2005-07-28 11:09:26

En Solidaridad con el Mundo. Temas en torno a la Doctrina Social de la Iglesia


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Jueves, 28 jul (RV).- Hola amigos de Radio Vaticana. En este capítulo nos seguimos ocupando del tema “Comunidad política y sus aspectos bíblicos”. La Iglesia anuncia que Cristo, vencedor de la muerte, reina sobre el universo que Él mismo ha rescatado. Su Reino incluye también el tiempo presente y terminará sólo cuando todo será consignado al Padre y la historia humana se concluirá con el juicio final. El mensaje bíblico inspira incesantemente el pensamiento cristiano sobre el poder político, recordando que éste procede de Dios y es parte integrante del orden creado por Él. Este orden es percibido por las conciencias y se realiza, en la vida social, mediante la verdad, la justicia, la libertad y la solidaridad que procuran la paz.

Fundamento y fin de la comunidad política, dotado de racionalidad, el hombre es responsable de sus propias decisiones y capaz de perseguir proyectos que dan sentido a su vida, en el plano individual y social. La comunidad política deriva de la naturaleza de las personas, cuya conciencia descubre y manda observar estrictamente. La comunidad política encuentra en la referencia al pueblo su auténtica dimensión: ella es, y debe ser en realidad, la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo.

A cada pueblo corresponde normalmente una Nación, pero, por diversas razones, no siempre los confines nacionales coinciden con los étnicos. Surge así la cuestión de las minorías, que históricamente han dado lugar a no pocos conflictos. El Magisterio afirma que las minorias constituyen grupos con específicos derechos y deberes.

Tutelar y promover los derechos humanos, considerar a la persona humana como fundamento y fin de la comunidad política significa trabajar, ante todo, por el reconocimiento y el respeto de su dignidad mediante la tutela y la promoción de los derechos fundamentales e inalienables del hombre y del cumplimiento pleno de los respectivos deberes.

La autoridad política debe garantizar la vida ordenada y recta de la comunidad, sin suplantar la libre actividad de las personas y de los grupos, sino disciplinándola y orientándola hacia la realización del bien común, respetando y tutelando la independencia de los sujetos individuales y sociales. El sujeto de la autoridad política es el pueblo, considerado en su totalidad como titular de la soberanía.

El pueblo transfiere de diversos modos el ejercicio de su soberanía a aquellos que elige libremente como sus representantes, pero conserva la facultad de ejercitarla en el control de las acciones de los gobernantes y también en su sustitución, en caso de que no cumplan satisfactoriamente sus funciones. Si bien esto es un derecho válido en todo Estado y en cualquier régimen político, el sistema de la democracia, gracias a sus procedimientos de control, permite y garantiza su mejor actuación.

La autoridad debe dejarse guiar por la ley moral: toda su dignidad deriva de ejercitarla en el ámbito del orden moral, que tiene a Dios como primer principio y último fin. La autoridad debe reconocer, respetar y promover los valores humanos y morales esenciales, debe emitir leyes justas, es decir, conformes a la dignidad de la persona humana y a los dictámenes de la razón.

Llegamos así al final de nuestro encuentro de hoy en el que hemos tratado la tutela y promoción de los derechos humanos, así como de autoridad política, en la visión de la Doctrina social de la Iglesia.

Textos y locución: Augusto Garay







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