarística con fe más profunda y amor por el Señor. Que nuestro Pueblo pueda ser
guiado siempre con buenas homilías en compañía de Jesucristo, cuando Él lleva a los
fieles desde la mesa de la Palabra hasta la mesa de la Eucaristía. [Texto original:
inglés]
S. Em. R. Card. Jean-Louis TAURAN, Archivista y Bibliotecario
de S.R.I. (CIUDAD DEL VATICANO)
Mi intervención hace referencia a la
IIIª parte del Instrumentum Laboris, “Eucaristía en la vida de la Iglesia”, capítulo
IIº, n° 66: “Actitudes de adoración”.
Al menos en el mundo occidental, la genuflexión
se usa cada vez menos. Prácticamente, ya no nos arrodillamos durante la celebración
de la misa. Dado que durante la semana las iglesias suelen estar cerradas, la visita
al SS. Sacramento resulta a menudo imposible.
Sería bueno recordar la importancia
del testimonio de cristianos y comunidades que no dudan en ponerse de rodillas para
dar testimonio de la grandeza y de la cercanía de Dios en la Eucaristía.
Ante
la Eucaristía, el hombre reconoce que tiene necesidad de Otro que le dé nuevas energías
para las batallas de la vida. Un mundo sin adoración sería un mundo únicamente a la
medida del hombre. Un mundo que fuera solamente un mundo de producción, haría la vida
irrespirable. Un mundo sin adoración no sólo es irreligioso, ¡es un mundo inhumano! [Texto
original: francés]
S. Em. R. Mons. William Joseph LEVADA, Arzobispo
Emérito de San Francisco, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (San
Francisco, CIUDAD DEL VATICANO)
Una cierta oposición artificial entre
las homilías de carácter doctrinal y las litúrgicas ha impedido la formación catequética
de los fieles para poder vivir su fe en el mundo de hoy secularizado. Esta falsa dicotomía
se puede superar solamente mostrando que el aspecto doctrinal es el que capta el sentido
más profundo de la Sagrada Escritura, análogamente a cuanto hace la misma liturgia:
hacernos encontrar con Cristo, nuestro Redentor.
Propongo, por tanto, que el
Sínodo haga propia la recomendación (cf. Nº 47) que consiste en pedir que se prepare
un programa pastoral - no para imponerlo, sino para proponerlo a quienes predican
en las celebraciones eucarísticas dominicales - sobre la base de la repartición en
tres años del Leccionario, enlazando la proclamación de la doctrina de la fe a los
textos bíblicos en los que radican esas verdades, y haciendo referencia al Catecismo
de la Iglesia Católica y a su Compendio recientemente publicado. [Texto original:
italiano]
S. Em. R. Card. Péter ERDÓ, Arzobispo de Esztergom-Budapest,
Presidente de la Conferencia Episcopal (HUNGRÍA)
Tal como hemos escuchado
en la intervención del Relator General, el "asombro" por la Eucaristía es una actitud
que corresponde a su santísima realidad. Efectivamente, la actitud de adoración debe
caracterizar ya la modalidad de nuestra participación en la misma celebración eucarística.
La adoración hacia Cristo presente en la Eucaristía, también fuera de la Misa, es
realmente una consecuencia de nuestra fe respecto del misterio celebrado. De este
modo, Dios que es Otro en relación a todo el mundo creado, aunque esté presente en
todas partes en este mundo, se encuentra con el hombre en el modo más intenso en la
santísima Eucaristía. De esta manera, Cristo se convierte en fuente de nuestra vida
cristiana, comunitaria e individual, y de toda la misión de la Iglesia.
Es
un gran valor si una persona desea ardientemente la Comunión en la Iglesia católica,
pero es necesario andar un camino adecuado para llegar a ella: cambiar la propia vida,
recibir el sacramento de la penitencia, etc. Estos pasos se deben dar realmente, objetivamente.
El deseo emocional no basta, recibir la Eucaristía no es algo que se pueda vivir con
mentalidad de consumo.
Parece ser necesario que los sacerdotes y también los
fieles reciban una orientación clara mediante la promulgación de reglas disciplinarias
acerca de estos puntos, como también a propósito de la celebración del sacramento
de la penitencia durante la Misa.
Una consecuencia de la santidad especial
de la Eucaristía es la apertura hacia los pobres. En nuestro país, el momento más
importante que expresa la solidaridad hacia los pobres es la colecta durante la Misa. [Texto
original: italiano]
S. Em. R. Mons. Adrian Leo DOYLE, Arzobispo de
Hobart (AUSTRALIA)
Después de haber leído el Instrumentum Laboris preparado
para este Sínodo, se me ocurrió que falta un reconocimiento enérgico de la maravillosa
aportación de nuestros sacerdotes. En algunos lugares del mundo hoy, incluido mi propio
país Australia, esta vocación sigue siendo un gran reto, a veces mayor que en un pasado
reciente.
Deseo destacar que en el nº 56 del documento se expresa gratitud
hacia los Catequistas. Estoy seguro de que bien se merecen esa gratitud, especialmente
en sitios donde la Iglesia confía tanto en la presencia y la aportación de los Catequistas.
¿No
se podría hacer una afirmación parecida para los muchos miles de sacerdotes que, a
menudo en circunstancias muy difíciles, ejercen un insustituible ministerio con la
celebración de la Eucaristía, tema que el Sínodo ha considerado tan atentamente, como
parte del Año de la Eucaristía?
Muchos sacerdotes ancianos a menudo cargan
con gravosas responsabilidades durante mucho más tiempo que sus coetáneos en la sociedad.
Estos mismos sacerdotes tienen responsabilidades pastorales sobre un número de gente
mucho mayor que en los primeros años de su ministerio sacerdotal. Muchos sacerdotes
hacen viajes de grandes distancias para servir a las comunidades desperdigadas en
el territorio, mientras otros celebran la Eucaristía y los otros sacramentos para
un gran número de personas con poca ayuda. Muchos sacerdotes más jóvenes tienen delante
un futuro que saben ya que está lleno de desafíos por el bajo número de sacerdotes
con los que compartirán su ministerio. [Texto original: inglés]
S.
Em. R. Mons. Anthony MUHERIA, Obispo de Embu (KENIA)
Fue puesto gran
énfasis en las manifestaciones exteriores, a veces en perjuicio de la “interioridad
inexpresiva” del misterio. El desafío para la Iglesia en África es el discernimiento.
La liturgia debe conducir al interior, dentro del misterio. En el discernimiento las
danzas litúrgicas y los otros elementos de la inculturación, es necesario tener en
cuenta su capacidad para conducir hacia dentro del misterio para que puedan ser aptos
para la liturgia. Debe haber espacio para que el misterio pueda hablarnos, de modo
que se tengan ampliamente en cuenta, los aspectos ascendentes- hacia Dios y del aspecto
descendente- santificante del Misterio Pascual. Sólo esta “interioridad-ascendencia”
del aspecto festivo de la Iglesia en África podrá enriquecer de manera auténtica la
celebración del misterio Eucarístico.
La celebración de la Eucaristía como
sacrificio de la Cruz requiere también un enfoque contemplativo. Para tal fin, los
esfuerzos de inculturación en la celebración litúrgica de la Eucaristía deben estar
impregnados por un profundo sentido sacramental, para que los aspectos exteriores
sean una auténtica “exteriorización” del misterio que se celebra. La “creatividad”
en el proceso de inculturación pierde orientación si no posee una profunda compresión
del Misterio. [Texto original: inglés]
S. Em. R. Mons. Tarcisius
Gervazio ZIYAYE, Arzobispo de Blantyre, Presidente de la Conferencia Episcopal (MALAWI)
Hablo
en nombre de la Conferencia Episcopal de Malawi, y me refiero al n. 70 del Instrumentum
Laboris, que aborda el tema de la Eucaristía dominical.
La Eucaristía constituye
el verdadero centro, la fuente y la cumbre de nuestra vida cristiana; sin embargo,
de hecho el 80% de los fieles de Malawi no puede participar de la Eucaristía todos
los domingos. Y no sólo, muchos de ellos no pueden participar ni siquiera una vez
al mes debido a la escasez de sacerdotes. Para la mayoría de nuestros fieles es la
Palabra de Dios la que está verdaderamente presente de forma constante. Tenemos que
promover una participación compartida de la Biblia que ofrezca mejores métodos de
lectura de la Palabra de Dios, como es la “Lectio divina”.
Actualmente el reto
que deben afrontar Malawi y otros países es el de hacer de la Eucaristía lo que es:
el centro de la vida cristiana. ¿Qué podemos hacer para que todos los fieles tengan
la oportunidad de participar en la celebración eucarística todos los domingos? Considerando
la escasez de ministros ordenados ¿cómo podemos hacer para que la Eucaristía esté
en el centro de la vida cristiana?¿Qué podemos hacer para que la Santa Misa sea accesible
a todos los fieles y así proveer a su alimento y a su crecimiento espiritual? La Iglesia
tiene la tarea de encontrar los medios idóneos para afrontar este reto.
Damos
gracias a Dios porque en Malawi tenemos un gran número de vocaciones para el sacerdocio.
La formación de los seminaristas, nuestros futuros sacerdotes que son ministros de
la Eucaristía, tiene una importancia crucial. Sin embargo, nuestro compromiso para
llevar a cabo esta tarea esencial está obstaculizado, a veces, por una seria y crítica
falta de recursos adecuados y eficaces tanto humanos como materiales. Creemos que
un auténtico compromiso para compartir e intercambiar los recursos entre el norte
y el sur puede transformar las condiciones de nuestras comunidades, dotándolas de
sacerdotes bien formados que puedan hacer un servicio pastoral completo para el pueblo
de Dios. Los recursos del norte unidos a los nuestros podrán contribuir a la formación
de nuestros futuros sacerdotes.
La Iglesia necesita muchos sacerdotes con una
buena formación para alcanzar una fructuosa celebración y recepción de la Santa Eucaristía.
Gracias. [Texto original: inglés]