2005-07-07 11:33:05

En Solidaridad con el Mundo. Temas en torno a la Doctrina Social de la Iglesia


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Jueves, 7 jul (RV).- Hemos llegado así a nuestro quinto encuentro radiofónico, en los que hemos enfrentado el tema de la Doctrina Social de la Iglesia. En este capítulo, nos ocuparemos del trabajo humano y de los derechos de los trabajadores. El trabajo pertenece a la condición originaria del hombre, debe ser honrado porque es fuente de riqueza o, al menos, de condiciones para una vida decorosa y, en general, instrumento eficaz contra la pobreza. El trabajo es esencial, pero es Dios, no el trabajo, la fuente de la vida y el fin del hombre.

El culmen de la enseñanza bíblica sobre el trabajo es el mandamiento del descanso sabático. El descanso abre al hombre, sujeto a la necesidad del trabajo, la perspectiva de una libertad más plena, la del sábado eterno. El descanso permite a los hombres recordar y revivir las obras de Dios, desde la Creación hasta la Redención, reconocerse a sí mismos como obra suya y dar gracias por su vida y su subsistencia a Él, que de ellas es el Autor.

Con el trabajo y la laboriosidad, el hombre, partícipe del arte y de la sabiduría divina, embellece la creación, el cosmos ya ordenado por el Padre; suscita las energías sociales y comunitarias que alimentan el bien común, en beneficio sobre todo de los más necesitados.

El curso de la historia está marcado por las profundas transformaciones y las grandes conquistas del trabajo, pero también por la explotación de tantos trabajadores y las ofensas a su dignidad. La revolución industrial planteó a la Iglesia un gran desafío, al que el Magisterio social respondió con la fuerza profética, afirmando principios de validez universal y de perenne actualidad, para bien del hombre que trabaja y de sus derechos. La “Rerum novarum” se presenta como una apasionada defensa de la inalienable dignidad de los trabajadores, a la cual se une la importancia del derecho de propiedad, del principio de colaboración entre clases, de los derechos de los débiles y de los pobres, de las obligaciones de los trabajadores y de los patronos, del derecho de asociación.

A partir de la Rerum novarum, la Iglesia no ha dejado de considerar los problemas del trabajo como parte de una cuestión social que ha adquirido progresivamente dimensiones mundiales. La dimensión subjetiva del trabajo debe tener preeminencia sobre la objetiva, porque es la del hombre mismo que realiza el trabajo, aquella que determina su calidad y su más alto valor.

La doctrina social ha abordado las relaciones entre trabajo y capital destacando la prioridad del primero sobre el segundo, así como su complementariedad; el trabajo tiene una prioridad intrínseca con respecto al capital.

Sobre todo ante las imponentes transformaciones de nuestro tiempo, se debe considerar que “el recurso principal” y el “factor decisivo” de que dispone el hombre es el hombre mismo y que el “desarrollo integral de la persona humana en el trabajo no contradice, si no que favorece más bien la mayor productividad y eficacia del trabajo mismo”.

La relación entre trabajo y capital se realiza también mediante la participación de los trabajadores en la propiedad, en su gestión y en sus frutos. El Magisterio social de la Iglesia estructura la relación entre trabajo y capital, también respecto a la institución de la propiedad privada, al derecho y al uso de ésta; la propiedad, que se adquiere sobre todo mediante el trabajo, debe servir al trabajo

El trabajo es un derecho fundamental y un bien para el hombre: un bien útil, digno de él, porque es idóneo para expresar y acrecentar la dignidad humana. La Iglesia enseña el valor del trabajo no sólo porque es siempre personal, sino también por el caracter de necesidad. El trabajo es necesario para formar y mantener una familia, adquirir el derecho a la propiedad y contribuir al bien común de la familia humana.

El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él. La plena ocupación es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común. La función del Estado en este caso es la de promover politicas que favorezcan la creación de oportunidades de trabajo en el territorio nacional, incentivando para ello el mundo productivo. Para la promoción del derecho al trabajo es importante, como en los tiempos de la “Rerum novarum”, que exista realmente un “Libre proceso de auto-organización de la sociedad”.

La familia y el trabajo son interdependientes en la experiencia de la gran mayoría de personas. La vida familiar y el trabajo, en efecto, se condicionan recíprocamente, ya que los sujetos que participan en ello se deben adecuar a las responsabilidades intrínsecas tanto del trabajo como del núcleo familiar. Para esto es importante una justa remuneración que sea el instrumento que permita poner en práctica la justicia en las relaciones laborales.

El reconocimiento y la tutela de los derechos de las mujeres en este ámbito dependen, en general, de la organización del trabajo, que debe tener en cuenta la dignidad y la vocación de la mujer, para lo cual el trabajo se debería estructurar de manera que no deba pagar su promoción con el hacer a menos de su rol insustituible de madre.

Hemos llegado así al final de este encuentro radiofónico sobre la Doctrina Social de la Iglesia. Muchas gracias por su atención.

Textos y locución: Augusto Garay







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