Viernes, 18 mar (RV).- Hoy abordaremos el tema del desarrollo y la evolución demográfica,
que no es sólo hablar de tasa de natalidad, es también hablar de la calidad de vida
de las personas, tomando como parámetro la cantidad de seres humanos que habitan la
tierra.
Es un tema bastante controvertido no sólo por toda la discusión que permanentemente
genera del crecimiento poblacional en relación con otros aspectos como la cantidad
de alimentos y asistencia social que se brinda a las personas, sino además porque
la controversia de este tema del crecimiento poblacional y el desarrollo tiene múltiples
miradas e implicaciones, que algunos planteamientos están afectando actualmente a
la familia, sus valores y principios. Bienvenidos entonces a nuestro espacio de familia.
La mención de los índices de evolución demográfica a menudo desencadena vivas reacciones;
se presentan cifras globales que expresan la relación entre crecimiento demográfico
y natalidad. Según éste tipo de reflexión, el control de la natalidad sería la condición
indispensable y previa al «desarrollo duradero» de los países pobres, pues ante una
escasa producción de recursos y maneras de subsistencia, lo importante es lograr un
equilibrio entre el desarrollo existente y la cantidad de población.
Son entonces las naciones más desarrolladas las que definen para los demás países,
lo que, según su punto de vista, es «desarrollo duradero», es decir, el perfecto equilibrio
entre producción y cantidad de personas. Esto explica que algunos de los países ricos
y las grandes organizaciones internacionales estén de verdad dispuestos a ayudar económicamente
a los países más pobres, pero con una condición: que acepten programas de control
sistemático de su natalidad. Incluso algunos países desarrollados aplican una auto-regulación,
dando como resultado una considerable reducción de la tasa de natalidad.
En realidad, esto no es nuevo, pues es difícil encontrar en la historia el ejemplo
de un país que presente una tendencia prolongada (más de veinticinco años) de disminución
de su población y que, a su vez, gozara de un desarrollo económico sustancial. Incluso
se ha demostrado que el crecimiento demográfico con frecuencia ha precedido al crecimiento
económico.
La Iglesia, atenta a las lecciones de la historia expresadas en algunos hechos recientes,
no puede aceptar que se tome a las poblaciones más pobres como «víctimas expiatorias»
del subdesarrollo. La Iglesia considera esta posición especialmente inoportuna cuando
se contempla a los países sumidos en graves dificultades económicas, precisamente
cuando tienen una densidad demográfica baja y abundantes recursos explotables.
Por otra parte, la Iglesia no puede desconocer las evoluciones demográficas negativas
de los países industrializados, justamente porque los efectos de dichas evoluciones
no pueden ser neutros. Al mismo tiempo, la Iglesia desea entablar un diálogo constructivo
con los que siguen convencidos de la necesidad de realizar un control imperativo de
población, y con los Gobiernos e Instituciones que se ocupan de políticas de la población,
ya que existen problemas demográficos reales, si bien frecuentemente son vistos desde
una óptica equivocada y se proponen soluciones inadecuadas para resolverlos.
El Santo Padre ha denunciado en diversas ocasiones «campañas sistemáticas contra la
natalidad». Algunas campañas están organizadas y financiadas por organizaciones internacionales
(públicas o privadas), dirigidas con frecuencia por los Gobiernos. Estas campañas,
frecuentemente, se llevan a cabo invocando la salud y el bienestar de la mujer y se
destinan a los jóvenes bajo forma de programas de educación sexual antinatalista.
Conviene destacar de paso que entre los factores que controlan la demografía hay uno,
en diversos países, que no por ser indirecto es menos importante: la falta de vivienda
adecuada para las familias, acompañado obviamente de la pobreza indiscriminada que
afecta a la gran mayoría de la población de América Latina. En todo caso, los métodos
elaborados para controlar directamente los nacimientos son actualmente los medios
principales en curso en el control demográfico.