2005-10-04 11:52:59

Sínodo: Benedicto XVI reflexiona sobre la necesidad de un corazón humilde que no se sienta superior, sino un instrumento de ayuda recíproca


Martes, 4 oct (RV).- “Nuestra función como instrumentos de Dios exige mucha humildad y amor”. Benedicto XVI ofreció unas reflexiones al inicio de los trabajos sinodales, en las que insistió en la necesidad de encontrar la propia integridad a través de un corazón humilde que no se sienta superior o mejor que los demás, sino un instrumento de ayuda recíproca.

El Papa habló también de la corrección fraterna como obra de misericordia, como un acto de amor que busca ofrecer un complemento, una ayuda para vernos mejor, para corregirnos. Porque una de las funciones de la colegialidad, como dijo el Santo Padre “es la de ayudarnos a conocer la lagunas que no queremos ver: no es fácil ver los propios defectos y los otros los ven mejor que nosotros".

En este sentido, y más concretamente el Papa prosiguió diciendo que "la corrección fraterna sirve para que seamos más abiertos, para que cada uno pueda encontrar la verdad, su integridad como instrumento de Dios. Todo ello exige humildad para no considerarnos superiores a los demás, sino para ayudarnos recíprocamente".

De esa forma, "podemos ayudarnos con un gran acto de amor, acto de afecto colegial verdadero. Cuando una persona está desesperada, no sabe como salir adelante, necesita consuelo, necesita que alguien esté con él, que le aliente, que tome el papel del Espíritu Santo consolador”.

"Esta es una invitación a que nosotros mismos llevemos a cabo la obra del Espíritu Santo paráclito". ¿Cómo podemos hacerlo -se preguntó Benedicto XVI- si no compartimos la misma fe que ninguno de nosotros ha inventado, sino que es la fe de la Iglesia?"

"La fe es el fundamento común sobre el que estamos trabajando", y en palabras de San Pablo, "hay una invitación a permanecer siempre en este fundamento que nos precede, a tener esta fe común. Cada uno debe vivir la fe, explicó, "según su característica original, pero sabiendo siempre que esta fe nos precede”.

En otro momento, el Pontífice invitó a los presentes a ser sensibles a la presencia del Señor que llama a nuestra puerta. “No hacer oídos sordos, porque los oídos de nuestro corazón están talmente llenos de ruidos del mundo que no podemos sentir esta silenciosa presencia que llama a nuestras puertas. Debemos reflexionar sobre nuestra disponibilidad a abrir las puertas de nuestro corazón. ¿O es que está tan lleno de otras cosas que no hay espacio para el Señor y por el momento no tenemos tiempo para Él?”

El Santo Padre concluyó alentando a los participantes en el Sínodo a ser "instrumentos de Cristo" y a "entrar en los pensamientos y en los sentimientos del Señor".







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