Audiencia General: “Dios no es indiferente a las vicisitudes humanas”
Miércoles, 11 may (RV).- Esta mañana, el Santo Padre Benedicto XVI ha celebrado la
audiencia general en la Plaza de san Pedro para los miles de fieles presentes en Roma.
En su catequesis, el Pontífice ha continuado reflexionando sobre los Cánticos. Esta
vez lo ha hecho sobre el cántico 46 del Apocalipsis, un himno de adoración y de alabanza,
que se reza en las vísperas de los viernes de la segunda semana.
Sobre este
Cántico, Benedicto XVI ha manifestado que es uno de tantos textos orantes del Apocalipsis,
libro de juicio, de salvación y sobre todo de esperanza. La historia, en efecto, no
está en manos de potencias oscuras, de la casualidad o en las opciones humanas. Cuando
se desencadenan las energías malvadas, ante la irrupción vehemente de Satanás, ante
el emerger de tantos flagelos y males, se eleva el Señor, árbitro supremo de la historia.
Al entonar el Cántico, ha subrayado el Papa, son los justos de la historia los que
vencen a la Bestia satánica, aquellos que ante la aparente derrota del martirio son
en realidad los constructores del mundo nuevo, con Dios artífice supremo.
Es
menester, ha proseguido diciendo Benedicto XVI, reafirmar que Dios no es indiferente
a las vicisitudes humanas, es más en ellas penetra realizando sus “caminos”, es decir
sus proyectos y sus “obras” eficaces. Esta intervención divina tiene un significado
bien preciso: ser signo que invita a la conversión a todos los pueblos de la tierra.
Las naciones deben aprender a “leer” en la historia un mensaje de Dios. La aventura
de la humanidad no es confusa y sin significado, ni está volcada irremediablemente
a la prevaricación de los prepotentes y de los perversos.
Seguidamente, el
Papa ha aludido a la Constitución pastoral Gaudium et spes del Concilio Ecuménico
Vaticano II, que invita a los creyentes a escrutar a la luz del Evangelio los signos
de los tiempos para ver en ellos la manifestación del actuar mismo de Dios. En este
himno se unen el temor y la glorificación de Dios. El himno termina con la previsión
de una procesión universal de los pueblos que se presentan delante del Señor de la
historia, desvelado a través de sus “juicios justos”. Ellos se postrarán en adoración.
Y nosotros concluimos nuestra reflexión sobre el cántico del “Cordero victorioso”,
entonando por los justos del Apocalipsis, ha manifestado el Pontífice, con un antiguo
himno del lucernario, subrayado por san Basilio de Cesarea.
Escuchemos el resumen
que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra
lengua presentes en la audiencia general:
Queridos Hermanos
y Hermanas:
El himno del Apocalipsis, en el cual nos hemos centrado
hoy, es un canto de los justos que, mediante la aparente derrota del martirio, son
en realidad los vencedores, los constructores del mundo nuevo, cuyo artífice supremo
es Dios. Porque, a pesar de tantas desdichas y maldades, el Señor es el árbitro supremo
de toda la historia. No permanece indiferente ante la aventura humana, sino que interviene
eficazmente para hacer presente su proyecto de salvación. De este modo, la existencia
adquiere significado y no está sometida a los desmanes de los prepotentes.
Al
recordar las grandes gestas del pasado, el justo aprende a temer a Dios, es decir,
a reconocer su trascendencia divina y, por tanto, a fiarse de él y amarlo. El himno
concluye con la visión de un universo en que todos se presentarán ante el supremo
Señor y lo adorarán, constatando la gran verdad de aquellas palabras de Jesús: “Tened
confianza. Yo he vencido al mundo”.
Saludo al grupo del Hogar
de los niños que quieren sonreír, de Puerto Rico, a las quinceañeras de México, así
como a los demás grupos de peregrinos de España y Latinoamérica. Invito a todos a
vivir como enviados por Cristo al mundo, con la fuerza del Espíritu Santo.
Como
siempre, al final de la audiencia, el Papa se ha dirigido a los jóvenes, a los enfermos
y a los recién casados. “Pasado mañana –ha recordado el Pontífice- celebramos la memoria
litúrgica de la Beata Virgen de Fátima. Os exhorto a dirigiros incesantemente y con
confianza a la Señora, confiándole a Ella todas vuestras necesidades”.