2005-07-30 18:26:26

Benedicto XVI se dirigió a los asistentes a un concierto en la Catedral de Colonia en el marco de la JMJ


Sábado, 30 jul (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI envió ayer un videomensaje a los fieles congregados en la Catedral de Colonia, con motivo de un concierto celebrado en el marco de la XX Jornada Mundial de la Juventud, en el que se interpreto la “Missa Solemnis” de Beethoven.

El Pontífice recordó que la música y el canto han estado presentes en la Santa Misa y subrayó que si el hombre está delante de Dios, con la palabra sola, no es suficiente. Como el amor en general y el sufrimiento traspasan los confines de la palabra y buscan una expresión que abrace también lo indecible, así también es el encuentro con Dios, en el que el hombre quiere ir más allá de sí mismo.

Seguidamente, Benedicto XVI recordó que, mientras la oración de Israel llamó en su ayuda los instrumentos, las voces de la creación, para responder a Dios de manera adecuada, la Iglesia en un primer momento, por razones diversas, consideró que sólo las voces humanas eran dignas de expresar su gozo ante Dios. De este modo, nació el canto coral gregoriano, cuya pureza y luminosidad interior nos hacen experimentar también hoy, de forma inmediata, la presencia de Dios. En la Edad Media, en el mundo de las catedrales, se comenzó a buscar algo más grande: nació la polifonía. Y al órgano, como síntesis de las voces de la creación, se han unido otros instrumentos.

Todo se ofreció para la alabanza a Dios, continúa afirmando el Pontífice. Desde entonces los grandes maestros de la composición reconocieron que una de las más altas posibilidades que se les podía ofrecer era la de dar forma musical a la alabanza a Dios en la liturgia de la Santa Misa, componer misas, poner su maestría a los pies de Dios y al mismo tiempo servir a la comunidad de los fieles en oración.

También Juan Sebastián Bach, aunque de confesión evangélica, prosiguió Benedicto XVI, creó la obra de arte incomparable de la Misa en Si menor, compuesta como una unidad interna y nos deja experimentar la fuerza de una fe, gracias a la cual la presencia de Dios se toca en su interior. Asimismo para Beethoven, hombre que lucha y sufre en un tiempo de cambios, era evidentemente una necesidad interior, tras haber compuesto con finalidad litúrgica Misas en Do mayor, crear una gran Misa, en la que pudiera trasvasar toda su alma, sin dejarse limitar por el problema de la posibilidad práctica de ejecución de la obra.

La “Missa solemnis”, explicó el Papa, no es solamente música litúrgica en sentido propio; el tema procede ahora en primer plano con toda su pasión y su grandeza, en sintonía con la cambiante época histórica. Del mismo modo, la fe de la Iglesia no está presente como hecho lógico. Las palabras de la oración del hombre se convierten ahora en caminos de lucha por Dios, de pasión por Dios y por sí mismo. Por ello, también las notas de una escala a la que el hombre se aferra con fuerza, por medio de la cual tiene a Dios con fuerza, va a su encuentro y así experimenta también una manera nueva de alegría que viene de Dios.

Antes de agradecerles a los patrocinadores, intérpretes y al director por el concierto que habían ofrecido, Benedicto XVI subrayó que la “Missa solemnis” es un tocante testimonio siempre nuevo de una fe que busca, que no deja que Dios se nos escape y que a través de la oración de los siglos lo alcanza de nuevo. Esta misa, con su grandeza particular, pertenece al mundo de la fe cristiana, es una oración en el sentido más profundo del término. Nos hace personas en oración, nos conduce a Dios.







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