Benedicto XVI: “no basta manifestar buenos sentimientos” en el tema de la unidad,
“son necesarios gestos concretos que zarandeen las conciencias”
Miércoles, 20 abr (RV).- El Papa Benedicto XVI celebró esta mañana la misa de conclusión
del Cónclave, su primera celebración eucarística, en la Capilla Sixtina, en la que
concelebraron los 114 cardenales que eligieron ayer el 264 sucesor de San Pedro. El
Pontífice, que dijo estar turbado por la responsabilidad, afirmó sin embargo estar
confortado por las palabras de Juan Pablo II "no tengáis miedo". En su discurso, al
final de la Misa, el Papa se ha comprometido a proseguir la tarea trazada en el Concilio
Vaticano II y a trabajar por la unidad de los cristianos. Esta mañana, el Santo
Padre Benedicto XVI tras su elección de ayer, ha concluido el cónclave con la celebración
de la Santa Misa en la Capilla Sixtina, en el mismo lugar donde se celebraron las
votaciones que lo llevaron a la cátedra de Pedro. En la celebración eucarística han
concelebrado con el nuevo Papa los 114 cardenales electores, después de que el Pontífice
transcurriera también con ellos la noche en la Casa de Santa Marta. El báculo pastoral
que llevaba el Pontífice era del mismo estilo, con la cruz, que el utilizado por Pablo
VI y Juan Pablo II. Benedicto XVI ofició en latín su primera misa como Pontífice.
Antes de la bendición, el Papa ha pronunciado su primer mensaje en latín, que puede
considerarse, por su importancia, como una anticipación de su futuro ministerio pastoral
en la Iglesia Universal. En mi ánimo conviven en estas horas dos sentimientos contrastantes.
Por una parte, la humana turbación por la responsabilidad que ayer me fue confiada,
y por otra parte una profunda gratitud a Dios. Este íntimo reconocimiento por el don
de la divina misericordia prevalece en mi corazón. Considero este hecho una gracia
especial, obtenida de mi venerable predecesor, Juan Pablo II. Me parece sentir su
mano fuerte que aprieta la mía; me parece ver sus ojos sonrientes y escuchar sus palabras:
“No tengáis miedo”. La muerte del Santo Padre Juan Pablo II y los días que han seguido
han sido para la Iglesia y para el mundo entero un tiempo extraordinario de gracia.
El
gran dolor por su desaparición y el sentido de vacío que nos ha dejado han sido templados
por la acción de Cristo resucitado, que se ha manifestado durante estos largos días
en la coral ola de fe, de amor y de espiritual solidaridad, culminada en sus solemnes
exequias. El Papa Benedicto XVI, ha dicho que los funerales de Juan Pablo II han sido
una experiencia verdaderamente extraordinaria y que en la hora de su muerte el Pontífice
fallecido ha coronado su largo y fecundo pontificado confirmando en la fe al pueblo
cristiano reunido junto a él.
En su primer mensaje, Benedicto XVI ha señalado
que la Providencia divina, a través de los venerados padres cardenales, lo ha llamado
a suceder a este Gran Papa... y que él, como sucesor de Pedro, repite con trepidación
las palabras del pescador de Galilea: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo”...y
con íntima emoción escucha la promesa del divino Maestro: “Tu eres Pedro, y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia”. Si enorme es el peso de la responsabilidad, sé
que puedo contar con la gracia Divina. Eligiéndome como Obispo de Roma, el Señor me
ha hecho su Vicario, me ha querido “Roca” sobre la cual todos puedan apoyarse con
seguridad. Pido a Dios que supla mis pobres fuerzas, para que sea un valiente y fiel
Pastor de su grey. Para ello me dispongo a emprender el ministerio petrino al servicio
de la Iglesia universal poniendo mi humildad en las manos de Dios.
Después
Benedicto XVI, agradeciendo a los cardenales la confianza que le han demostrado, les
ha pedido que le sostengan con la oración y con una constante, activa y sabia colaboración.
Asimismo, ha pedido el consejo y las oraciones de sus hermanos en el episcopado. “Esta
comunión colegial -ha dicho- está al servicio de la Iglesia y de la unidad en la fe,
de la cual depende en gran medida la eficacia de la acción evangelizadora en el mundo
contemporáneo”. Pienso seguir por lo tanto, este camino, como mis venerados predecesores,
preocupado únicamente en proclamar al mundo entero la presencia viva de Cristo.
“Juan
Pablo II nos ha dejado una Iglesia, más valiente, más libre y más joven. Una Iglesia
que mira con serenidad el pasado y no tiene miedo del futuro”. “Con el gran jubileo
ha entrado en el nuevo milenio llevando en las manos el Evangelio, a través de la
autorizada lectura del Concilio Vaticano Segundo”. También, yo, sucesor de Pedro,
quiero afirmar con fuerza, ha señalado el Papa, la decidida voluntad de proseguir
en el compromiso de llevar a la práctica el Concilio Vaticano II, igual que mis predecesores
y en la fiel continuidad de la bimilenaria tradición de la Iglesia.
En la cuarta
parte de su mensaje, Benedicto XVI ha subrayado que la Iglesia está viviendo el especial
año dedicado a la Eucaristía: “Una providencial coincidencia”. “La eucaristía, corazón
de la vida cristiana y manantial de la misión evangelizadora de la Iglesia, constituye
-ha afirmado el Santo Padre- el centro permanente y el manantial del servicio petrino
que me ha sido confiado”. Durante este año, por lo tanto la Eucaristía deberá ser
celebrada con particular relieve en la Solemnidad del Corpus Christi. Después, en
agosto, será el centro de la Jornada Mundial de la Juventud, en Colonia y finalmente,
en octubre, tema de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos. “A todos pido
intensificar en los últimos meses el amor y la devoción a Jesús Eucaristía y expresar
de manera valiente y clara la fe en la presencia real del Señor”. Y el Papa lo ha
pedido de manera especial a los sacerdotes.
Otro de los aspectos que ha abordado
en su Mensaje el Santo Padre ha sido el ecumenismo. “Al inicio de su ministerio en
la Iglesia de Roma, que Pedro roció con su sangre, su actual Sucesor asume como compromiso
primero, ha dicho el Papa Ratzinger, el de trabajar sin desmayo de energías en la
reconstitución de la plena y visible unidad de todos los seguidores de Cristo. “Esta
es mi ambición y mi deber. Soy consciente que no basta manifestar buenos sentimientos,
sino que son necesarios gestos concretos que zarandeen las conciencias”. Y lo más
urgente en este sentido es aquella “purificación de la memoria” tantas veces evocada
por Juan Pablo II. El actual sucesor de Pedro ha dicho que está dispuesto a todo cuanto
está en su poder para promover la fundamental causa del ecumenismo.
Benedicto
XVI ha finalizado su mensaje volviendo con la memoria al llorado Juan Pablo II. En
torno a sus restos mortales se han reunido los jefes de las naciones, personas de
toda extracción social y especialmente jóvenes. A muchos les ha parecido que aquella
intensa participación, fuera como una coral petición de ayuda al Papa por parte de
la humanidad que turbada por sus incertidumbres y temores se interroga sobre su futuro.
Al comienzo de su ministerio el nuevo Papa, ha dicho que su tarea es hacer resplandecer
delante de los hombres y mujeres de hoy la luz de Cristo: No la propia luz, sino la
de Cristo.
Y dirigiéndose a los seguidores de otras religiones el Pontífice
les ha asegurado que con sencillez y afecto continuará tejiendo con ellos un diálogo
abierto y sincero por el bien del hombre y de la sociedad. Antes de finalizar ha pedido
la paz para toda la familia humana y ha señalado que no cejará de proseguir su diálogo
con las distintas civilizaciones. Sus ultimas palabras las ha dedicado a los jóvenes,
interlocutores privilegiados de Juan Pablo II, a los que abrazándoles con afecto les
ha convocado en Colonia en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud.