Viernes, 8 jul (RV).- A propósito de la cumbre de los países más ricos, reunidos en
Escocia y que tiene como objetivo buscar soluciones contra la pobreza, particularmente
canalizar recursos para África, hoy hablaremos de la relación riqueza–felicidad. Y
para ello retomaremos un análisis que hace el británico Richard Layard en una reciente
publicación, en la que señala además la infelicidad que se genera en medio de la abundancia,
pues en este mundo contradictorio, aunque las sociedades occidentales son ahora más
ricas en términos materiales, la gente no es más feliz gracias a ello. Mientras que
en otras sociedades, te encuentras a personas muy felices en medio de grandes limitaciones
económicas.
Richard Layard, economista publicó recientemente el libro: Happiness: Lessons from
a New Science (“Felicidad: Lecciones de una Nueva Ciencia”), en el cual señala que
en Estados Unidos, en Gran Bretaña o en Japón, la gente en general no es más feliz
de lo que era hace 50 años, y esto ocurre a pesar de que los ingresos medios se han
más que duplicado, hay más vacaciones, los fines de semana laborables son más cortos,
y la gente vive más y tiene mejor salud, según este autor que apoya sus declaraciones
en abundantes datos y casos estadísticos.
El libro comienza recordando la figura de Jeremy Bentham, filósofo británico del siglo
XVIII conocido por su idea de que la mejor sociedad es la que produce la cantidad
mayor de felicidad. Layard observa que las ideas de Bentham han tenido una gran influencia,
pero que a lo largo del tiempo la búsqueda de la felicidad suele degenerar en un individualismo
desenfrenado. Como remedio Layard sostiene que necesitamos renovar el concepto de
búsqueda de la felicidad añadiéndole la idea de bien común, evitando así el excesivo
individualismo.
Layard, explica que según la teoría económica el comportamiento egoísta combinado
con los mercados perfectamente libres conducirá a una mayor felicidad, como también
a una mejor distribución posible de los deseos y los recursos. “Este punto de vista
de la felicidad nacional es el que ha dominado el pensamiento y los pronunciamientos
de los líderes de los gobiernos occidentales”.
Es cierto que la gente deplora la pobreza extrema, reconoce Layard. Pero una vez que
se resuelven las necesidades básicas, hay más en la vida que la prosperidad material.
La gente quiere también otras cosas, como la seguridad y la capacidad de confiar en
los demás. De hecho, es en los países pobres donde los datos muestran una relación
positiva entre riqueza y aumento de la felicidad.
En las naciones de mayores ingresos la situación es diferente. Por ejemplo, entre
la población más rica, e incluso entre la población más pobre de Estados Unidos, los
niveles de felicidad no han cambiado en las últimas décadas, a pesar del notable aumento
de renta para ambos grupos, indicaba Layard. En Europa, hay una leve tendencia ascendente
en la felicidad para algunos países, pero baja en otros. En general, el aumento en
felicidad es pequeño si se compara con los cambios en los niveles de ingresos.
El libro de Layard examina algunos factores que están detrás de la falta de una felicidad
creciente. Un primer factor que señala este autor está en el hecho de que comparamos
constantemente nuestro bienestar económico con el de otros, y así el crecimiento económico
que afecta a todos por igual puede dejarnos sin un aumento de nuestras expectativas
y nuestra felicidad. Un segundo elemento lo constituye lo que el autor denomina la
«noria hedonista», por la que nos acostumbramos a nuevas posesiones y necesitamos
aún más para sentir una sensación de contento.
Si los factores económicos no son los principales determinantes de nuestra felicidad,
¿de qué depende entonces? Layard considera la influencia de la infancia, incluyendo
la importancia de una familia unida. Nuestra situación financiera juega un papel importante,
pero también intervienen otros elementos como son el ambiente del trabajo, la calidad
de las relaciones familiares y de las amistades, y el estado de salud. Asimismo, son
factores claves el grado de libertad personal y la clase de valores personales que
tenemos.
Es claro que la abundancia nos lleva a la elección constante de lo que queremos hacer,
tomar... elegir se ha convertido en una forma de vida, que sin duda trae stress aunque
la libertad y la autonomía son una parte importante de nuestro bienestar. Y, como
Layard, indica en su texto que una mayor riqueza y más opciones no traen necesariamente
una mayor felicidad.