El Papa exhorta a llevar el mensaje de Cristo a la familia y a una sociedad que sufre
divisiones y fracturas. Audiencia a una peregrinación de la archidiócesis de Madrid
Lunes, 4 jul (RV).- «Llevar la luz del mensaje de Cristo sobre el sentido de la vida,
de la familia y de la sociedad», que sufre divisiones y fracturas, haciendo llegar
a todos - también a los que lo ignoran o rechazan - el Amor generoso e incondicional,
que Dios Padre mostró en Jesucristo. Esta ha sido la exhortación de Benedicto XVI
al recibir esta mañana a la Peregrinación de la Archidiócesis de Madrid, encabezada
por su Arzobispo, Cardenal Antonio María Rouco Varela.
Expresando su más cordial bienvenida a los más de mil seiscientos peregrinos madrileños
que han viajado a Roma, «como signo de comunión con el Sucesor de Pedro y, por tanto,
con la Iglesia universal» - en acción de gracias tras la clausura del tercer Sínodo
Diocesano de Madrid - el Papa ha destacado el tema y objetivo de este encuentro eclesial,
«La transmisión de la fe, vivida y realizada en la comunión de la Iglesia».
Tras hacer hincapié en que la experiencia sinodal - clausurada en la solemnidad de
Pentecostés de este Año dedicado a la Eucaristía - ha servido para que la comunidad
eclesial de Madrid tome conciencia de ser «familia en la fe», y «comunidad católica»,
que quiere decir «depositaria de un mensaje con vocación universal, destinado a todo
ser humano», el Santo Padre se ha referido al nuevo ardor misionero que el Espíritu
Santo ha infundido en ella. Una intensa solicitud por las inquietudes y esperanzas,
sufrimientos y dificultades de todos. Benedicto XVI ha puesto de relieve la importancia
de ser portadores de la luz del Evangelio en una sociedad sedienta de auténticos valores
humanos y que sufre tantas divisiones y fracturas: «Habéis sido enviados para “dar
la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos
la vista” (Lc 4, 18). En una sociedad sedienta de auténticos valores humanos y que
sufre tantas divisiones y fracturas, la comunidad de los creyentes ha de ser portadora
de la luz del Evangelio, con la certeza de que la caridad es ante todo comunicación
de la verdad».
Con este fin, de impulsar la comunicación de la verdad, ha señalado asimismo Benedicto
XVI, la Iglesia en Madrid quiere estar presente en todos los campos de la vida cotidiana,
y también a través de los medios de comunicación social: «Es un aspecto importante
porque el Espíritu nos impulsa a hacer llegar a cada hombre y cada mujer el Amor que
Dios Padre mostró en Jesucristo. Este amor es solícito, generoso, incondicional, y
se ofrece no sólo a los que escuchan al mensajero, sino también a los que lo ignoran
o rechazan».
En este contexto, el Papa ha recordado que cada uno de los fieles «tiene que sentirse
llamado para ir, como enviado de Cristo, en busca de quienes se han alejado de la
comunidad, como aquellos discípulos de Emaús que habían cedido al desencanto (cf.
Lc 24,13-35):«Hay que ir hasta los confines de la sociedad para llevar a todos la
luz del mensaje de Cristo sobre el sentido de la vida, de la familia y de la sociedad,
llegando a las personas que viven en el desierto del abandono y de la pobreza, y amándoles
con el Amor de Cristo Resucitado. En todo apostolado, y en el anuncio del Evangelio,
como dice San Pablo, “si no tengo amor, nada soy” (1 Cor 13,2)».
El Pontífice ha alentado a los peregrinos madrileños a perseverar en la oración, con
una intensa vida sacramental, profundizando en el conocimiento personal de Cristo
y caminando hacia la santidad, el “alto grado de vida cristiana”, como decía el querido
Juan Pablo II. Y ha deseado que María santísima obtenga como don para todos los miembros
de la archidiócesis de Madrid la fidelidad total a Cristo y a su Iglesia, y que ella
os guíe siempre en vuestro camino post sinodal.
Discurso completo del Santo Padre Queridos hermanos y hermanas:
Os doy mi más cordial bienvenida a este encuentro, en primer lugar al Señor Cardenal
Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Madrid, a sus Obispos Auxiliares y demás
miembros de la asamblea sinodal, acompañados de tantos fieles laicos que han participado
en los grupos de oración y reflexión sobre el gran tema y objetivo del Sínodo: La
transmisión de la fe, vivida y realizada en la comunión de la Iglesia. En la solemnidad de Pentecostés de este Año dedicado a la Eucaristía se ha clausurado
el tercer Sínodo Diocesano, que se ha propuesto renovar la fe y la comunión entre
los miembros de la Iglesia en Madrid. La comunidad eclesial ha tomado conciencia de
ser “familia en la fe”, una familia unida por un vínculo profundo y misterioso que
congrega a las más diversas realidades y se convierte, por la presencia de Dios en
ella, en signo de unidad para toda la sociedad. Es una comunidad católica, y católica
quiere decir precisamente que es una asamblea abierta, depositaria de un mensaje con
vocación universal, destinado a todo ser humano. Es una comunidad que armoniza y hace
concordes a personas de distintas proveniencias y formas de vida. Y esta comunidad
católica peregrina hoy a Roma como signo de comunión con el sucesor de Pedro y, por
tanto, con la Iglesia universal. Como en un nuevo Pentecostés, el Espíritu Santo ha infundido en los corazones
un nuevo ardor misionero, una intensa solicitud por quienes hoy viven en vuestra comunidad
diocesana; personas con nombres y apellidos, con sus inquietudes y esperanzas, sus
sufrimientos y dificultades. A partir de la experiencia sinodal, habéis sido enviados
para “dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad
y a los ciegos la vista” (Lc 4, 18). En una sociedad sedienta de auténticos valores
humanos y que sufre tantas divisiones y fracturas, la comunidad de los creyentes ha
de ser portadora de la luz del Evangelio, con la certeza de que la caridad es ante
todo comunicación de la verdad. Con este fin, la Iglesia en Madrid quiere estar presente en todos los campos de
la vida cotidiana, y también a través de los medios de comunicación social. Es un
aspecto importante porque el Espíritu nos impulsa a hacer llegar a cada hombre y cada
mujer el Amor que Dios Padre mostró en Jesucristo. Este amor es solícito, generoso,
incondicional, y se ofrece no sólo a los que escuchan al mensajero, sino también a
los que lo ignoran o rechazan. Cada uno de los fieles tiene que sentirse llamado para
ir, como enviado de Cristo, en busca de quienes se han alejado de la comunidad, como
aquellos discípulos de Emaús que habían cedido al desencanto (cf. Lc 24,13-35). Hay
que ir hasta los confines de la sociedad para llevar a todos la luz del mensaje de
Cristo sobre el sentido de la vida, de la familia y de la sociedad, llegando a las
personas que viven en el desierto del abandono y de la pobreza, y amándoles con el
Amor de Cristo Resucitado. En todo apostolado, y en el anuncio del Evangelio, como
dice San Pablo, “si no tengo amor, nada soy” (1 Cor 13,2). Queridos hermanos y hermanas, siguiendo las pautas del Sínodo, procurad alimentaros
espiritualmente con la oración y con una intensa vida sacramental; profundizad en
el conocimiento personal de Cristo y caminad con todas vuestras fuerzas hacia la santidad,
el “alto grado de vida cristiana”, como decía el querido Juan Pablo II. Que María santísima obtenga como don para todos los miembros de la archidiócesis
de Madrid la fidelidad total a Cristo y a su Iglesia, y que ella os guíe siempre en
vuestro camino postsinodal. Por mi parte, os acompaño en la oración, a la vez que
con afecto os imparto la Bendición Apostólica, que hago extensiva a toda la comunidad
diocesana.
Por su parte el cardenal Arzobispo de Madrid ha afirmado que en su diócesis la Iglesia
vive y está joven en el mejor sentido de la expresión pero advierte que en esta hora
de España: “No solo se niega la fe sino también la misma razón humana, como se puede
ver en la reciente legislación sobre el matrimonio y la familia”.
Al comienzo de la audiencia, el Cardenal Antonio María Rouco Varela ha saludado al
Santo Padre en nombre de los congregados. !Os saludamos con todo el afecto filial
que los hijos de la Iglesia en Madrid y en España han guardado siempre para el Papa,
ha exclamado textualmente el Purpurado español, y mucho más ahora en estos momentos
tan difíciles y a la vez tan esperanzadores de nuestra historia!
Seguidamente el Cardenal Rouco ha recordado el Tercer Sínodo Diocesano, y en especial
su objetivo e hilo conductor que ha sido “la urgencia de transmitir la fe recibida
a los conciudadanos y, singularmente, a las jóvenes generaciones de los madrileños.
En Madrid la Iglesia vive y está joven en el mejor sentido de la expresión tal como
Vuestra Santidad lo constataba para la Iglesia Universal al inicio de vuestro ministerio
Petrino.
Pero, precisamente, por ello, ha enfatizado el Arzobispo de la Capital de España,
se siente llamada con una vocación evangelizadora, cuya realización no admite demoras,
a sembrar el Evangelio de Jesucristo, el Salvador del hombre, en una sociedad fuertemente
tentada por una cultura relativista y unas propuestas de vida radicalmente secularistas,
planteadas como “si Dios no existiese” y a espaldas de al historia interior, como
si no estuvieran profundamente transidas y marcadas ininterrumpidamente desde los
inicios por el Sí a Cristo profesado por incontables generaciones de sus hijos e hijas,
¡de sus familias!, en el seno de la Iglesia Católica, con unos rasgos marianos extraordinariamente
entrañables.
A este punto del saludo, el cardenal Arzobispo de Madrid ha afirmado: “No solo se
niega la fe sino también la misma razón humana, como se puede ver en la reciente legislación
sobre el matrimonio y la familia”.
Y, a continuación el Cardenal Rouco ha recordado al querido e inolvidable Juan Pablo
II cuando visitó por ultima vez España, que acostumbraba a llamarla “Tierra de María”.
Cuando convocamos el III Sínodo Diocesano de Madrid, ha concluido diciendo el purpurado
español, lo hicimos bajo un lema, cifra y síntesis de nuestra oración y de nuestros
anhelos espirituales y eclesiales más íntimos, y que decía: en Madrid “alumbra la
Esperanza”.