Alegría del Papa por la liberación de la periodista italiana secuestrada en Irak y
profundo pesar por la trágica muerte del agente secreto que la salvó
Sábado, 5 mar (RV).- A través de sendos telegramas, el Papa ha manifestado, por una
parte, su alegría por la liberación de la periodista italiana secuestrada en Irak
y, por otra, su profundo pesar por la trágica muerte uno de los agentes de los servicios
secretos italianos que falleció protegiéndola, en un posterior tiroteo de tropas estadounidenses.
Tras
la liberación en Irak de la periodista italiana Giuliana Sgrena, que concluyó con
la trágica muerte de un agente de los servicios secretos de Italia, en nombre del
Santo Padre, el cardenal Secretario de Estado, Angelo Sodano, ha enviado dos telegramas.
El primero, al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en el que Juan Pablo II
expresa su agradecimiento por el trabajo realizado, tanto a él como a su gobierno,
así como a todos aquellos que han hecho posible la conclusión de tan deplorable secuestro.
Al
mismo tiempo, Su Santidad está apesadumbrado por la trágica muerte de Nicola Calipari
y manifiesta su especial cercanía y su pésame al primer ministro, al gobierno y a
los compañeros de tan fiel y heroico servidor del Estado, que en el cumplimiento de
la delicada misión que le fue confiada no ha dudado en sacrificar su propia vida.
Con estos sentimientos, el Santo Padre asegura su ferviente oración por los heridos
en el curso de tal operación y desea todo bien a la querida nación italiana, enviando
una especial bendición apostólica.
El segundo telegrama, también en nombre
del Papa, enviado por el Secretario de Estado a Don Maurizio Calipari, oficial de
la Academia Pontificia para la Vida y hermano del agente fallecido, expresa la profunda
cercanía espiritual de Juan Pablo II a los familiares, en particular a la madre, a
la esposa e hijos de este benemérito y generoso servidor del Estado. Asimismo, el
Pontífice manifiesta su admiración por el heroico gesto, suscitado por el sentido
del deber y por sentimientos de virtud cristiana.
Su Santidad eleva fervientes
oraciones por el alma del difunto y mientras confía a cuantos lloran esta prematura
muerte a la maternal intercesión de la Virgen María, imparte de corazón su bendición
apostólica, añadiendo su personal participación en el luto y asegurando su recuerdo
en la celebración eucarística.