Fiesta litúrgica de san Ignacio de Loyola: “La eucaristía es un don que transforma
nuestro corazón en una respuesta de amor”
Lunes, 1 ago (RV).- El Prepósito de la Compañía de Jesús, el Padre Peter-Hans Kolvenbach,
presidió ayer una solemne Eucaristía en la que concelebraron más de cincuenta jesuitas
para celebrar la fiesta litúrgica que recordaba a san Ignacio de Loyola.
El Padre General en su homilía aludió al año de la Eucaristía y recordó que la vida
de Ignacio estuvo impregnada por una Eucaristía, celebrada cada día. “Leyendo su diario
espiritual se ve que Ignacio durante la Misa se dejaba trasformar por el cuerpo y
la sangre de su Señor para después eucarísticamente tomar decisiones y elegir lo que
se presentaba. Ignacio sabía que comunicándose la Eucaristía no se convierte en nuestro
cuerpo y nuestra sangre, al contrario, nosotros somos trasformados en Eucaristía.
Convirtiéndose lentamente y amorosamente, gracias a sus misas celebradas todos los
días, Ignacio dejaba contraseñar todas las elecciones que tenía que hacer, grandes
y pequeñas, de este “santísimo sacrificio de la Eucaristía, como máxima señal de su
amor”. La eucaristía, subrayó el General de los jesuitas, es un puro don que transforma
nuestro corazón en una respuesta de amor. La Eucaristía con su desinteresada gratuidad
nos empuja a andar más allá de aquello que es obligatorio, interesante, unilateral,
para dar gratuitamente aquello que hemos recibido por su amor, nuestros dones y cualidades,
nuestra misma persona.
Todavía hoy vivimos en una sociedad en la que todo se paga y donde solamente la gratuidad
de la eucaristía nos empuja a superar el deber y la obligación para darnos de forma
desinteresada a Dios y a nuestro prójimo sin exigir algo a cambio. Es más para Ignacio
la Eucaristía, recordó el Padre General, no era una sencilla ceremonia o una cena
que precede a la pasión. Cuando era todavía peregrino Ignacio meditaba durante la
Misa el Evangelio de la Pasión, porque Jesús declaraba que nadie le habría quitado
la vida, porque el mismo se daba por amor nuestro y por nuestra salvación.
El Padre Peter-Hans Kolbenvach finalizó su homilía pidiendo la gracia de entrar cada
vez en este misterio de nuestra fe que hace realmente y gratuitamente presente a Cristo
en su pasión, con un gran corazón y con una gran generosidad, ofreciéndole todo nuestro
querer y toda nuestra libertad, para que su Divina Majestad se sirva de nuestra persona
trasformada eucarísticamente, así como también de todo aquello que poseemos, conforme
a su santísima voluntad. “Que este deseo de san Ignacio nos acompañe mientras esta
tarde celebramos la Eucaristía”, finalizó el Prepósito de la Compañía de Jesús.