El Pontífice, presente “con la mente y el corazón” en la Santa Misa de la Cena del
Señor
Viernes, 25 mar (RV).- “Con la mente y con el corazón” Juan Pablo II se unió ayer
por la tarde a los numerosos fieles que participaban, en la Basílica vaticana - ante
la tumba del Apóstol Pedro - en la Santa Misa de la Cena del Señor, que constituye
el primer acto del Triduo Pascual, culmen del año litúrgico.
Dando comienzo a la celebración - que el Pontífice siguió por televisión - el cardenal
Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, que presidió
la Santa Misa, leyó un Mensaje del Papa. Mensaje que destacaba, precisamente, que
en la tarde del “Jueves Santo, Cristo nos invita a volver espiritualmente con Él al
Cenáculo, para hacernos entrar en profundidad en el misterio de su Pascua”.
Evocando los signos cumplidos por el Señor en la vigilia de su muerte - que cada año
se renuevan en la liturgia - el Santo Padre puso de relieve que lavando los pies a
los Apóstoles, Cristo dio “ejemplo de un amor que se hace humilde y de servicio concreto”.
Y, refiriéndose a la consagración del pan y del vino, Juan Pablo II hizo hincapié
en este “sacramento de su Cuerpo y de Su sangre, dados en sacrificio para nuestra
salvación”. Sacramento al que el Papa ha querido dedicar el año que estamos viviendo
y que, en la celebración del Jueves Santo, encuentra su momento altamente significativo.
El Papa finalizaba su Mensaje invocando la ayuda de María para “acercarnos con fe
a este sumo e inestimable Misterio del amor divino”. Juan Pablo II espiritualmente
presente se unió en la oración, dando su bendición.
En su homilía el cardenal López Trujillo – que presidió la celebración de la Misa
de la Cena del Señor - hizo hincapié en este Año de la Eucaristía convocado por Juan
Pablo II, poniendo de relieve el Misterio Eucarístico, misterio pascual del que nace
la Iglesia.
Recordando la Encíclica del Santo Padre Ecclesia de Eucaristía - que destaca que la
Iglesia es misterio de comunión, en especial cuando celebramos el día del Señor -
y evocando “el precio de la sangre del Cordero para nuestra salvación”, el purpurado
colombiano se refirió a “la tragedia del hombre que no comprende cuánto es amado por
Dios, en un diálogo de amor que tiene su alba en el comienzo de la Creación”.
Tras señalar que al no comprender esta profunda verdad, el hombre se cierra a la dimensión
de una dialéctica de amor que redime, rescata y libera, huyendo de la luz de la Palabra
Encarnada y llegando a la senda que lo deshumaniza, el cardenal López Trujillo recordó
que este camino coincide incluso con el progreso en algunos campos y con las extraordinarias
conquistas del genio humano. “Fenómeno que se descubre en las ideologías antiguas
y recientes”.
Declive - recordó asimismo el Presidente del Consejo Pontificio para la Familia -
que ha sido denunciado por el Papa, advirtiendo ante el peligro que supone la actual
‘ideología del mal’, que se arraiga en el rechazo de “la noción de lo que de forma
más profunda nos caracteriza como seres humanos”. Cayendo así en el vacío que promueven
ciertos proyectos políticos y algunos parlamentos, contra la identidad y la misión
de la familia y de la dignidad de la vida, que constituyen una unidad inseparable,
querida por Dios, por amor al hombre y a la humanidad”.
Tras invitar a releer la Encíclica Evangelium Vitae - cuyo décimo aniversario celebramos
y en la que Juan Pablo II recuerda que Dios donándole la vida al hombre, le exige
que la ame, la respete y la promueva - y destacando, con el Papa, “la deshumanización
extrema que existe en los cambios profundos que se extienden en la actualidad, hasta
hacer pasar el delito como un derecho”, el Card. López Trujillo ha finalizado su homilía
manifestando que: “inmersos en este Misterio de la Pascua, nuestra ferviente oración
es por el Santo Padre, incansable defensor y testigo de aquello que es la verdadera
calidad de vida, que debemos proclamar y defender, gratos al Señor de la vida por
su servicio tan generoso a la Iglesia y a la humanidad”.