2005-08-12 10:50:30

Homilía del cardenal Julián Herranz en sus Bodas de Oro Sacerdotales


Martes, 9 ago (RV).- El cardenal Julián Herranz, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, celebró este domingo en Madrid, sus bodas de oro sacerdotales presidiendo una Eucaristía en la iglesia de la Concepción de Nuestra Señora de la capital española, donde precisamente, hace cincuenta años fue ordenado sacerdote.


Durante la ceremonia, que el purpurado leyó la carta, escrita en latín, que le envió el Santo Padre Benedicto XVI para felicitarle por sus 50 años de sacerdocio. Concelebraron junto al cardenal, el nuncio apostólico en España, monseñor Manuel Monteiro de Castro; el arzobispo de Barcelona, monseñor Lluís Martínez Sistach; el arzobispo de Burgos, monseñor Francisco Gil Hellín y el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Eugenio Romero.


En la homilía el cardenal agradeció al Señor el inmenso don del sacerdocio y recordó las palabras de Jesucristo a los Apóstoles que explican porqué esta llamada es un don de Dios: “No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”.


A continuación, exhortó a los fieles presentes a enseñar que Jesús es el único “que tiene palabras de vida eterna” y por lo tanto “es la mejor garantía de futuro de verdadero progreso personal, familiar y social”. Además, recalcó que “no es verdad, como dicen los agnósticos religiosos y los relativistas morales que la doctrina de Cristo es negativa y represiva”, sino que “el cristianismo es una insuperable historia divina de amor, de esperanza y de libertad”.


El Purpurado subrayó que su vida ha estado siempre iluminada por “el rayo de luz de la filiación divina”; desde el padrenuestro que aprendió en el hogar de sus padres, hasta las sólidas enseñanzas doctrinales que fundamentan la espiritualidad del Opus Dei, y también del sacramento del Orden Sagrado. Igualmente recordó el día de su ordenación sacerdotal con los otros 35 sacerdotes del Opus Dei con los que fue ordenado, entre los cuales envió “un recuerdo particularmente cariñoso” al actual Obispo Prelado, monseñor Javier Echeverría.


Asimismo recordando la parábola de la cizaña afirmó: “¡Cuánta cizaña, fruto de un apasionado ‘fundamentalismo laicista’ y anticatólico ha sido y es sembrada desde algunos medios de información y ambientes políticos: se inventan derechos que no existen y, en cambio, niegan o hacen difícil el ejercicio de derechos y principios jurídicos verdaderos, basados en la misma dignidad de la persona y en el bien común de la sociedad y, por eso, anteriores a cualquier sistema político, de izquierda o derecha!”.


En el mismo tono el Purpurado español exclamó que “¡Cuánta demagogia libertaria contra el mismo concepto no solo cristiano sino natural del matrimonio; contra el valor social y la estructura antropológica de la familia, parte esencial del bien común de la nación; contra los derechos y la dignidad del ser humano desde su concepción hasta su muerte natural; contra los inalienables derechos de los padres en la educación religiosa de sus hijos, también en las escuelas públicas, que ellos sostienen económicamente; contra el valor histórico, cultural y social del cristianismo y de las obras benéficas, educativas y sociales promovidas por la Iglesia Católica, también mediante la libre iniciativa de los ciudadanos católicos –más o menos practicantes-, que en España representan el 90 por ciento de la población”.


No obstante, el cardenal recalcó que “sería un error ser pesimistas, dudar de la victoria final de Cristo sobre el mal sembrado en el mundo, ante la cizaña que crece”, y que también “sería equivocado justificar, con esa consideración escatológica, la posible inconsciencia, el aburguesamiento o la pasividad de los cristianos ante la diligente y tenaz siembra de cizaña que otros hacen, ya que los cristianos no podemos desentendernos.”

Finalmente concluyó con unas hermosas palabras de Benedicto XVI: “La Iglesia de hoy debe reavivar en sí misma la conciencia de la necesidad de volver a proponer al mundo la voz de Aquel que ha dicho: Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no caminará en tinieblas, porque tendrá la luz de la vida”.








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