En Solidaridad con el Mundo. Temas en torno a la Doctrina Social de la Iglesia
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Jueves, 30 jun (RV).-
Que tal amigos de Radio Vaticana, hemos llegado a nuestra cuarta cita con los grandes
temas de la actualidad del mundo católico. Como les decíamos, hemos elegido un interesante
texto. Se trata de un “compendio de la doctrina social de la Iglesia”. Más adelante
seguramente enfrentaremos otros temas de interés comun. En nuestro encuentro anterior
hablábamos de la persona humana y sus derechos. Hoy nos ocuparemos de la persona humana
y sus múltiples dimensiones. La doctrina social de la Iglesia se detiene, ante todo,
en los aspectos principales e inseparables de la persona humana para captar las facetas
más importantes de su ministerio y de su dignidad, que exigen considerarlo “en la
plena verdad de su existencia, de su ser personal y a la vez de su ser comunitario
y social”, con una atención específica de modo que le pueda consentir la valoración
más exacta.
Trascendencia y unicidad de la persona; el hombre está abierto
al infinito, al horizonte ilimitado del ser y a todos los seres creados; el hombre
existe como ser único e irrepetible, existe como un “yo”, capaz de autocomprenderse,
autoposeerse y autodeterminarse. Una sociedad justa puede ser realizada solamente
en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana, y el orden social
debe subordinarse al bien de ella, ya que el orden real debe someterse al orden personal
y no al contrario.
El hombre puede dirigirse hacia el bien sólo en libertad,
que Dios le ha dado como signo eminente de su imagen. La libertad no se opone a la
dependencia creatural del hombre respecto a Dios. La revelación enseña que el poder
de determinar el bien y el mal no pertenece al hombre, sino sólo a Dios.
Ahora
tocamos el tema de los derechos humanos. El movimiento hacia la identificación y la
proclamación de los derechos huanos del hombre es uno de los esfuerzos más relevantes
para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humana.
La fuente última de tales derechos no se encuentra en la mera voluntad de los seres
humanos, en la realidad del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo
y en Dios, su creador. Juan Pablo II, en la Encíclica “Centesimus annus”, ha trazado
una lista de ellos y el primer derecho enunciado en este elenco es el derecho a la
vida, desde su concepción hasta su conclusión natural.
Los derechos de los
pueblos y de las naciones; lo que es verdad para el hombre, lo es también para los
pueblos. El magisterio recuerda que el derecho internacional se basa en el principio
del igual respeto, por parte de los Estados, del derecho a la autodeterminación de
cada pueblo y de su libre cooperación en vista del bien común superior, de la humanidad.
La
familia, célula vital de la sociedad. La importancia y la centralidad de la familia,
en orden a la persona y a la sociedad, está repetidamente subrayada en la Sagrada
Escritura. En la familia se aprende a conocer el amor y la felicidad del Señor, así
como la necesidad de corresponderle. La Iglesia considera la familia como la primera
sociedad natural, titular de derechos propios y originarios, y la sitúa en el centro
de la vida social. En esta cuna de la vida y del amor, el hombre nace y crece en el
clima de afecto natural que une a los miembros de una comunidad familiar y las personas
son reconocidas y responsabilizadas en su integridad. En su seno, el hombre recibe
las primeras nociones sobre la verdad y el bien y aprende que quiere decir amar y
ser amado y, por consiguiente, que quiere decir en concreto ser una persona.
El
Matrimonio, fundamento de la familia. La familia tiene su fundamento en la libre voluntad
de los cónyuges de unirse en matrimonio, respetando el significado y los valores propios
de esta institución, que no depende del hombre, sino de Dios mismo. El hombre y la
mujer se entregan recíprocamente en todos los aspectos de la persona, físicos y espirituales.
La unidad que los hace una sola carne; la indisolubilidad y la fidelidad que exige
la donación reciproca y definitiva; la fecundidad a la que naturalmente está abierto
y a sus responsabilidades.
La familia, protagonista de la vida social. La relación
que se da entre la familia y la vida económica es particularmente significativa. Y
el dinamismo de esta interrelación se desarrolla a partir de la iniciativa de las
personas y se realiza, como círculos concéntricos, en redes cada vez más amplias de
producción e intercambio de bienes y servicios, que involucran en forma creciente
a las familias. La familia, por tanto, debe ser considerada protagonista esencial
de la vida económica, orientada no por la lógica del mercado, sino según la lógica
del compartir y de la solidaridad entre las generaciones.
La sociedad al servicio
de la familia. El punto de partida para una relación correcta y constructiva entre
la familia y la sociedad es el reconocimiento de la subjetividad y de la prioridad
social de la familia. El servicio de la sociedad a la familia se concreta en el reconocimiento,
el respeto y la promoción de los derechos de la familia. Todo esto requiere la realización
de auténticas y eficaces políticas familiares, asumiendo la dimensión familiar como
perspectiva cultural y política, irrenunciable en la consideración de las personas.
Un
invitación cordial a nuestro próximo encuentro sobre el tema Doctrina social de la
Iglesia. Hasta entonces.