Sínodo: Intervenciones durante la Tercera Congregación General
Miércoles, 5 oct (RV).- A las 9:00 del martes, 4 de octubre de 2005, festividad de
san Francisco de Asís, en presencia del Santo Padre, con el canto de la Hora Tercia,
tuvo lugar la Tercera Congregación General, para continuar con las intervenciones
de los padres sinodales en el Aula sobre el tema sinodal Eucaristía: fuente y cumbre
de la vida y de la misión de la Iglesia. Presidente delegado de turno cardenal Juan
SANDOVAL ÍÑIGUEZ, arzobispo de Guadalajara (México).
En esta Congregación General
que se concluyó a las 12:30 con el rezo del Angelus Domini, estaban presentes 243
Padres.
COMPOSICIÓN DE LA COMISIÓN PARA LA INFORMACIÓN
El secretario
general del Sínodo de los Obispos comunicó la composición de la Comisión para la Información:
Presidente S.E.R.
mons. John Patrick FOLEY, Arzobispo titular de Neapoli de Proconsolare, presidente
del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales
Vicepresidente S.E.R.
mons. Sofron Stefan MUDRY, O.S.B.M., obispo emérito de Ivano-Frankivsk, Stanislav
de los Ucranianos S.E.R. mons. Evaristus Thatho BITSOANE, Obispo de Qacha's Nek,
presidente de la Conferencia Episcopal S.E.R. mons. Luciano Pedro MENDES DE ALMEIDA,
S.I, arzobispo de Mariana S.E.R. mons. Joseph POWATHIL, arzobispo de Changanacherry
de los Siro-Malabareses S.E.R. mons. Frajo KOMARICA, obispo de Banja Luka (Bosnia
y Herzegovina) S.E.R. mons. Arnold OREWAE, obispo coadjutor de Papúa Nueva Guinea
Miembros
ex - ufficio: S.E.R. mons. Nikola ETEROVIĆ, arzobispo titular de Sisak, secretario
general del Sínodo de los Obispos S.E.R. mons. Roland MINNERATH, arzobispo de Dijón
Miembro
y secretario ex - ufficio Prof. Joaquín NAVARRO-VALLS, director de la Oficina de
Prensa de la Santa Sede (CIUDAD DEL VATICANO)
INTERVENCIONES EN EL AULA En
esta Tercera Congregación General intervinieron los siguientes Padres:
- S.
Em. R. mons. Juan Abelardo MATA GUEVARA, S.D.B., obispo de Estelí (NICARAGUA) -
S. Em. R. mons. Paul-André DUROCHER, obispo de Alexandria-Cornwall (CANADÁ) - S.
Em. R. cardenal Javier LOZANO BARRAGÁN, presidente del Pontificio Consejo para el
Apostolado para los Operadores Sanitarios (CIUDAD DEL VATICANO) - S. Em. R. mons.
Geraldo LYRIO ROCHA, arzobispo de Vitória da Conquista (BRASIL) - S. Em. R. mons.
Pedro Ricardo BARRETO JIMENO, S.I., arzobispo de Huancayo (PERÚ) - S. Em. R. cardenal
Jorge Arturo MEDINA ESTÉVEZ, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino
y la Disciplina de los Sacramentos (CIUDAD DEL VATICANO) - S. Em. R. cardenal Cormac
MURPHY-O'CONNOR, arzobispo de Westminster, presidente de la Conferencia Episcopal
(GRAN BRETAÑA (INGLATERRA Y GALES) - S. Em. R. mons. Gerald William WIESNER, O.M.I.,
obispo de Prince George (CANADÁ) - S. Em. R. cardenal Justin Francis RIGALI, arzobispo
de Philadelphia (ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA) - S. Em. R. mons. Clément FECTEAU,
obispo de Sainte-Anne-de-la-Pocatière (CANADÁ) - S. Em. R. cardenal Miguel OBANDO
BRAVO, S.D.B., arzobispo emérito de Managua (NICARAGUA) - S. Em. R. mons. Peter
KANG U-IL, obispo de Cheju (COREA) - S. Em. R. mons. José Trinidad GONZÁLEZ RODRÍGUEZ,
obispo titular de Menefessi, obispo auxiliar de Guadalajara (MÉXICO) - S. Em. R.
cardenal Telesphore Placidus TOPPO, arzobispo de Ranchi (INDIA) - S. Em. R. Card.
James Francis STAFFORD, Penitenciario Mayor (CIUDAD DEL VATICANO) - Revmo. P. Mark
R. FRANCIS, C.S.V., superior general de los Clérigos de San Viatore - S. Em. R.
mons. Laurent MONSENGWO PASINYA, arzobispo de Kisangani, presidente de la Conferencia
Episcopal (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO)
A continuación facilitamos los
resúmenes de las intervenciones:
S. Em. R. mons. Juan Abelardo MATA GUEVARA,
S.D.B., obispo de Estelí (NICARAGUA)
1. UNA REALIDAD DOLOROSA: LA SECULARIZACIÓN,
UNA CULTURA QUE DESHUMANIZA
a. Descomposición social: La secularización
como proceso cultural se ha internado en nuestros ambientes. Está desmantelando el
acervo cultural de nuestro pueblo, algunos signos son ya manifiestos en la realidad
que vivimos: Hay una plaga social que deshumaniza el ambiente y lo vuelve inmoral,
debido al alejamiento de Dios y el rechazo de los principios cristianos. Sutilmente
se han incrustado como algo normal, el alcoholismo, el divorcio, y como males sociales
nos agobian la drogadicción, la pornografía, los asesinatos, la violencia, etc.
b.
La crisis moral: Se ha atacado a la Iglesia, no hay respeto para sus representantes,
quienes constantemente están sometidos a la crítica mordaz y a caricaturas sarcásticas. Por
otra parte, la crisis moral denigra la dignidad de la persona humana. Junto a estos
males, nos invade la propaganda asfixiante de consumo que contrasta con nuestra opacada
realidad, y se nos impone la idolatría del dinero y del placer.
c. Ataques
a nuestra cultura: Esta ideología demoledora está destruyendo la familia y promueve
el placer erótico, desenfrenado, una cultura egoísta que va introduciendo costumbres
ajenas a nuestra cultura, como es la promoción de espectáculos que desacreditan la
dignidad de la mujer e instan al consumo desmedido de alcohol. Esta situación es más
dolorosa para la Iglesia, cuando estas celebraciones, llamadas carnavales, trastocan
las celebraciones religiosas manipulándolas ideológicamente, creando más confusión
y vacío de Dios.
d. Compromiso eclesial: Los daños derivados de la difusión
del secularismo de dichos ambientes, muestran la urgencia de una evangelización audaz
en todos los ambientes sociales, que pueda transformar y humanizar estas estructuras,
de tal manera que vuelvan a su verdadera unidad en Cristo (cf. Ef 1,10; Iglesia en
América 67).
2. UNA HORA PROVIDENTE: LA CELEBRACIÓN DE ESTE AÑO EUCARÍSTICO
a.
La Eucaristía: alimento que da fuerza para el camino En la Eucaristía, como lo
afirma el Concilio Vaticano II, los cristianos encontramos la fuente y la cumbre de
todo cuanto somos. En esta hora providente, el Señor nos invita a contemplar nuestra
realidad y a levantar nuestros ojos a lo alto, para recuperar las esperanzas y el
ánimo de lucha contra todo lo que nos aleja de Dios. El Señor nos exhorta como
al Profeta Elías: "Levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti"
(IRe 19,7). En el sacramento de la Eucaristía encontramos el alimento que nos da las
fuerzas para luchar contra el pecado y el desaliento, la desidia y la falta de esperanza. El
camino es aún demasiado largo y sin este alimento no podríamos resistir las pruebas,
las dificultades y sufrimiento que se nos presentan en la vida diaria.
b. Comunión: El
año Eucarístico nos ha venido invitando a una renovación en el espíritu de comunión,
en la reconciliación y el amor fraterno, en la solidaridad y en el espíritu misionero.
Esto va más allá de un simple evento, de un encuentro celebrativo. Busca una profundización
en lo más íntimo de nuestra vida interior y eclesial. Así pues, la celebración de
este año eucarístico es para nosotros una fuerte llamada a la unidad y la comunión
de toda la Iglesia en Nicaragua, a una vuelta a las raíces de la fe cristiana que
ha hecho fecundar nuestras comunidades. [Texto original: español]
S.
Em. R. mons. Paul-André DUROCHER, obispo de Alexandria-Cornwall (CANADÁ)
La
cruz de Cristo, formada por un tronco y por un viga recuerda las dos dimensiones de
la muerte salvífica de Cristo: vertical, la glorificación del Padre; horizontal, la
salvación de la humanidad. La cruz invita a la comunidad cristiana a unirse a Cristo
de acuerdo a estas dos dimensiones -la alabanza al Padre y la oración por el mundo
- transformando la Eucaristía en una acción litúrgica doxológica y misionera, al mismo
tiempo. En nuestro mundo contemporáneo, buscamos antes que nada la realización personal
y las satisfacciones inmediatas. En tal contexto cultural, se corre el riesgo de reducir
la Eucaristía a la mera dimensión de las propias necesidades y deseos. Es necesario
entonces desarrollar estas dimensiones doxológica y misionera dedicándonos con esmero
al arte de oficiar, poniendo especial atención en las posibilidades de alabanza y
de apertura hacia el mundo ya presentes en el corazón de la liturgia, con la libertad
de desarrollar nuevas fórmulas de oración, nuevos prefacios o un nuevo rito de despedida.
Todo esto con la intención de poner en práctica en la celebración lo que la cruz en
el asta ya simboliza. [Texto original: francés]
S. Em. R. cardenal
Javier LOZANO BARRAGÁN, presidente del Pontificio Consejo para el Apostolado para
los Operadores Sanitarios (CIUDAD DEL VATICANO)
La Eucaristía recibida
como Viático nos da la contemporaneidad con el acontecimiento salvífico en el momento
de la muerte. Significa así vida, comunión y eternidad. Como vida, nuestra muerte
se une en el Viático a la muerte y resurrección de Cristo. Así completamos en nuestro
cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo y entramos en su gloriosa resurrección.
Nuestra vida se torna mérito por los méritos de Cristo, gracias al Espíritu Santo
que da mérito a la virtud y nos entrega el gozo perenne. Como comunión, por el Viático
la muerte deja de ser soledad y se convierte en la máxima compañía: nos da la transparencia
de nosotros mismos, nos une a Cristo centro del Universo y así con todo el Universo,
nos abre a la compañía de toda la Iglesia por la comunión de los santos; nos une con
la Santísima Virgen María, con todos los santos, con todos los miembros de la Iglesia.
Por el Viático llegamos al momento de la recapitulación de todas las cosas en Cristo.
Vencemos la soledad. La soledad en la muerte va en razón inversa de la fe en el Viático.
Como eternidad, por el Viático vencemos la movilidad del deseo en la plenitud del
amor trinitario del que participamos al tener a Cristo como el gozo perenne de llegar
a la plenitud de la participación de la vida divina. [Texto original: español]
S.
Em. R. mons. Geraldo LYRIO ROCHA, arzobispo de Vitória da Conquista (BRASIL)
Hay
celebraciones de la Santa Misa que se transmiten por televisión y que, en algunos
lugares, despiertan serias y graves preocupaciones. Sería de máxima conveniencia que,
acerca de estas cuestiones, se recordara que en la liturgia celebramos el Misterio
Pascual. Por parte de todos debe existir respeto y fidelidad a cuanto establece el
Magisterio de la Iglesia sobre la celebración de la Santa Misa y el Culto Eucarístico,
a fin de que se eviten desviaciones y abusos, sobre todo en las transmisiones televisivas.
Quienes asisten a la Misa por TV deben ser estimulados para participar en la celebración
de la asamblea litúrgica. Que toda celebración tenga siempre un tono orante para que
transparente la dimensión de sacralidad del misterio celebrado. Que se dé valor a
los símbolos litúrgicos, se cuide la expresión artística del espacio de la celebración,
de los objetos, de las vestimentas litúrgicas. El canto y la música deben estar de
acuerdo con la índole propia de la celebración, el tiempo litúrgico y los momentos
de celebración. [Texto original: italiano]
S. Em. R. mons. Pedro
Ricardo BARRETO JIMENO, S.I., arzobispo de Huancayo (PERÚ)
En el mundo
actual hay angustia y decepción ante el fracaso de las esperanzas humanas, ligadas
al medio ambiente y a la pobreza extrema porque "Dios ha sido desterrado de la vida
pública", por eso "la crisis ecológica, no solo es un problema científico y técnico
es también y principalmente ético y moral”. La convicción de la Iglesia es que "la
tecnología que contamina, también puede descontaminar; la producción que acumula,
también puede distribuir equitativamente, a condición de que prevalezca la ética del
respeto a la vida, a la dignidad del hombre y a los derechos de las generaciones humanas
presentes y futuras".
El cambio climático presenta una amenaza seria para la
paz mundial. Es un auténtico “signo de los tiempos” que nos exige una conversión ecológica.
Y la Iglesia tiene una gran responsabilidad en este campo espiritual. En este contexto,
"la Eucaristía, siendo la cumbre a la cual tiende toda la creación, es también la
respuesta a la preocupación del mundo contemporáneo por el equilibrio ecológico".
Como
"fruto de la tierra", el pan y el vino representan la creación que nos es confiada
por nuestro Creador. Por ello la Eucaristía tiene una relación directa con la vida
y la esperanza de la humanidad y debe ser una preocupación constante de la Iglesia
y señal de autenticidad Eucarística."No sólo las personas humanas, sino la creación
entera... espera la recapitulación de todas las cosas, también las de la tierra, en
Cristo”. Como “fruto del trabajo" de la persona humana, En muchas partes del mundo,
como es el caso del territorio de la Arquidiócesis de Huancayo (Perú), el aire, la
tierra y la Cuenca del río Mantaro están seriamente afectados por la contaminación.
La Eucaristía nos compromete a trabajar para que el pan y el vino sean fruto "de la
tierra fértil, pura e incontaminada”. Para ello es necesario hacer cada vez más visible
la "comunión" en el Colegio Episcopal, reunido bajo el Vicario de Cristo y la "colegialidad
afectiva y efectiva", de la cual se deriva la solicitud de nosotros los Obispos por
las otras Iglesias particulares y por la Iglesia universal...", incentivando la participación
de los laicos.
La fe en Cristo resucitado hace que la Eucaristía sea "un proyecto
de solidaridad” para compartir los bienes con los más pobres" y vivir la espiritualidad
eucarística en la Iglesia. [Texto original: español]
S. Em. R. cardenal
Jorge Arturo MEDINA ESTÉVEZ, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino
y la Disciplina de los Sacramentos (CIUDAD DEL VATICANO)
Los tres aspectos
de la Eucaristía, Sacrificio, presencia real y Comunión sacramenta1 no son realidades
yuxtapuestas, sino que se articulan de modo que la realidad matriz es la sacrificia1.
La presencia real da su plena dimensión al Sacrificio eucarístico y la S. Comunión
es la participación en el sacrificio. No puede separarse ninguna de estas realidades
de las otras dos y su conjunto apunta a que toda la vida cristiana esté consagrada
a la gloria de Dios.
Íntimamente unida a la naturaleza sacrificia1 está la
dimensión propiciatoria de la celebración eucarística, tanto en favor de los vivos
como de los difuntos. La liturgia exequia1 mira, ante todo, al sufragio por el alma
del difunto y es un abuso transformar la homilía exequia1 en un elogio de la persona
fallecida. [Texto original: español]
S. Em. R. cardenal Cormac MURPHY-O'CONNOR,
arzobispo de Westminster, presidente de la Conferencia Episcopal GRAN BRETAÑA (INGLATERRA
Y GALES)
Abrigo la sincera esperanza de que nuestro debate se concentre
sobre las implicaciones de la Eucaristía en la comunidad eclesial y su misión en el
mundo. La Relación Final del Sínodo de 1985 eligió como título: Ecclesia sub Verbo
Dei celebrans mysteria Christi pro salute mundi. En este título encontramos, vinculadas,
las cuatro componentes fundamentales del Concilio Vaticano II.
Al hacer referencia
al Sínodo Extraordinario de 1985 quise indicar muy explícitamente uno de los mayores
resultados obtenidos gracias al mismo, es decir, el concentrarse sobre koinonia/comunión
- Ecclesiologia communionis.
Estoy convencido de que una recuperación de la
teología y de la eclesiología de koinonia en sus diversos aspectos es en verdad fruto
de la presencia del Espíritu del Cristo Resucitado en su Iglesia y que esto constituye
un tema de inmenso valor ecuménico.
Es esencial que la relación profunda entre
comunión/koinonia y Eucaristía llegue a ser una característica central de nuestras
discusiones y de cada documento que se produzca en esta asamblea. No podemos reducir
nuestras reflexiones durante este Sínodo a la limitada discusión de normas prácticas
o de indicaciones catequísticas, por importantes que fuesen. Este Sínodo sobre
la Eucaristía nos lleva al corazón de todo lo que el Concilio Vaticano II ha tratado
de decir sobre la Iglesia, sobre el mundo y sobre los destinos de toda la historia
humana en el misterio de la Santísima Trinidad. [Texto original: inglés]
S.
Em. R. mons. Gerald William WIESNER, O.M.I., obispo de Prince George (CANADÁ)
En
la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, el Papa Juan Pablo II indica la celebración
del Año Santo de 2000 como una oportunidad para la Iglesia de analizar hasta qué punto
se ha renovado a la luz de las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
El Concilio
pide clara y repetidamente la participación plena, consciente y activa de los fieles
en la celebración de la liturgia. Esta calidad de participación se pide tanto por
la naturaleza misma de la liturgia, como en virtud del bautismo.
El sacerdocio
real, conferido a los fieles a través del sacramento del bautismo, les exige que ofrezcan,
y les da la posibilidad para que lo hagan, la Víctima divina al Padre, y que se ofrezcan
a sí mismos junto con la Víctima divina.
Como se indica en el Instrumentum
Laboris, muchos no tienen una correcta comprensión de la Eucaristía y, por tanto,
no consiguen participar adecuadamente. Esta breve intervención quiere ser un esfuerzo
para subrayar y afrontar esa cuestión. [Texto original: inglés]
S.
Em. R. cardenal Justin Francis RIGALI, arzobispo de Philadelphia (ESTADOS UNIDOS DE
AMÉRICA)
Hablar de “la Eucaristía, misterio de la fe” (nº 28) es hablar
también de “la Eucaristía: misterio del amor Trinitario”. Es lo mismo cuando se habla
del Sacrificio de Jesús (nº 37). Al hablar de la relación de Jesús con el Padre
en la comunión de la Santísima Trinidad, nosotros hallamos la más profunda explicación
de la Eucaristía, especialmente como sacrificio, un sacrificio renovado en la Eucaristía.
El
amor de Cristo hacia nosotros y el amor del Padre que envió a Su Hijo al mundo para
redimirnos, nos explican en gran medida la Eucaristía. Otros dos aspectos del amor
de Dios son, sin embargo, aún más fundamentales para una comprensión de la Eucaristía
y de todo el sufrimiento de Cristo por nosotros en el Calvario. La Eucaristía fluye
directamente del amor del Hijo de Dios por el Padre, en respuesta al amor eterno con
el que Él es amado por el Padre en el Espíritu Santo.
La proclamación más grande
de Jesús fue el amor que el Padre siente por Él y el amor que Él siente por el Padre.
Jesús dijo “”El Padre ama al Hijo” (Jn 3,35; 5,20). “El Padre me ama” (Jn 10,17).
“Yo amo al Padre” (Jn 14,31).
El sacrificio de Jesús está motivado por Su amor
por el Padre y Su obediencia hacia el Padre. El Calvario y la Eucaristía, que repite
y renueva el Calvario, expresan el intercambio de amor entre el Padre y el Hijo en
el Espíritu Santo. La Resurrección es la respuesta de amor del Padre al sacrificio
de Cristo y la más grande proclamación de Su amor eterno hacia Su Hijo. Como el misterio
de la fe, la Eucaristía es, sobre todo, el misterio del amor Trinitario. [Texto
original: inglés]
S. Em. R. mons. Clément FECTEAU, obispo de Sainte-Anne-de-la-Pocatière
(CANADÁ)
Con razón el documento sometido al estudio de la presente asamblea
del Sínodo recomienda que se insista en que Cristo Jesús está realmente presente en
el Sacramento de la Eucaristía. En el número 38 de la Instrumentum Laboris se invita
a la presente asamblea Sinodal a que afirme de nuevo que «la presencia permanente
y sustancial del Señor en el Sacramento no es tipológica o metafórica ».
En
este sentido es justo que se pida «explicar la teología de la consagración » para
facilitar el diálogo ecuménico, así como para facilitar su comprensión a los propios
católicos. También sería oportuno pedirle a los especialistas que desarrollen un lenguaje
más adecuado para la catequesis de este gran misterio.
Con frecuencia se
observa que la Eucaristía se considera algo estático, cuando, más bien, se trata de
una realidad dinámica. La Eucaristía no es sólo la persona de Cristo - no solamente
presente -, sino una acción constante y permanente de sacrificio aunque se presente
bajo la forma de memorial.
Es de esperar que los especialistas sugieran también
un nuevo lenguaje sobre este aspecto de manera que los pastores, los catequistas y
los fieles lleguen a comprender más profunda y auténticamente la presencia del Señor
en la Eucaristía.
El acto de adoración, es decir, la actitud interior de la
adoración, constituye el lugar donde culmina la expresión de la fe ante la presencia
del Señor en el Santísimo Sacramento. Sería necesario, sin embargo, evitar la interpretación
de esta afirmación ya que las celebraciones de la adoración, fuera del contexto de
la misa, no representan una expresión de fe más grande que ésta.
Esperamos
que en esta asamblea sinodal se profundice en el tema de la Adoración Eucaristía,
con el compromiso de renovar esta práctica, explicando su sentido y ofreciendo textos
y oraciones adecuados para apoyar a las personas que no tienen todavía la costumbre
de la oración espontánea. [Texto original: francés]
S. Em. R. cardenal
Miguel OBANDO BRAVO, S.D.B., arzobispo emérito de Managua (NICARAGUA)
Jesús
nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por tanto, de la transformación
del mundo, es el mandamiento nuevo del amor.
El comportamiento de la persona
es plenamente humano cuando nace el amor y está ordenado al amor. Esta verdad vale
también en el ámbito social: es necesario que los cristianos sean testigos profundamente
convencidos y sepan mostrar, con sus vidas, que el amor es la única fuerza que puede
conducir a la perfección personal y social y mover la historia hacia el bien. Para
plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar
el amor en la vida social -a nivel político, económico, cultural-, haciéndolo la norma
constante y suprema de la acción.
Sólo la caridad puede cambiar completamente
al hombre. Semejante cambio no significa anular la dimensión terrena en una espiritualidad
des encarnada. Quien piensa conformarse a la virtud sobrenatural del amor sin tener
en cuenta su correspondiente fundamento natural, que incluye los deberes de la justicia,
se engaña a sí mismo. La caridad representa el mayor mandamiento social. Respeta al
otro y sus derechos.
Pero la caridad tampoco se puede agotar e la dimensión
terrena de las relaciones humanas y sociales, porque toda su eficacia deriva de la
referencia a Dios.
No se puede .hablar Eucaristía sin fraternidad. Al menos
sin una actitud de apertura, una voluntad de unión y entrega mutua.
En la celebración
Eucarística, se acumulan elementos de fraternidad (el Padrenuestro, el gesto de la
paz, la fracción del mismo pan). Es, sencillamente, querer subrayar el aspecto "horizontal"
de nuestra comunión. [Texto original: español]
S. Em. R. mons. Peter
KANG U-IL, obispo de Cheju (COREA)
La razón por la cual hoy día se olvida
la belleza, la luz y el valor de la Eucaristía no depende sólo del hecho de que no
sigamos las normas, sino que más bien se debe a la secularización de la cultura moderna,
materialista y hedonista. Toda la sociedad está influida por estas imágenes y, con
el paso del tiempo, el pueblo en general se vuelve indiferente al “misterio”.
Por
lo que se refiere a la Iglesia en Corea, la participación de los niños en la Eucaristía
desciende drásticamente con el aumento de la edad. Los niños que no van a Misa dicen
que es porque la Misa es demasiado tediosa y poco interesante. Lo afirman también
los adultos, y como la encuentran muy aburrida, no se sienten motivados a participar.
Nuestra prioridad, por tanto, debe ser la de motivar e incrementar en el corazón de
los católicos el deseo y el anhelo de participar en la Eucaristía.
Hasta ahora,
no se ha creado una relación personal demasiado profunda entre los católicos en el
ámbito de la estructura parroquial. Pero en los últimos años los fieles asiáticos
han ido construyendo un sentido de comunión con sus hermanos y hermanas en la fe,
gracias a las Small Christian Communities (Pequeñas Comunidades Cristianas). Las personas
que tienen experiencia de este sentido de comunión con el prójimo están más preparadas
para profundizar su sentido de comunión en el contexto de la Eucaristía. Desde este
punto de vista, la animación de las Pequeñas Comunidades Cristianas representa un
instrumento excelente para ayudar a los fieles a comprender más profundamente el valor
de la Eucaristía y a participar más plenamente en su celebración.
Para transmitir
al pueblo moderno el misterio eucarístico, no es suficiente aplicar estrictamente
las normas y los reglamentos relativos a la celebración del Sacramento. Por nuestra
parte, nosotros Obispos tenemos que buscar más activamente vías que faciliten a los
católicos de hoy la experiencia del valor auténtico de la Eucaristía, de la plena
participación en ella, y de la alegría que infunde. [Texto original: inglés]
S.
Em. R. mons. José Trinidad GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, obispo titular de Menefessi, Obispo
auxiliar de Guadalajara (MÉXICO)
La justicia unida a la caridad a las que
nos urge la Eucaristía nos proyectan a un amor activo, concreto y eficaz con cada
ser humano que no debe faltar en nuestro estilo eclesial de vida cristiana y en nuestros
programas de pastoral. Porque, si verdaderamente hemos partido de la contemplación
del Cristo eucarístico, "tenemos que saberlo descubrir, sobre todo, en el rostro de
aquellos con los que Él mismo ha querido identificarse, cuando dijo 'he tenido hambre
y me habéis dado de comer'....(Mí. 25;" 35-36). Esta página evangélica no es una simple
invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de
Cristo. Sobre esta página la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo,
no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia", declaró Su Santidad Juan Pablo II (Novo
Millennio Ineunte, 49).
El presente Sínodo nos ofrece una ocasión magnífica
para hacer efectivo el compromiso eucarístico en el gozo de proclamar que, sobre todo,
en la Eucaristía, "El Salvador, encarnado en el seno de María, hace veinte siglos,
continúa ofreciéndose a la humanidad como fuente de vida divina" (Tertio Millennio
Adveniente, 55), y para recordamos que ofrecer, de verdad, el sacrificio de Cristo
implica continuar este mismo sacrificio en una vida de entrega a los demás. Así,
pues, Jesús, Pan de vida, nos impulsa a trabajar para que no falte a nadie y a ninguna
nación ese pan que todavía falta a muchos:
- El pan de paz y de justicia, allí
donde hay guerras y no se respetan los derechos del hombre, de la familia y de los
pueblos. - El pan de la Palabra de Dios, allí donde todavía Cristo, Pan de Vida,
no ha sido anunciado y los hombres están privados del alimento y de la bebida que
sacia el hambre y la sed del espíritu. - El Pan de la verdadera libertad, allí
donde no tiene vigencia todavía una justa libertad religiosa para profesar y proclamar
abiertamente la propia religión. - El Pan de la fraternidad, donde no se reconoce
y practica el sentido de la comunión universal en la paz y la concordia. - El pan
de la unidad, especialmente entre los cristianos, todavía divididos, pero en camino
de participar del mismo Pan y del mismo cáliz, en orden a dar testimonio de unidad,
a fin de que el mundo crea. [Texto original: español]
S. Em. R. cardenal
Telesphore Placidus TOPPO, arzobispo de Ranchi (INDIA)
La Iglesia local
del territorio tribal del interior de la India, cuenta actualmente más de dos millones
de fieles, representando indudablemente una de las historias más bellas sobre los
éxitos de la misión de la Iglesia católica. En sólo treinta años, la Archidiócesis
de Ranchi ha creado 12 diócesis, ordenando 23 obispos, centenares de sacerdotes y
millares de religiosos. Atribuyo todo este dinamismo y crecimiento a nuestra devoción
especial en la Eucaristía. Ésta forma nuestra propia‘identidad’. Desde que los grupos
étnicos han recibido el Evangelio, la ‘presencia real’ del Señor resucitado en la
Eucaristía les ha hecho libres, les ha ofrecido la salvación, transformándoles en
una ‘nueva creación’ en Cristo.
Por tanto, deseo llamar la atención de este
Sínodo sobre el “aspecto salvífico” de la Eucaristía, y compartir con ustedes lo que
la fe cristiana ha hecho por nosotros. Antes que nada existe la realidad del amor
de Dios, simbolizada - en la tradición católica - por la imagen del Sagrado Corazón
que nos conduce directamente al Misterio Pascual y a la Eucaristía (cfr. Jn 19, 34).
Es
ésta la realidad de la ‘anamnesis’, es decir, que la fe de la Iglesia hace que el
Misterio Pascual de nuestro Salvador Jesucristo esté espiritualmente presente entre
los fieles. Esto nos lo ha enseñado nuestro fundador, el misionero Constant Lievens.
Más recientemente, nuestro amado Papa de venerada memoria Juan Pablo II, junto a la
Beata Madre Teresa de Calcuta, han destacado esta realidad de participación en la
Eucaristía. Actualmente, los cristianos de nuestros territorios tribales del interior
tienen puesta toda su confianza en el hecho de que la muerte salvífica y la resurrección
de Jesús ha despojado de su fuerza a los principados y las potestades del mundo, y
ha destruido su poder (cfr. Col 2, 14-15). En esta experiencia de fe de nuestro pueblo,
la Eucaristía ha realizado un cambio ejemplar alejándolo de los sacrificios de sangre
de un tiempo, con el cual se trataba de aplacar a los llamados “espíritus malignos”,
orientándolo hacia la nueva y eterna alianza establecida por Jesucristo.
Además,
existe la realidad de la “admirabile Commercium”, a través de la cual “participamos
de la divinidad de Cristo que ha sido humillado para compartir nuestra humanidad”.
Esta realidad no implica simplemente la salvación, sino un “maravilloso intercambio”,
es decir una trasformación en “herederos de Dios” y “co-herederos con Jesucristo”.
Por esto, los fieles han sido verdaderamente liberados de todos los vínculos y han
recibido la “libertad de los hijos de Dios”.
Este Sínodo providencial debe
guiar a todos los cristianos para que participen de la Eucaristía con una nueva intensidad
y profundidad de fe. ¡Que la intercesión de María, “Mujer de la Eucaristía”, nos
conceda la salvación constante del mundo, la verdadera liberación y la abundancia
de la vida gracias a su Hijo, Jesucristo, Pan de vida! [Texto original: inglés]
S.
Em. R. card. James Francis STAFFORD, penitenciario mayor (CIUDAD DEL VATICANO)
Mis
reflexiones se basan en el misterio pascual celebrado en la Eucaristía. Por mi servicio
a la Iglesia como Penitenciario Mayor y, por lo tanto, por mi experiencia en la actividad
de la Penitenciaría Apostólica, querría ante todo subrayar la importancia actual del
nexo entre Eucaristía y Penitencia.
1. Toda la vida y la misión de la Iglesia
deriva en su razón de ser y su vigor de la Eucaristía y está totalmente orientada
a hacer presente en la historia de la humanidad la eficacia salvífica del misterio
de la muerte y resurrección de Cristo. Al cumplir el mandato de Cristo ("Haced esto
en recuerdo mío" [Lc 22,19]), la Iglesia se reconoce como el pueblo de los redimidos,
de los salvados, de los reconciliados con el Padre en la sangre del Hijo. Al mismo
tiempo la Iglesia se reconoce como el nuevo pueblo de Dios, peregrino que experimenta
las tentaciones y las insidias del camino, y también la infidelidad de sus miembros.
De ello deriva una constante exigencia de conversión y una necesidad permanente de
reconciliación. 2. La vida cristiana, por tanto, es auténtica cuando se vive
en actitud de continua conversión personal y comunitaria, que tiene su expresión más
alta en el signo de la reconciliación sacramental. Renovar la alianza de amistad con
Dios no es sólo una decisión íntima del cristiano penitente, sino que requiere un
signo reconocido por y en la comunidad eclesial, en la persona del ministro, porque
el pecado ha roto el vínculo de amistad con el Señor y con la Iglesia. La participación
en el banquete eucarístico con los hermanos comporta, como condición ineludible, un
signo público de reconciliación.
3. Concluyo mi intervención con una recomendación:
es de esperar que cada diócesis cuente con la presencia del canónigo penitenciario
o al menos con un sacerdote que desempeñe la misma función, tal como está previsto
en el canon 508 del Codex Juris Canonici. Son ellos los que pueden ayudar a los confesores
en su delicado ministerio e instruirlos sobre sus eventuales recursos a la Penitenciaría
Apostólica. Es un servicio precioso a favor de la serenidad de la conciencia de muchos
fieles, como testimonia el trabajo cotidiano de la misma Penitenciaría Apostólica. [Texto
original: italiano]
Revmo. P. Mark R. FRANCIS, C.S.V., superior general
de los Clérigos de San Viatore
Quisiera comentar el artículo 8 de la Instrumentum
Laboris ya que refleja una de las debilidades que veo en el enfoque de todo el documento,
debilidades tanto teológicas como pastorales. Al subrayar la importancia de la adoración
de Cristo en sus dos elementos eucarísticos, el documento parece atribuir la misma
importancia a la celebración litúrgica en sí y a la expresión de piedad popular hacia
la Eucaristía. Esto parece conducirnos a algunas afirmaciones restrictivas. Por ejemplo,
en el artículo 8 se puede leer que la presencia de Cristo «constituye el fundamento
del sacramento». Éste es un modo incompleto y pobre de entender la finalidad de la
Eucaristía. Se trata aquí de la res sacramenti o res tantum de la teología sacramental
escolástica del Concilio de Trento que, como fuente autorizada, la ha descrito de
manera mucho más exhaustiva como comunión del creyente con Cristo y como prueba de
la gloria futura. Cristo está realmente presente en la Eucaristía no sólo por estar
presente, sino por tener un efecto de transformación en el creyente. Este hecho está
subrayado en muchas oraciones que según el Misal Romano se hacen después de la comunión.
Esto constituye una parte importante del redescubierto fundamento neumatológico de
la Eucaristía en el Rito Latino, anunciado por la epiclesis de la comunión de las
“nuevas” oraciones Eucarísticas: por ejemplo, la Oración III: “Spiritu eius Sancto
repléti, unum corpus et unus spiritus inveniamur in Christo”.
Considero que
el documento debería poner mayor énfasis en la enseñanza eucarística tradicional de
la Iglesia: la adoración del Santísimo Sacramento procede de la misma Misa y a ésta
vuelve a conducir. Las palabras puestas al principio de los praenotanda de los Ritos
de la Santa Comunión y Adoración de la Eucaristía fuera de la Misa (Eucharistiae Sacramentum)
habrían podido ser evocadas útilmente: “Finalidad primaria y originaria de la conservación
de la Eucaristía fuera de la misa es la administración del viático; finalidades secundarias
son la distribución de la comunión y la adoración de nuestro Señor Jesucristo, presente
en el sacramento” (ES 5). Esto también es coherente con el modo en el cual el Concilio
de Trento afrontó la Adoración Eucarística fuera de la Misa: la Eucaristía fue instituida
por Cristo... “ut sumatur” para que pudiera ser recibida; en segundo lugar, que ésta
sea justa y oportunamente adorada en el sacramento conservado en el tabernáculo (Cfr.
Sessio XIII, Caput V).
Esto no significa, de ninguna manera, negar el valor
de la exposición de la Eucaristía y otras prácticas eucarísticas populares de la Iglesia
Latina. Simplemente, considero que sea necesario un mayor reconocimiento de la acción
de la Eucaristía, una acción que es, como afirma el Sacrosanctum Concilium, “Attamen
Liturgia est culmen ad quod actio Ecclesiae tendit et simul fons unde omnis eius virtus
emanat” (SC 14).
Al enfatizar el momento de la celebración de la Eucaristía,
tanto en la Liturgia de la Palabra como en la Liturgia Eucarística, me parece que
se podría reforzar otro punto débil del documento, es decir, la falta de atención
real a las modalidades prácticas con las cuales mejorar lo que el IL llama la ars
celebrandi (52). Si el Sínodo quisiera tener un efecto positivo en la vida Eucarística
del creyente, es necesario que en la instrucción de los seminarios y en los programas
de educación permanente para sacerdotes y diáconos, se dé mayor importancia a los
instrumentos prácticos que sirven para preparar e impulsar una mejor comprensión de
las Sagradas Escrituras en los sacerdotes, a preparar homilías que proclamen verdaderamente
la Buena Noticia y a cultivar un estilo eficaz en la celebración. Por ejemplo ¿cuántos
de nuestros seminarios se dedican a los problemas prácticos de la predicación y del
modo de presidir la liturgia? Como Superior General, al revisar la formación de los
seminarios de mis candidatos al sacerdocio en los catorce países en los que realiza
actividades mi comunidad, mi impresión es que se les transmite poco sobre la homilía
o la forma de presidir las liturgias. Indudablemente hay factores sociológicos y de
otro tipo que se oponen a la participación de los fieles cristianos en la Misa. Pero,
en muchos países, más que atribuirle fácilmente la culpa del bajo porcentaje de quien
asiste a Misa a la falta de fe de nuestros católicos y a la secularización de la sociedad,
tenemos que reconocer con tristeza que ello se debe más bien al producto de una mala
predicación, asociada a celebraciones eucarísticas poco preparadas y realizadas mediocremente
que, con frecuencia, aleja a las personas válidas de la Iglesia. [Texto original:
inglés]
S. Em. R. mons. Laurent MONSENGWO PASINYA, arzobispo de Kisangani,
presidente de la Conferencia Episcopal (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO)
Hablo
en nombre de la Conferencia episcopal nacional del Congo (CENCO).
Mi intervención
trata de los efectos espirituales y las implicaciones sociales de la Eucaristía (Instrumentum
Laboris, nº 11 y 79).
1. En un país como el nuestro, la República Democrática
del Congo, donde desde hace nueve años el pueblo empobrecido vive los horrores de
una guerra injusta e inútil, la Eucaristía, celebrada siempre tanto en una atmósfera
de fiesta y de alegría, como con la preocupación de la inculturación, constituye para
los fieles:
-un hogar ardiente de caridad, donde se aprende el valor incomparable
de la vida y el precio inestimable del amor de Aquél que ama tanto la vida, que opta
libremente por la muerte, para dar la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). -un lugar
donde se edifica continuamente la Iglesia-familia de Dios, sacramento de unidad y
de fraternidad, de perdón, de reconciliación y de paz (cf. SCEAM, Carta pastoral “Cristo
es nuestra Paz (Ef 2,14)”, Accra, 2001); - una fuente inagotable de consuelo, de
confortación y de resistencia en las pruebas y sufrimientos asociados a la Cruz y
a la Resurrección de Cristo (cf. 2 Tm 2,11-12a); - una escuela de humildad colectiva,
donde en cuanto pueblo, se experimenta el misterio pascual de purificación a través
de la sumisión y la humillación: vía principal hacia la resurrección y la elevación
tanto espiritual como material.
2. Por lo que se refiere a la Eucaristía, la
teología enseña que los efectos espirituales de la Eucaristía en la vida de los fieles
son la incorporación a Cristo y la concorporación entre los miembros de su cuerpo,
también llamada koinonia: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión
con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?
Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos: pues todos participamos
de un solo pan” (1Co 10, 16-17; cf. Ecclesia de Eucharistia, nº 22-24; Instr. Laboris
nº 11). Esta es la gracia sacramental propia de la Eucaristía.
3. Por otro
lado, en la celebración eucarística, decimos: “Bendito eres tú, Señor Dios del universo
que nos das el pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre”... “que nos das este
vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre” (Ofertorio). Es decir, la Eucaristía
recapitula la riqueza y la pobreza del mundo, pobreza que subraya con fuerza la pobreza
de las especies eucarísticas. La Eucaristía “hace que todo tenga a Cristo por cabeza”
(cf. Ef 1,10), toda la humanidad en su productividad y en su pobreza, es decir, el
mundo de los ricos y el de los pobres. Así pues, la recapitulación (anakephalaiôsis)
de la economía de la salvación implica la de la humanidad-familia en su vida cotidiana
y social. Es la salvación integral y la liberación verdadera en Cristo, centro y cumbre
de la Historia, Alfa y Omega.
4. Es por eso que la Eucaristía cotidiana tiene
que convertirse para los discípulos de Cristo en una invitación apremiante a construir
un mundo más fraternal y más unido, más justo y solidario. En particular, y aprovechando
los beneficios de la Eucaristía cotidiana, la Iglesia tiene que invitar a los expertos
en economía y finanzas, como también a los cristianos que toman decisiones geopolíticas,
a trabajar incesantemente para instaurar un nuevo orden económico mundial, en el cual
la solidaridad y la repartición deben superar el aspecto humanitario, a menudo vinculado
a intereses políticos, para pasar a ser una dimensión intrínseca al mismo sistema.
De esta forma, la cancelación, muy apreciada, de la deuda exterior de los países más
pobres, iniciativa de los más afortunados, reclama, a su vez, un examen más profundo
de nuevos mecanismos capaces de evitar desde ahora a esos mismos países endeudamientos
de esa entidad. [Texto original: francés]