2005-07-07 15:53:57

El amor evangélico debe caracterizar a todo cristiano, siguiendo el ejemplo del ‘buen Samaritano’. El Papa agradece la generosidad de los miembros del Círculo de San Pedro


Jueves, 7 jul (RV).- «Testimoniar la presencia consoladora de Cristo en el mundo». Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los miembros del Círculo de San Pedro, que, como cada año, le han entregado los donativos que el Papa destina a obras misioneras e iniciativas humanitarias.

Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los miembros del Círculo de San Pedro, que, como cada año, le han entregado los donativos que el Papa destina a obras misioneras e iniciativas humanitarias. Expresando su profundo agradecimiento, el Pontífice ha hecho hincapié en el amor evangélico que debe caracterizar a todo cristiano, siguiendo el ejemplo del ‘buen Samaritano’: «Testimoniáis de forma concreta el impulso misionero y el amor evangélico, que debe caracterizar a todo auténtico discípulo de Cristo. Como cada año, habéis venido hoy a entregar al Papa el Óbolo de San Pedro, que constituye un signo ulterior de vuestra generosa apertura a los hermanos en dificultad. Y, que es, al mismo tiempo, una significativa participación en el esfuerzo de la Sede Apostólica para responder a las crecientes urgencias de la Iglesia, en especial en los países más pobres».

Conociendo muy bien y desde hace muchos años las actividades de los miembros del Círculo de San Pedro, que abarcan - además del servicio litúrgico, también el cuidado de los pobres, los enfermos y de los que sufren - y recibiéndoles hoy por primera vez desde su elección como Pontífice, Benedicto XVI ha pedido que le acompañen con la oración y los sacramentos en su ministerio petrino. Tras reiterar la importancia de la Eucaristía y del Año Especial proclamado por el Siervo de Dios Juan Pablo II, el Santo Padre ha insistido en la necesidad de testimoniar la presencia consoladora de Cristo en el mundo: «Nunca debemos olvidar que el secreto de la eficacia de cada uno de nuestro proyectos es Cristo y que nuestra vida deber estar embebida en su acción renovadora. Tenemos que presentar ante su mirada todas las expectativas y necesidades del mundo. En particular, se deben presentar a Jesús, que adoramos en la Eucaristía, los sufrimientos de los enfermos que visitáis, la soledad de los jóvenes y de los ancianos que encontráis, los miedos, las esperanzas y las perspectivas de toda la existencia».







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