Viernes, 26 ago (RV).- El 26 de agosto de 1978, tras el fallecimiento del Papa Pablo
VI, el entonces Patriarca de Venecia, cardenal Albino Luciani, era elegido Sucesor
de Pedro. Lo fue durante 33 días, hasta el 28 de septiembre de ese mismo año en que
falleció repentinamente. Evocando a este Pontífice que precedió a Juan Pablo II, recordamos
unas palabras del radiomensaje Urbi et Orbi que Papa Luciani dirigió al mundo un día
después de su elección.
Manifestando su anhelo de entregarse al servicio de
la misión universal de la Iglesia, es decir al servicio de la humanidad, de la verdad,
de la justicia, de la paz, de la concordia, de la colaboración entre las naciones
y entre los pueblos», Juan Pablo I se dirigía a los «hombres, hermanos de todo el
mundo».
Subrayando que «todos estamos comprometidos en la obra de elevar al
mundo hacia una justicia cada vez mayor, hacia la paz estable, hacia la cooperación
sincera...», el Papa Luciani exhortaba a todos los hombres, de todo orden social –
desde los más humildes hasta los líderes responsables de cada pueblo - a «ser instrumentos
eficaces y responsables de un orden nuevo, más justo y sincero».
En este mismo
radiomensaje, al comenzar su misión, como «humilde Vicario de Cristo»... lleno de
trepidación y confiando en Dios, Juan Pablo I se ponía enteramente a disposición de
la Iglesia y de la sociedad civil, sin distinción de raza o pertenencia alguna, para
asegurar al mundo un amanecer más sereno y dulce... La Iglesia – destacaba el Papa
Luciani - «convocada y constituida por Dios para que sea sacramento visible de la
unidad salvífica, para todos y cada uno, rebosando todos los límites de tiempos y
de lugares, entra en la historia humana con el anhelo de extenderse a todas las naciones»,
testimoniando a «Jesús, autor de la salvación, y principio de la unidad y de la paz».