El Papa subraya el reto de México para transformar sus estructuras sociales y sean
más acordes con la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales
Jueves, 15 sep (RV).- México tiene ante sí el reto de transformar sus estructuras
sociales para que sean más acordes con la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales.
El Papa ha recibido al segundo grupo de obispos mexicanos en visita ad límina y ha
llamado a los católicos a colaborar en la transformación, descubriendo su compromiso
de fe y el sentido unitario de su presencia en el mundo.
Benedicto XVI ha
recibido esta mañana al segundo grupo de obispos mexicanos en visita ad limina. En
concreto los prelados recibidos pertenecen a las circunscripciones eclesiásticas de
Monterrey, Morelia y San Luís Potosí.
El Pontífice ha subrayado, en primer
lugar, el reto al que se enfrenta México para transformar sus estructuras sociales
para que sean más acordes con la dignidad de la persona y sus derechos fundamentales.
Una tarea a la que también están llamados a colaborar los católicos “pues, de lo contrario,
la separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada
como uno de los errores más graves de nuestro tiempo” (Gaudium et spes, 43).
El
Santo Padre ha señalado como “motivo de gran preocupación el que en algunos ambientes,
por el afán de poder, se hayan deteriorado las sanas formas de convivencia y la gestión
de la cosa pública, y se hayan incrementado además los fenómenos de la corrupción,
impunidad, infiltración del narcotráfico y del crimen organizado.
“Todo esto
lleva a diversas formas de violencia, indiferencia y desprecio del valor inviolable
de la vida. A este respecto, en la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in
America se denuncian claramente los “pecados sociales” de nuestra época, los cuales
ponen de manifiesto “una profunda crisis debido a la pérdida del sentido de Dios y
a la ausencia de los principios morales que deben regir la vida de todo hombre. Sin
una referencia moral se cae en un afán ilimitado de riqueza y de poder, que ofusca
toda visión evangélica de la realidad social” (n. 39).
El Pontífice ha resaltado
el sentido religioso de muchos fieles mexicanos acompañado de expresiones ricas en
humanidad, hospitalidad, hermandad y solidaridad. Unos valores que sin embargo se
ponen en peligro con la migración al extranjero, donde muchos trabajan en condiciones
precarias, en un estado de indefensión y afrontando con dificultad un contexto cultural
distinto a su idiosincrasia social y religiosa.
Donde los emigrantes encuentran
buena acogida en una comunidad eclesial, que los acompaña en su inserción en la nueva
realidad, este fenómeno es en cierto modo positivo e incluso favorece la evangelización
de otras culturas.
También el Papa ha advertido del hecho de que “muchos bautizados
son indiferentes a los valores del Evangelio e incluso se ven inducidos a comportamientos
contrarios a la visión cristiana de la vida, lo que dificulta la pertenencia a una
comunidad eclesial. Aun confesándose católicos, viven de hecho alejados de la fe,
abandonando las prácticas religiosas y perdiendo progresivamente la propia identidad
de creyentes”.
Todo esto, unido a la actividad de las sectas y de los nuevos
grupos religiosos en América, lejos de dejaros indiferentes, ha de estimular a vuestras
Iglesias particulares a ofrecer a los fieles una atención religiosa más personalizada,
consolidando las estructuras de comunión y proponiendo una religiosidad popular purificada,
a fin de hacer más viva la fe de todos los católicos (cf. Ibíd., 73).
Tras
calificar como “tarea apremiante” la formación responsable de la fe de los católicos,
para ayudarlos a vivir con alegría y osadía en medio del mundo, Benedicto XVI ha señalado
que “la catequesis, junto con la enseñanza de la religión y de la moral, ha de fundamentar
cada vez mejor la experiencia y el conocimiento de Jesucristo a través del testimonio
vivo de quienes lo han encontrado, con el fin de suscitar el anhelo de seguirlo y
servirlo con todo el corazón y toda el alma”.
Todo ello implica, en la práctica
pastoral, la necesidad de revisar nuestras mentalidades, actitudes y conductas, y
ampliar nuestros horizontes, comprometiéndonos a compartir y trabajar con entusiasmo
para responder a los grandes interrogantes del hombre de hoy. Como Iglesia misionera,
todos estamos llamados a comprender los desafíos que la cultura postmoderna plantea
a la nueva evangelización del Continente. El diálogo de la Iglesia con la cultura
de nuestro tiempo es vital para la Iglesia misma y para el mundo.