Miércoles, 5 oct (RV).- El mundo está envejeciendo. En los próximos 50 años se va
casi a cuadriplicar el número de personas de edad, pasando de unos 600 millones a
casi 2.000 millones. Hoy día una de cada 10 personas tiene 60 años o más y para 2050
se estima que una de cada cinco personas será una persona de edad por lo que se prevé
que para 2150 una tercera parte de la población del mundo tenga 60 años o más.
Ante
estas cifras, la Asamblea General de Naciones Unidas, designó el 1 de octubre Día
Internacional de las Personas de Edad, para solicitar contribuciones destinadas al
Fondo Fiduciario de las Naciones Unidas para el Envejecimiento, el cual apoya proyectos
en beneficio de los ancianos en países en desarrollo. El Fondo Fiduciario se estableció
como parte de la aplicación del Plan de Acción Internacional sobre el Envejecimiento,
aprobado en la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento celebrada en Viena en 1982.
Precisamente,
Benedicto XVI hizo un llamamiento a los jóvenes de todo el mundo para que no dejaran
solos a los ancianos durante su homilía del domingo 21 de agosto en la explanada del
Campo de María de Colonia (Alemania) con motivo de la XX Jornada Mundial de la Juventud.
“Existen hoy muchas formas de voluntariado, modelos de servicio mutuo, de los cuales
justamente nuestra sociedad tiene necesidad urgente –señalaba el Papa en aquella ocasión-
No debemos, por ejemplo, abandonar a los ancianos en su soledad, no debemos pasar
de largo ante los que sufren. Si pensamos y vivimos en virtud de la comunión con Cristo,
entonces se nos abren los ojos. Entonces no nos adaptaremos más a seguir viviendo
preocupados solamente por nosotros mismos, sino que veremos dónde y cómo somos necesarios
–exhortaba el Santo Padre- Viviendo y actuando así nos daremos cuenta bien pronto
que es mucho más bello ser útiles y estar a disposición de los demás que preocuparse
sólo de las comodidades que se nos ofrecen”.
A través de estas palabras el
Obispo de Roma quiso dar un mensaje de solidaridad al mundo de hoy, en el que los
jóvenes son la gran esperanza, sobre todo teniendo en cuenta que ellos son el futuro
del mañana.
Sobre la realidad que presenta el mundo de los ancianos, el Pontificio
Consejo para los Laicos publicó en 1998 un documento titulado “La dignidad del anciano
y su misión en la Iglesia y en el mundo”, en el que se ponía de relieve algunos de
los problemas de los ancianos, como son la soledad, la asistencia, la ocupación, la
formación y la participación”. En las conclusiones del dicho documento se señalaba
el deber de todos de “caminar con los ancianos, tenerlos en cuenta”. En este sentido
se ponía como ejemplo a Juan Pablo II, “gran testigo, también en esto, para el hombre
actual”. El Papa –se lee en el documento del Pontificio Consejo para los Laicos- vivía
su vejez con extrema naturalidad. Lejos de ocultarla, la puso al servicio de los ojos
de todos. Con serena sencillez, dijo de si mismo: “Soy un sacerdote anciano”, viviendo
la propia vejez en la fe, al servicio del mandato que le fue confiado por Cristo.
Y
es que, el camino que tienen que recorrer los ancianos, si está acompañado de una
pastoral atenta a las distintas necesidades y carismas, abierta a la participación
de todos y dirigida hacia la valorización de las capacidades de cada cual, representará
una riqueza para toda la Iglesia.