2005-04-12 19:05:24

“Ahora, Juan Pablo II concelebra la liturgia celestial”. Palabras del Cardenal Araujo en la quinta Misa de novenario en sufragio del Pontífice.


Martes, 12 abr (RV).- Esta tarde, el Cardenal Eugenio Araujo Sales, Arzobispo emérito de San Sebastián de Río de Janeiro, presidió en la Basílica de San Pedro la Santa Misa en el quinto día de los Novendiales en sufragio del Pontífice, ofrecida por la Capilla Papal.

Tras recordar que Jesús es nuestro camino y nuestra vida, el Cardenal Araujo indicó que “en nuestra vida mortal y débil, Él es la presencia que nos restaura y nos conforta con su amistad, con su paz y con el cada vez más profundo conocimiento del Padre celestial que nos ama”. Y en este sentido, dijo que “por ello, con tanto fervor, el Santo Padre nos enseñó la fidelidad a la doctrina de Cristo, custodiada por la Iglesia”.

A continuación, el Purpurado brasileño afirmó que, en su primer discurso, en los Hechos de los Apóstoles, Pedro nos presenta el misterio de la salvación, subrayando que Dios resucitó a Jesús, “librándolo de los dolores de la muerte, pues no era posible que quedase bajo su dominio”, y luego cita el Salmo 15, que habla del júbilo en el corazón humano del Mesías resucitado.

Al respecto, el Cardenal Araujo recordó que, sobre nuestra semejanza con Jesús resucitado, Juan Pablo II escribió en su primera Encíclica “Redemptor Hominis” que “la redención del mundo –ese misterio tremendo del amor, en el que la creación es renovada- es en su raíz más profunda ‘la plenitud de la justicia en un Corazón humano: en el Corazón del Hijo Primogénito, para que pueda hacerse justicia de los corazones de muchos hombres, los cuales, precisamente en el Hijo Primogénito, han sido predestinados desde la eternidad a ser hijos de Dios y llamados a la gracia, llamados al amor’”.

Al final de su homilía, el Purpurado indicó que la segunda Lectura de la celebración de esta tarde “nos revela la meta definitiva del Evangelio y de la vida cristiana”, es decir que “la dignidad de toda persona humana –que tanto proclamó Juan Pablo II- será plenamente alcanzada en la acogida de la humanidad en la gloria de Cristo resucitado”, quien “junto con todos los hombres redimidos, en una inmensa sinfonía, en la eterna adoración de la liturgia celestial rendirá el culto de supremo amor a Dios Padre”.

“Ahora, Juan Pablo II concelebra esta liturgia, en Cristo y por Cristo, con todos los Santos, y en la gloriosa presencia de María, prototipo de toda santidad y singular protectora de nuestro amado Papa”, concluyó el Cardenal Araujo.







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