Marzo: intención general para el apostolado de la oración
Viernes, 4 mar (RV).- “Para que en sus políticas y programas de desarrollo, los gobiernos
de todas las Naciones tengan siempre en cuenta a los pobres, marginados y oprimidos”.
Es la Intención General propuesta por Juan Pablo II para el Apostolado de la Oración
en este mes de marzo.
En su Carta Apostólica ‘Novo Millennio Ineunte’, al concluir el Gran Jubileo del Año
2000, el Papa hacía hincapié en que “
son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan la sensibilidad cristiana”,
señalando que nuestro mundo empieza el nuevo milenio cargado de las contradicciones
de un crecimiento económico, cultural, tecnológico, que “ofrece a pocos afortunados
grandes posibilidades, dejando no sólo a millones y millones de personas al margen
del progreso, sino a vivir en condiciones de vida muy por debajo del mínimo requerido
por la dignidad humana”.
Son innumerables las veces en que Juan Pablo II ha llamado la atención sobre la tragedia
de la pobreza en el mundo preguntando ¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya
todavía quien se muere de hambre; quien está condenado al analfabetismo; quien carece
de la asistencia médica más elemental; quién no tiene techo donde cobijarse?
Advirtiendo que el panorama de la pobreza puede extenderse indefinidamente, y que
si a las antiguas añadimos las nuevas pobrezas, que afectan a menudo a ambientes y
grupos no carentes de recursos económicos, pero sí expuestos a la desesperación del
sin sentido, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad,
a la marginación o a la discriminación social, el Papa nunca ha dejado de recomendar
que el cristiano, que se asoma a este panorama, debe aprender a hacer su acto de fe
en Cristo interpretando el llamamiento que Él dirige desde este mundo de la pobreza.
Se trata de continuar una tradición de caridad que ya ha tenido muchísimas manifestaciones
en los dos milenios pasados, pero que hoy quizás requiere mayor creatividad. El Santo
Padre señalaba la hora de un nueva « imaginación de la caridad », que promueva no
tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse
cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como
limosna humillante, sino como un compartir fraterno.
Por eso, recomendaba asimismo Juan Pablo II tenemos que actuar de tal manera que los
pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como « en su hogar ». ¿No sería este
estilo la más grande y eficaz presentación de la buena nueva del Reino? Sin esta forma
de evangelización, llevada a cabo mediante la caridad y el testimonio de la pobreza
cristiana, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo
de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad
de la comunicación nos somete cada día. La caridad de las obras corrobora la caridad
de las palabras.
La Dirección General del Apostolado de la Oración reitera la invitación del Santo
Padre a rezar, en especial en este mes de marzo, para que en los programas de desarrollo,
los gobiernos de cada nación sean sensibles siempre – y cada vez más - a los pobres,
excluidos y oprimidos. Y, citando la Populorum Progressio (n. 45), pone de relieve
que “hoy en día - ya nadie puede ignorarlo – son innumerables los hombres y mujeres
torturados por el hambre, muchísimos son los niños subalimentados hasta el punto de
que un buen número de ellos mueren en tierna edad; también el crecimiento físico y
el desarrollo mental de otros muchos quedan comprometidos; por lo que regiones enteras
se ven condicionadas al desaliento más triste”. A todos hay que ofrecer la esperanza
cristiana.