2005-03-05 14:59:25

Alegría del Papa por la liberación de la periodista italiana secuestrada en Irak y profundo pesar por la trágica muerte del agente secreto que la salvó


Sábado, 5 mar (RV).- A través de sendos telegramas, el Papa ha manifestado, por una parte, su alegría por la liberación de la periodista italiana secuestrada en Irak y, por otra, su profundo pesar por la trágica muerte uno de los agentes de los servicios secretos italianos que falleció protegiéndola, en un posterior tiroteo de tropas estadounidenses.

Tras la liberación en Irak de la periodista italiana Giuliana Sgrena, que concluyó con la trágica muerte de un agente de los servicios secretos de Italia, en nombre del Santo Padre, el cardenal Secretario de Estado, Angelo Sodano, ha enviado dos telegramas. El primero, al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en el que Juan Pablo II expresa su agradecimiento por el trabajo realizado, tanto a él como a su gobierno, así como a todos aquellos que han hecho posible la conclusión de tan deplorable secuestro.

Al mismo tiempo, Su Santidad está apesadumbrado por la trágica muerte de Nicola Calipari y manifiesta su especial cercanía y su pésame al primer ministro, al gobierno y a los compañeros de tan fiel y heroico servidor del Estado, que en el cumplimiento de la delicada misión que le fue confiada no ha dudado en sacrificar su propia vida. Con estos sentimientos, el Santo Padre asegura su ferviente oración por los heridos en el curso de tal operación y desea todo bien a la querida nación italiana, enviando una especial bendición apostólica.

El segundo telegrama, también en nombre del Papa, enviado por el Secretario de Estado a Don Maurizio Calipari, oficial de la Academia Pontificia para la Vida y hermano del agente fallecido, expresa la profunda cercanía espiritual de Juan Pablo II a los familiares, en particular a la madre, a la esposa e hijos de este benemérito y generoso servidor del Estado. Asimismo, el Pontífice manifiesta su admiración por el heroico gesto, suscitado por el sentido del deber y por sentimientos de virtud cristiana.

Su Santidad eleva fervientes oraciones por el alma del difunto y mientras confía a cuantos lloran esta prematura muerte a la maternal intercesión de la Virgen María, imparte de corazón su bendición apostólica, añadiendo su personal participación en el luto y asegurando su recuerdo en la celebración eucarística.







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