Julio: intención general para el Apostolado de la oración
Miércoles, 6 jul (RV).- «Para que los cristianos tengan en cuenta la sensibilidad
y exigencias de las personas, pero sin ocultar jamás las radicales demandas del mensaje
evangélico». Es la intención general que propone el Papa para el Apostolado de la
oración, en este mes de julio.
Intención que nos ayuda a reflexionar sobre la misión de presentar la propuesta de
Cristo a todos con confianza. A los adultos, a las familias, a los jóvenes, a los
niños, sin ocultar jamás las exigencias más radicales del mensaje evangélico sino,
por el contrario, saliendo al paso de las exigencias de cada uno en cuanto a la sensibilidad
y el lenguaje, siguiendo el ejemplo de Pablo cuando afirmaba: «Me he hecho de todo
a todos para salvar a toda costa a algunos» (1 Cor 9,22). Como señalaba en la Novo
Millennio Ineunte, (n. 40) el Siervo de Dios Juan Pablo II, que en su Exhortación
Apostólica Posinodal ‘Ecclesia in Europa’, ponía de relieve también que «para poder
anunciar el Evangelio de la esperanza hace falta una sólida fidelidad al Evangelio
mismo».
Por doquier es necesario un nuevo anuncio incluso a los bautizados... «Muchos europeos
contemporáneos creen saber qué es el cristianismo, pero realmente no lo conocen. Con
frecuencia se ignoran ya hasta los elementos y las nociones fundamentales de la fe.
Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera: se repiten los gestos y los signos
de la fe, especialmente en las prácticas de culto, pero no viven ni una acogida real
del contenido de la fe ni una adhesión a la persona de Jesús».
En muchos, un «sentimiento religioso vago y poco comprometido ha suplantado a las
grandes certezas de la fe; se difunden diversas formas de agnosticismo y ateísmo práctico
que contribuyen a agravar la disociación entre fe y vida; algunos se han dejado contagiar
por el espíritu de un humanismo inmanentista que ha debilitado su fe, llevándoles
frecuentemente, por desgracia, a abandonarla completamente; se observa una especie
de interpretación secularista de la fe cristiana que la socava, relacionada también
con una profunda crisis de la conciencia y la práctica moral cristiana» (cf. II Asamblea
especial para Europa del Sínodo de los Obispos, Relatio ante disceptationem, I, 2).
Los grandes valores que tanto han inspirado la cultura europea han sido «separados
del Evangelio», perdiendo así su alma más profunda y dando lugar a no pocas desviaciones.
Cada uno está llamado a ‘proclamar’ a Jesús y la fe en El en todas las circunstancias;
a ‘atraer’ a otros a la fe, poniendo en práctica formas de vida personal, familiar,
profesional y comunitaria que reflejen el Evangelio; a ‘irradiar’ en su entorno alegría,
amor y esperanza, para que muchos, viendo nuestras buenas obras, den gloria al Padre
que está en los cielos (cf. Mt 5,16), de tal modo que sean ‘contagiados’ y conquistados;
a ser ‘fermento’ que transforma y anima desde dentro toda expresión cultural (Juan
Pablo II cf. II Asamblea especial para Europa del Sínodo de los Obispos, Instrumentum
laboris, n. 53).
La verdad del Evangelio debe proclamarse siempre de un modo persuasivo y significativo...
con la delicada tarea de velar para que el mismo Evangelio conserve su sentido fundamental,
que vale para todos los pueblos y culturas, comunicándolo además de un modo atento
a los valores tradicionales y a la familia... pues, ‘el ejemplo de Cristo y el poder
de su misterio pascual penetra, purifica y eleva toda cultura, cada cultura’ (Juan
Pablo II Homilía en Yakarta, 10 de octubre de 1989).
En este contexto, asumen un matiz especial las palabras que Benedicto XVI escribe
en el Motu Proprio para la aprobación y publicación del Compendio del Catecismo
de la Iglesia Católica:
«El Compendio, que ahora presento a la Iglesia Universal, es una síntesis fiel y segura
del Catecismo de la Iglesia Católica. Contiene, de modo conciso, todos los elementos
esenciales y fundamentales de la fe de la Iglesia, de manera tal que constituye, como
deseaba mi Predecesor, una especie de vademécum, a través del cual las personas, creyentes
o no, pueden abarcar con una sola mirada de conjunto el panorama completo de la fe
católica».
Benedicto XVI ha entregado, «por tanto, con confianza este Compendio ante todo a la
Iglesia entera y a cada cristiano en particular, para que, por medio de él, cada cual
pueda encontrar, en este tercer milenio, nuevo impulso para renovar el compromiso
de evangelización y educación de la fe que debe caracterizar a toda comunidad eclesial
y a cada creyente en Cristo de cualquier edad y nación».