El amor evangélico debe caracterizar a todo cristiano, siguiendo el ejemplo del ‘buen
Samaritano’. El Papa agradece la generosidad de los miembros del Círculo de San Pedro
Jueves, 7 jul (RV).- «Testimoniar la presencia consoladora de Cristo en el mundo».
Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los miembros del Círculo de San Pedro, que,
como cada año, le han entregado los donativos que el Papa destina a obras misioneras
e iniciativas humanitarias.
Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los miembros del Círculo de San Pedro, que,
como cada año, le han entregado los donativos que el Papa destina a obras misioneras
e iniciativas humanitarias. Expresando su profundo agradecimiento, el Pontífice ha
hecho hincapié en el amor evangélico que debe caracterizar a todo cristiano, siguiendo
el ejemplo del ‘buen Samaritano’: «Testimoniáis de forma concreta el impulso misionero
y el amor evangélico, que debe caracterizar a todo auténtico discípulo de Cristo.
Como cada año, habéis venido hoy a entregar al Papa el Óbolo de San Pedro, que constituye
un signo ulterior de vuestra generosa apertura a los hermanos en dificultad. Y, que
es, al mismo tiempo, una significativa participación en el esfuerzo de la Sede Apostólica
para responder a las crecientes urgencias de la Iglesia, en especial en los países
más pobres».
Conociendo muy bien y desde hace muchos años las actividades de los miembros del Círculo
de San Pedro, que abarcan - además del servicio litúrgico, también el cuidado de los
pobres, los enfermos y de los que sufren - y recibiéndoles hoy por primera vez desde
su elección como Pontífice, Benedicto XVI ha pedido que le acompañen con la oración
y los sacramentos en su ministerio petrino. Tras reiterar la importancia de la Eucaristía
y del Año Especial proclamado por el Siervo de Dios Juan Pablo II, el Santo Padre
ha insistido en la necesidad de testimoniar la presencia consoladora de Cristo en
el mundo: «Nunca debemos olvidar que el secreto de la eficacia de cada uno de nuestro
proyectos es Cristo y que nuestra vida deber estar embebida en su acción renovadora.
Tenemos que presentar ante su mirada todas las expectativas y necesidades del mundo.
En particular, se deben presentar a Jesús, que adoramos en la Eucaristía, los sufrimientos
de los enfermos que visitáis, la soledad de los jóvenes y de los ancianos que encontráis,
los miedos, las esperanzas y las perspectivas de toda la existencia».