En distintos frentes, Juan Pablo II y Benedicto XVI "conocieron la barbarie de la
II Guerra Mundial y la insensata violencia de hombres contra hombres, de pueblos contra
pueblos"
Viernes, 20 may (RV).- “La común y sincera condena del nazismo, así como del comunismo
ateo, sea para todos un compromiso para construir - sobre el perdón -la reconciliación
y la paz”. Juan Pablo II y Benedicto XVI, “cuando eran jóvenes, si bien en frentes
adversarios y en situaciones diferentes, pudieron conocer la barbarie de la Segunda
Guerra Mundial y de la insensata violencia de hombres contra otros hombres, de pueblos
contra otros pueblos”. Lo ha recordaba ayer por la tarde el mismo Benedicto XVI en
su discurso al final de la proyección de la película “Karol, un hombre que llegó a
Papa”, presentada en el Vaticano.
“¿Cómo no leer a la luz de un providencial
diseño divino el hecho de que en la cátedra de Pedro, a un Pontífice polaco le haya
sucedido un ciudadano de aquella tierra, Alemania, donde el régimen nazi pudo afirmarse
con gran virulencia, atacando luego a las naciones vecinas, en particular a Polonia?”,
señaló asimismo Benedicto XVI tras expresar su agradecimiento a los que han hecho
realidad la mencionada película.
Película cuya “primera parte destaca lo que
ocurrió en Polonia bajo la ocupación nazi, con algunas referencias emotivamente muy
fuertes, a la represión del pueblo polaco y al genocidio de los judíos”, subrayó el
Papa, reiterando que “se trata de atroces crímenes que muestran todo el mal que encerraba
en sí la ideología nazi”. Tras recordar que, “sacudido por tanto dolor y violencia,
Karol Wojtyla decidió cambiar de rumbo a su vida y responder a la llamada divina al
sacerdocio”, Benedicto XVI subrayó el legítimo sentimiento de horror causado por las
crudas imágenes que cuentan atroces momentos históricos y señaló que “la evocación
de semejantes aberraciones no puede dejar de reavivar, en toda persona con sentimientos
rectos, el compromiso de hacer todo lo que está en su poder para que nunca más se
vuelvan a repetir hechos de tan inhumana barbarie”.
Aún más, el Papa hizo hincapié
en que la proyección de esta película tiene lugar pocos días después del 60 aniversario
del final de la Segunda Guerra Mundial “enorme tragedia que sembró destrucción y muerte
en Europa y el mundo, en medida nunca antes conocida”. En este contexto, el Santo
Padre recordó que Juan Pablo II calificó ese atroz momento de la historia “como un
suicidio de la humanidad”.
“Cada vez que una ideología totalitarista pisotea
al ser humano, toda la humanidad está seriamente amenazada”, enfatizó nuevamente Benedicto
XVI, poniendo en guardia contra el peligro de que el recuerdo se vaya desvaneciendo
con el tiempo. Pues esos horrores deben ser “una lección severa para nuestra generación
y para las futuras. Tenemos el deber de recordar, en especial a los jóvenes, a cuáles
formas de inaudita violencia pueden llegar el desprecio del hombre y la violación
de sus derechos”.
Refiriéndose a la importancia de la reconciliación en el
camino que conduce hacia la paz, Benedicto XVI evocó la carta que los obispos polacos
entregaron a los prelados alemanes al finalizar el Concilio Vaticano II. Documento
que contenía unas célebres palabras que siguen resonando en nuestro corazón, enfatizó
el Pontífice actual repitiendo esas misas palabras: “Perdonamos y pedimos perdón”.
Pues, tal como señaló el pasado domingo, en su homilía para la ordenación de los nuevos
sacerdotes de la diócesis de Roma, “nada puede mejorar el mundo si no se supera el
mal. Y el mal se puede superar sólo con el perdón”.
Tal como recordaba Juan
Pablo II, Benedicto XVI reiteró que “perdonar no significa olvidar”, puesto que “si
la memoria es la ley de la historia, el perdón es potencia de Dios, potencia de Cristo
que actúa en los acontecimientos de los hombres”. Una vez más, el Santo Padre recordó
que “la paz es ante todo don de Dios, que hace brotar en el corazón de quien la acoge
sentimientos de amor y de solidaridad.
Benedicto XVI finalizó su discurso expresando
su profundo anhelo de que “el testimonio de Juan Pablo II, evocado por esta producción
cinematográfica, reavive en todos el propósito de obrar, cada uno en su campo respectivo
y según sus propias posibilidades, al servicio de una firme acción de paz en Europa
y en el mundo entero”