2005-04-03 12:59:29

Juan Pablo II, el trovador de la civilización del amor, durante 26 años llevó por todas las plazas del mundo el Evangelio de la esperanza cristiana


Domingo 3 abr (RV).- Juan Pablo es el trovador de la civilización del amor, el que durante 26 años no se ha cansado de repetir que las relaciones entre los hombres y los pueblos no se pueden basar solo en la justicia, sino que se deben perfeccionar en el amor misericordioso. Con estas palabras el cardenal Angelo Sodano ha rendido honor al Santo Padre, en la homilía de la Santa Misa en sufragio de Juan Pablo II, celebrada esta mañana en una Plaza de San Pedro abarrotada de decenas de miles de fieles que han querido así acompañar al Pontífice, que ya “ha cruzado el umbral de la esperanza” y que durante más de un cuarto de siglo llevó por todas las plazas del mundo el Evangelio de la esperanza cristiana, enseñando a todos que la muerte es una transición hacia la patria del cielo .

En la vigilia del Domingo de la Divina Misericordia, el ángel del Señor pasó por el Palacio Apostólico Vaticano para llevarse consigo al trovador de la civilización del amor. El cardenal Sodano ha subrayado el papel fundamental de Juan Pablo II, quien durante tantos años abanderó la civilización cristiana identificada con la civilización del amor, y tan radicalmente opuesta a esa civilización del odio propuesta por el nazismo y el comunismo.

Fue nuestro amado Pontífice -como ha subrayado el purpurado- quien llamó a nuestra Iglesia de hoy a ser la casa de la misericordia, para acoger a todos los que necesitan ayuda, perdón y amor. Precisamente en este domingo es conmovedor releer una de sus Encíclicas más bellas, la Dives in misericordia, que ya se nos ofreció en 1980, en el tercer año de su Pontificado.

La misericordia que hoy recordamos ha sido el hilo conductor de la homilía del cardenal para recordarnos que el cristiano sabe, que aunque pecador, siempre encuentra a su lado la misericordia del Dios Padre. Y es este precisamente, el sentido de la fiesta de hoy, instituida por Juan Pablo II, para subrayar este aspecto tan consolador del misterio cristiano.

El cardenal Sodano ha resaltado el ánimo generalizado de pesar por la pérdida de “nuestro padre y pastor”, no obstante ha querido recordar que durante 26 años Juan Pablo III nos ha invitado siempre a mirar a Cristo, única razón de nuestra esperanza. Y en este momento el dolor del cristiano se transforma inmediatamente en profunda serenidad, porque la fe nos invita a levantar la cabeza y mirar lejos, mirar a lo alto.

Es cierto que el afecto a las personas queridas no nos exime de derramar lágrimas de dolor en el momento de la separación, pero incluso ahora siempre sigue vigente la invitación que el apóstol Pablo dirigía a los cristianos de Tesalónica de no desanimarse como los que no tienen esperanza. Precisamente en las misas de difuntos se recuerda que no se nos quita la vida, sino que se transforma... y mientras se destruye la demora terrena, se construye otra en el cielo.







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