2005-08-25 13:51:32

En Solidaridad con el Mundo. Temas en torno a la Doctrina Social de la Iglesia


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Jueves, 25 ago (RV).- En este encuentro radiofónico en el que les hemos propuesto un compendio de la Doctrina social de la Iglesia, hoy hablaremos de la ONU, de la pobreza y de la deuda externa, entre otros temas.

La institución de la Organización de las Naciones Unidas en 1945 ha contribuido a promover notablemente el respeto de la dignidad humana, la libertad de los pueblos y la exigencia del desarrollo, preparando el terreno cultural e institucional sobre el cual construir la paz.

La lucha contra la pobreza. La pobreza manifiesta un dramático problema de justicia: la pobreza, en sus diversas formas y consecuencias, se caracteriza por su crecimiento desigual y no reconoce a cada pueblo el “igual derecho a sentarse a la mesa del banquete común”. La lucha contra la pobreza encuentra una fuerte motivación en la opción o amor preferencial de la iglesia de los pobres, confirmando principios como el destino universal de los bienes, la solidaridad, la subsidiaridad.

La deuda externa. El derecho al desarrollo debe tenerse en cuenta en las cuestiones vinculadas a la crisis deudora de muchos países pobres, teniendo en cuenta las causas complejas tanto de carácter internacional como fluctuación de cambios, especulación financiera, neocolonialismo económico, como internas a los paises endeudados, como corrupción, mala gestión del dinero público, utilización distorsionada de los préstamos recibidos. Es necesario encontrar caminos para no comprometer el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso.

La crisis en la relación entre el hombre y el medio ambiente. Una correcta concepción del medio ambiente, si por una parte no puede reducir utilitariamente la naturaleza a un mero objeto de manipulación y explotación, por otra parte, tampoco debe absolutizarla y colocarla en dignidad por encima de la misma persona humana. El magisterio ha motivado su contrariedad a una noción del medio ambiente inspirada en el ecocentrismo y el biocentrismo. Una visión del hombre y de las cosas desligada de toda referencia a la trascendencia ha llevado a rechazar el concepto de creación y a atribuir al hombre y a la naturaleza una existencia completamente autónoma. El vínculo que une el mundo con Dios ha sido de alguna manera roto: esta ruptura ha acabado desvinculando también al hombre de la tierra y, más radicalmente, ha empobrecido su misma identidad. El ser humano ha llegado a considerarse extraño al contexto ambiental en el que vive.

La paz: fruto de la justicia y de la caridad. La paz es un valor y un deber universal. Halla su fundamento en el orden racional y moral de la sociedad que tiene sus raíces en Dios mismo, “fuente primaria del ser, verdad esencial y bien supremo”. La paz no es simplemente ausencia de guerra, ni siquiera un equilibrio estable entre fuerzas adversarias, sino que se funda sobre una correcta concepción de la persona humana y requiere la edificación de un orden según la justicia y la caridad. La paz se construye día a día en la busqueda del orden querido por Dios y sólo puede florecer cuando cada uno reconoce la propia responsabilidad para promoverla.

El desarme. La doctrina social propone la meta de un “desarme general, equilibrado y controlado”. El enorme aumento de las armas representa una amenaza grave para la estabilidad y la paz. El principio de suficiencia, en virtud del cual un Estado puede poseer únicamente los medios necesarios para su legítima defensa, debe ser aplicado tanto por los estados que compran armas, como por aquellos que las producen y venden. La Iglesia enseña que una verdadera paz es posible sólo mediante el perdón y la reconciliación. Hasta aquí con los temas de la pobreza, la problematica que en muchos casos deja la deuda externa, la justicia y la caridad, en una reelectura de la Doctrina social de la Iglesia.

Textos y locución: Augusto Garay








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