2005-06-08 14:42:30

Intención general de oración para el mes de junio


Miércoles, 8 jun (RV).- “Para que nuestra sociedad ayude con gestos concretos de amor cristiano y fraterno a los millones de refugiados que se encuentran en condiciones de pobreza extrema y abandono”. Ésta es la intención general de oración que presenta el Papa para este mes de junio.

El Pontificio Consejo para los Emigrantes e Itinerantes nos ayuda a reflexionar sobre esta intención, con la cual el Santo Padre invita a rezar a los numerosos miembros del Apostolado de la Oración, recordando las palabras con las que Juan Pablo II advertía que “cualquier situación en que las personas o los grupos humanos se ven obligados a huir de su tierra para buscar refugio en otros lugares, resalta como grave ofensa a Dios y al hombre”. (Ángelus del 15 de junio de 2003).

Es una apremiante exhortación a rezar para que con gestos concretos de amor cristiano y fraterno, nuestra sociedad salga al encuentro de los millones de refugiados que sufren condiciones de extrema pobreza y abandono. Apremiante exhortación que resuena ante la necesidad urgente de hallar una solución justa a las causas que están a la base del problema.

Ante esta tragedia que sigue creciendo en todo el mundo, no pueden quedar en el olvido los numerosísimos refugiados que se ven obligados a huir de sus tierras, como única solución para sobrevivir o para atender a su familia. Huyendo de condiciones inhumanas que incluyen la persecución, la violación de los derechos humanos, las horribles consecuencias de la guerra civil o de los conflictos, la violencia y crueldades indescriptibles contra mujeres, niños, ancianos y hombres.

El forastero nos debe llevar al centro de la caridad cristiana, que se hará patente en la compasión con el más débil y en la actitud misericordiosa hacia los demás, recomienda el Pontificio Consejo para los Emigrantes e Itinerantes, haciendo hincapié en que la presencia de refugiados de todas partes del mundo hace visible la opresión, la injusticia y la guerra en muchas naciones y es una gran preocupación para la Iglesia, que no puede dejar de clamar para garantizar la dignidad humana de los que buscan asilo, de los refugiados y de los desplazados, reclamando asimismo el respeto de las leyes internacionales. Ante el racismo, la xenofobia y los prejuicios, ante las causas de la emigración forzada, la Iglesia proclama su Doctrina Social, pidiendo apremiantemente la paz justa, la reconciliación y el progreso económico integral, con vistas al bien común de cada nación y de la comunidad internacional.
“La catolicidad no se manifiesta solamente en la comunión fraterna de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación racial, y en el reconocimiento de la dignidad humana de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos inalienables” (Mensaje de Juan Pablo II para la Jornada Mundial de los Emigrantes de 1999).

Con frecuencia la Biblia exhorta a la hospitalidad con el extranjero... El Nuevo Testamento nos dice “no os olvidéis de la hospitalidad: gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles”. (Hb 13,2) Y Jesús hizo hincapié en la noción de la hospitalidad cuando dijo que junto con el amor a Dios, el mayor mandamiento es “amar al prójimo como a sí mismo”. La auténtica hospitalidad es algo divino, reitera el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, pues abriéndonos al otro, honramos la imagen de Dios, en su humanidad, siguiendo la exhortación de Jesús: “Venid, benditos de mi Padre... era forastero y me acogisteis” (Mt 25,34 b 35)







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