2005-06-24 15:59:21

En su visita oficial al presidente de la República Italiana el Papa destaca la valiosa contribución que Italia puede ofrecer a Europa ayudándola a redescubrir sus raíces cristianas


Viernes, 24 jun (RV).- En su primera visita oficial al presidente de la República Italiana, el Papa destaca la valiosa contribución que Italia puede ofrecer a Europa ayudándola a redescubrir esas raíces cristianas que permitieron la grandeza del pasado y que todavía hoy pueden favorecer la profunda unidad del Continente.

Benedicto XVI ha visitado esta mañana al presidente de la República Italiana Carlo Azeglio Ciampi, en el Palacio del Quirinal. En su primera visita oficial como Pontífice, Benedicto XVI ha querido agradecer en primer lugar al presidente y a todo el pueblo italiano por la calurosa acogida que le han dispensado desde el primer día de su servicio pastoral como obispo de Roma y como pastor de la Iglesia Universal.

El discurso del Santo Padre ha tratado las relaciones entre la Iglesia y el estado italiano, “ambas –ha subrayado el Papa- al servicio de la vocación personal y social de las mismas personas. Benedicto XVI ha defendido además la legitimidad de “una sana laicidad del Estado en virtud de la cual las realidades temporales se rigen según sus propias normas, sin excluir las referencias éticas que encuentran su fundamento último en la religión. La autonomía de la esfera temporal no excluye la íntima armonía con las exigencias superiores y complejas derivadas de una visión integral del hombre y de su eterno destino”.

El Papa ha asegurado al presidente y a todo el pueblo italiano el deseo de la Iglesia de mantener y promover un cordial espíritu de colaboración y entendimiento al servicio del crecimiento espiritual y moral del país, al que está unida por vínculos muy particulares. De hecho la cultura italiana está íntimamente plagada de valores cristianos, como lo demuestran las espléndidas obras de arte que la Nación ha producido en todos los campos del pensamiento y del arte.

“Mi deseo es que el pueblo italiano no solo no reniegue de la herencia cristiana que forma parte de su historia, sino que la custodie celosamente y la conduzca a producir más frutos dignos del pasado. Tengo confianza en que Italia, bajo la sabia y ejemplar guía de quienes la gobiernen, continúe desarrollando en el mundo la misión civilizadora por la que se ha distinguido siempre a través de los siglos. Por su historia y su cultura, Italia puede ofrecer una contribución valiosísima a Europa de forma particular, ayudándola a redescubrir esas raíces cristianas que permitieron la grandeza del pasado y que todavía hoy pueden favorecer la profunda unidad del Continente”.

Entre las preocupaciones desde el principio de su servicio pastoral desde la Cátedra de Pedro, Benedicto XVII ha señalado, en primer lugar, la tutela de la familia fundada sobre el matrimonio y la defensa de la vida humana desde sus comienzos hasta su fin natural, subrayando sin embargo el deber de proporcionar cuidados paliativos adecuados que hagan la muerte más humana. Entre estas preocupaciones, el Papa también se ha referido a la educación y la escuela. Y en este contexto el Pontífice ha expresado su deseo de que se respete concretamente el derecho de los padres a una libre elección educativa, sin tener que hacer pagar por ello. Espero que los legisladores italianos, frente a estos problemas, sepan ofrecer soluciones “humanas”.

En otro momento el Papa ha asegurado a los ciudadanos de Roma y a toda la nación italiana su firme compromiso para trabajar con todas sus energías por el bien religioso y civil de todos los que el Señor le ha confiado. Porque cuando se acoge el mensaje de Cristo, la comunidad civil se vuelve más responsable, más atenta a las exigencias del bien común y más solidaria con las personas pobres, abandonadas y marginadas.

“Repasando la historia italiana se queda uno sorprendido por las innumerables obras de caridad a las que la Iglesia, con grandes sacrificios, ha dado vida para aliviar cualquier tipo de sufrimiento. Este mismo camino es el que la Iglesia pretende proseguir, sin ambiciones de poder y sin pedir privilegios o posiciones de ventaja social o económica”.







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