Audiencia general: el Papa advierte contra la idolatría, expresión de una religiosidad
desviada y engañosa, y contra la tentación del hombre de "alcanzar la salvación mediante
la riqueza, el poder, el éxito"
Miércoles, 5 oct (RV).- Un miércoles más, Benedicto XVI ha presidido la Audiencia
General en la Plaza de san Pedro. Estaban presentes alrededor de 50 mil peregrinos
procedentes de todo el mundo. El Santo Padre esta vez ha reflexionado sobre el Salmo
134, “Sólo Dios es grande y eterno”. De este Salmo el Papa ha manifestado que es un
canto de tonalidad pascual, y que se nos ofrece en la liturgia de las Vísperas en
dos parágrafos distintos. El que hemos escuchado comprende la segunda parte, sellada
por el aleluya, la exclamación de alabanza al Señor que había abierto el Salmo.
Después
de haber conmemorado en la primera parte del himno el evento del Éxodo, ahora el Salmista
confronta de manera incisiva dos diversas visiones religiosas. La suya es una presencia
eficaz y salvífica; el Señor no es una realidad inmóvil y ausente, es una persona
viva que “guía” a sus fieles, “conmovido por piedad” de ellos, sosteniéndoles con
su potencia y su amor.
Por otro lado, ha explicado Benedicto XVI, emerge la
idolatría, expresión de una religiosidad desviada y engañosa. En efecto, el ídolo
no es más que una “obra de las manos del hombre”, un producto de los deseos humanos;
y por lo tanto incapaz de superar los limites de las criaturas. El destino de quién
adora esta realidad muerta es el de convertirse como ella, es decir, impotente, frágil,
inerme.
El Salmo 134, después de esta meditación sobre la verdadera y la falsa
religión, sobre la fe auténtica en el Señor del universo y de la historia y sobre
la idolatría, concluye con una bendición litúrgica que pone en escena una serie de
figuras presentes en el culto practicado en el templo de Sión. De toda la comunidad
recogida en el templo, ha manifestado el Papa, sube a Dios creador del universo y
salvador de su pueblo una bendición coral, expresada en la diversidad de las voces
y en la humildad de la fe. La liturgia es el lugar privilegiado para la escucha de
la Palabra divina, ha afirmado Benedicto XVI, que pone de manifiesto los actos salvíficos
del Señor, pero es además el ámbito en el que asciende la oración comunitaria que
celebra el amor divino. Dios y el hombre se encuentran en un abrazo de salvación,
que encuentra su cumplimiento en la celebración litúrgica.
Benedicto XVI ha
finalizado su catequesis comentando los versículos del Salmo concernientes a los ídolos
y a la similitud que asumen con aquellos que confían en ellos, haciendo hincapié en
lo que san Agustín hace observar al respecto.
Este ha sido el resumen que
de su catequesis ha hecho el Santo Padre para los peregrinos de nuestra lengua presentes
en la Plaza de san Pedro:
El salmo
que hemos escuchado es una meditación sobre la verdadera y la falsa religión, sobre
la fe genuina en el Señor de la historia, por un lado, y sobre la idolatría, por otro.
Presenta a Dios como un ser vivo y personal, que con la fuerza de su amor guía y sustenta
a sus fieles. La idolatría, por el contrario, manifiesta una religiosidad desviada
y engañosa. Un ídolo es sólo “obra de las manos del hombre”: tiene apariencia humana
pero no tiene vida. Este salmo expresa la tentación del hombre de alcanzar
la salvación con la “obra de sus manos”, mediante la riqueza, el poder, el éxito.
Quienes adoran estas realidades inertes, dice san Agustín, se convierten, en su interior,
en algo semejante a ellas: son como los ídolos que adoran, incapaces de oír y de ver.
Saludo
con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a las peregrinaciones
de la República Dominicana, con el Señor Cardenal Nicolás de Jesús López, de Santiago
de los Caballeros, con su Arzobispo, Ramón de la Rosa, y de la diócesis de David,
con su Obispo José Luis Lacunza. También saludo a las Hermanas Capitulares de la Compañía
de Santa Teresa, alentándolas a seguir las genuinas indicaciones del Espíritu Santo
en sus deliberaciones. Invito a todos rechazar la seducción de los ídolos y a seguir
con gozo al Dios de la vida, que nos ama y se compadece de nosotros. Gracias
a todos por vuestra visita.
Benedicto XVI en su saludo a los peregrinos
polacos ha recordado que han transcurrido seis meses de la muerte de su querido predecesor,
el Papa Juan Pablo II. Todo su magisterio, ha dicho, y todo el testimonio de su vida
son para nosotros importantes y actuales. Al rezo del rosario, encomiendo su causa
de beatificación.
Dirigiéndose en italiano a los peregrinos de las diócesis
de Terni Narni Amelia, de la región de Umbria, el Papa les ha recordado que después
de muchos siglos el testimonio de amor y de paz dados por San Benito y san Francisco,
originarios de esta tierra, es todavía actual: Italia, Europa y el mundo tienen necesidad
de ellos”.
Y como siempre el Pontífice al final ha saludado a los enfermos,
a los recién casados y a los jóvenes, de manera particular a los representantes de
los grupos juveniles de la Adoración Eucarística, presentes en Roma de varias Naciones,
para un congreso sobre la Eucaristía. El luminoso ejemplo de san Francisco de Asís,
del que celebramos ayer su memoria, os lleve a vosotros, estimados jóvenes, a poner
a la Eucaristía en el centro de vuestra vida personal y comunitaria, aprendiendo a
vivir de la fuerza espiritual que de ella brota. A vosotros, queridos enfermos, os
sirva para afrontar el sufrimiento con valentía, encontrando en Cristo crucificado
serenidad y consuelo. Y a vosotros, recién casados, que su ejemplo os conduzca a un
amor profundo hacia Dios y entre vosotros, en la experiencia cotidiana de la alegría
que emana de la recíproca donación abierta a la vida.