Sínodo: Benedicto XVI reflexiona sobre la necesidad de un corazón humilde que no se
sienta superior, sino un instrumento de ayuda recíproca
Martes, 4 oct (RV).- “Nuestra función como instrumentos de Dios exige mucha humildad
y amor”. Benedicto XVI ofreció unas reflexiones al inicio de los trabajos sinodales,
en las que insistió en la necesidad de encontrar la propia integridad a través de
un corazón humilde que no se sienta superior o mejor que los demás, sino un instrumento
de ayuda recíproca.
El Papa habló también de la corrección fraterna como obra
de misericordia, como un acto de amor que busca ofrecer un complemento, una ayuda
para vernos mejor, para corregirnos. Porque una de las funciones de la colegialidad,
como dijo el Santo Padre “es la de ayudarnos a conocer la lagunas que no queremos
ver: no es fácil ver los propios defectos y los otros los ven mejor que nosotros".
En este sentido, y más concretamente el Papa prosiguió diciendo que "la corrección
fraterna sirve para que seamos más abiertos, para que cada uno pueda encontrar la
verdad, su integridad como instrumento de Dios. Todo ello exige humildad para no considerarnos
superiores a los demás, sino para ayudarnos recíprocamente".
De esa forma,
"podemos ayudarnos con un gran acto de amor, acto de afecto colegial verdadero. Cuando
una persona está desesperada, no sabe como salir adelante, necesita consuelo, necesita
que alguien esté con él, que le aliente, que tome el papel del Espíritu Santo consolador”.
"Esta es una invitación a que nosotros mismos llevemos a cabo la obra del
Espíritu Santo paráclito". ¿Cómo podemos hacerlo -se preguntó Benedicto XVI- si no
compartimos la misma fe que ninguno de nosotros ha inventado, sino que es la fe de
la Iglesia?"
"La fe es el fundamento común sobre el que estamos trabajando",
y en palabras de San Pablo, "hay una invitación a permanecer siempre en este fundamento
que nos precede, a tener esta fe común. Cada uno debe vivir la fe, explicó, "según
su característica original, pero sabiendo siempre que esta fe nos precede”.
En
otro momento, el Pontífice invitó a los presentes a ser sensibles a la presencia del
Señor que llama a nuestra puerta. “No hacer oídos sordos, porque los oídos de nuestro
corazón están talmente llenos de ruidos del mundo que no podemos sentir esta silenciosa
presencia que llama a nuestras puertas. Debemos reflexionar sobre nuestra disponibilidad
a abrir las puertas de nuestro corazón. ¿O es que está tan lleno de otras cosas que
no hay espacio para el Señor y por el momento no tenemos tiempo para Él?”
El
Santo Padre concluyó alentando a los participantes en el Sínodo a ser "instrumentos
de Cristo" y a "entrar en los pensamientos y en los sentimientos del Señor".