En Solidaridad con el Mundo. Temas en torno a la Doctrina Social de la Iglesia
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Jueves, 28 jul (RV).-
Hola amigos de Radio Vaticana. En este capítulo nos seguimos ocupando del tema “Comunidad
política y sus aspectos bíblicos”. La Iglesia anuncia que Cristo, vencedor de la muerte,
reina sobre el universo que Él mismo ha rescatado. Su Reino incluye también el tiempo
presente y terminará sólo cuando todo será consignado al Padre y la historia humana
se concluirá con el juicio final. El mensaje bíblico inspira incesantemente el pensamiento
cristiano sobre el poder político, recordando que éste procede de Dios y es parte
integrante del orden creado por Él. Este orden es percibido por las conciencias y
se realiza, en la vida social, mediante la verdad, la justicia, la libertad y la solidaridad
que procuran la paz.
Fundamento y fin de la comunidad política, dotado de racionalidad,
el hombre es responsable de sus propias decisiones y capaz de perseguir proyectos
que dan sentido a su vida, en el plano individual y social. La comunidad política
deriva de la naturaleza de las personas, cuya conciencia descubre y manda observar
estrictamente. La comunidad política encuentra en la referencia al pueblo su auténtica
dimensión: ella es, y debe ser en realidad, la unidad orgánica y organizadora de un
verdadero pueblo.
A cada pueblo corresponde normalmente una Nación, pero, por
diversas razones, no siempre los confines nacionales coinciden con los étnicos. Surge
así la cuestión de las minorías, que históricamente han dado lugar a no pocos conflictos.
El Magisterio afirma que las minorias constituyen grupos con específicos derechos
y deberes.
Tutelar y promover los derechos humanos, considerar a la persona
humana como fundamento y fin de la comunidad política significa trabajar, ante todo,
por el reconocimiento y el respeto de su dignidad mediante la tutela y la promoción
de los derechos fundamentales e inalienables del hombre y del cumplimiento pleno de
los respectivos deberes.
La autoridad política debe garantizar la vida ordenada
y recta de la comunidad, sin suplantar la libre actividad de las personas y de los
grupos, sino disciplinándola y orientándola hacia la realización del bien común, respetando
y tutelando la independencia de los sujetos individuales y sociales. El sujeto de
la autoridad política es el pueblo, considerado en su totalidad como titular de la
soberanía.
El pueblo transfiere de diversos modos el ejercicio de su soberanía
a aquellos que elige libremente como sus representantes, pero conserva la facultad
de ejercitarla en el control de las acciones de los gobernantes y también en su sustitución,
en caso de que no cumplan satisfactoriamente sus funciones. Si bien esto es un derecho
válido en todo Estado y en cualquier régimen político, el sistema de la democracia,
gracias a sus procedimientos de control, permite y garantiza su mejor actuación.
La
autoridad debe dejarse guiar por la ley moral: toda su dignidad deriva de ejercitarla
en el ámbito del orden moral, que tiene a Dios como primer principio y último fin.
La autoridad debe reconocer, respetar y promover los valores humanos y morales esenciales,
debe emitir leyes justas, es decir, conformes a la dignidad de la persona humana y
a los dictámenes de la razón.
Llegamos así al final de nuestro encuentro de
hoy en el que hemos tratado la tutela y promoción de los derechos humanos, así como
de autoridad política, en la visión de la Doctrina social de la Iglesia.