Benedicto XVI presidió la tradicional celebración de la solemnidad del Cuerpo y Sangre
de Cristo
Viernes, 27 may (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI presidió, a las 19.00 de ayer,
la tradicional celebración romana de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Después de la Santa Misa que presidió en la Basílica de San Juan de Letrán, Catedral
de Roma, el Pontífice encabezó la procesión del Santísimo por el centro de la Ciudad
Eterna hasta llegar a la Basílica de Santa María La Mayor.
En esta primera
cita litúrgica con su diócesis, miles de romanos y peregrinos acompañaron al Papa,
que invitó a llevar el Evangelio por el mundo, rezando por la reconciliación de la
humanidad. “Señor Jesús, que en el sacramento de tu Cuerpo y de tu Sangre has colocado
la fuente del Espíritu que da la vida, haz que tu Iglesia -partiendo el pan en memoria
tuya - sea signo y primicia de la humanidad reconciliada en el amor”, dijo el Pontífice.
Evocando
las palabras de Jesús en la institución de la Eucaristía y poniendo de relieve que
“comulgar es entrar en comunión con la persona del Señor vivo, con el Amor vivo”,
Benedicto XVI hizo hincapié en que “en este Sacramento, el Señor está siempre en camino
por el mundo”. “En la procesión del Corpus Domini, acompañamos al Resucitado en su
caminar por el mundo entero”, precisó el Papa.
“Llevando a Cristo, presente
en la figura del pan, por las calles de nuestra ciudad, encomendamos a su bondad estas
calles, estas casas, nuestra vida de cada día”, nuestras alegrías y nuestros sufrimientos,
enfatizó el Obispo de Roma, exhortando a que “nuestras calles sean los caminos de
Jesús. Que nuestros hogares sean para Él y estén en Él. Que nuestra vida de cada día
esté impregnada con su presencia”.
“Con este gesto, presentamos ante sus ojos
los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y de los ancianos, las
tentaciones, los miedos, toda nuestra vida”, agregó el Obispo de Roma, quien reiteró
que la procesión del Corpus representa asimismo “una gran y pública bendición” para
esta ciudad, así como “la persona de Cristo es la bendición divina para el mundo”.
Reafirmado
que “la verdadera meta de nuestro camino es la comunión con Dios... yendo por los
caminos del mundo, llevando el Evangelio a todas las naciones, llevando el don de
su amor a los hombres de todos los tiempos”, el Santo Padre recordó que “por ello
el camino de los apóstoles se extendió hasta los confines de la tierra. Así San Pedro
y San Pablo llegaron hasta Roma, ciudad que era el centro del mundo conocido entonces,
‘caput mundi’”.
En este contexto, destacando que “la Eucaristía, para la fe,
es un misterio de intimidad...”, “don personalísimo del Señor”, que va más allá de
los muros de nuestras Iglesias...”, Benedicto XVI enfatizó “el aspecto universal de
la presencia eucarística” que se manifiesta en la procesión de esta fiesta.
Antes
de finalizar su homilía, recordando que la tradicional procesión del Corpus acaba
en la Basílica romana de Santa María La Mayor -evocando las palabras de Juan Pablo
II sobre la Madre de Dios, que el amado Papa fallecido calificó como “Mujer Eucarística”-
Benedicto XVI subrayó que “María nos enseña verdaderamente qué significa entrar en
comunión con Cristo”. El Pontífice invitó a rezar para que Ella, que es también Madre
nuestra, nos ayude a seguir fielmente a su Hijo por los caminos de nuestra vida.