Juan Pablo II evidencia el ejemplo de fidelidad al Señor y adhesión a su divina voluntad
que nos deja Sor Lucía
Martes, 15 feb (RV).- “Sor Lucía nos deja un ejemplo de gran fidelidad al Señor y
de alegre adhesión a su divina voluntad”. Palabras del Santo Padre en su carta a Monseñor
Albino Mamede Cleto, Obispo de Coimbra, con motivo de los funerales, este martes,
de la vidente de la Virgen de Fátima, quien el pasado domingo, “a la edad de 97 años,
ha sido llamada por el Padre celestial a la eterna morada del Cielo”.
Tras afirmar que “así, ella ha alcanzado la meta a la cual siempre aspiraba en la
oración y en el silencio del convento”, el Papa agrega que “en estos días, la liturgia
nos ha recordado que la muerte es herencia común de los hijos de Adán, pero al mismo
tiempo nos ha asegurado que Jesús, con el sacrificio de la cruz, nos ha abierto las
puertas de la vida inmortal”.
“Evocamos estas certezas de la fe en el momento en el que damos el último saludo a
esta humilde y devota carmelita, que ha consagrado su vida a Cristo, Salvador del
mundo”, prosigue Juan Pablo II, quien subraya que “la visita de la Virgen, que la
pequeña Lucía recibió junto con sus primos Francisco y Jacinta en 1917, fue para ella
el inicio de una singular misión a la que se mantuvo fiel hasta el final de sus días”.
“Sor Lucía nos deja un ejemplo de gran fidelidad al Señor y de alegre adhesión a su
divina voluntad”, indica el Santo Padre, quien recuerda “con emoción” los encuentros
que tuvo con ella y “los vínculos de espiritual amistad que con el transcurrir del
tiempo se intensificaron. Siempre me he sentido sostenido por el cotidiano don de
su oración –escribe Juan Pablo II-, especialmente en los duros momentos de la prueba
y del sufrimiento”.
“Que el Señor la recompense ampliamente por el grande y silencioso servicio que ha
dado a la Iglesia”, escribe el Papa, quien afirma que quiere “pensar que quien ha
acogido a Sor Lucía en el piadoso tránsito de la tierra al Cielo haya sido precisamente
Aquella que ella vio en Fátima hace tantos años. Que ahora la Virgen Santa acompañe
el alma de esta devota hija suya al beatífico encuentro con el Esposo divino”, concluye
el Pontífice.
En entrevista con Radio Vaticano, el Cardenal Tarcisio Bertone, Enviado Especial del
Santo Padre a los funerales de Sor Lucía, recordó que “era una persona luminosa, llena
de alegría por los acontecimientos de los que había sido destinataria y, al mismo
tiempo, llena de amistad: amistad por Jesús y amistad por María, Madre de Jesús y
Madre nuestra. Y por tanto, una mujer excepcional, pero simple, una mujer de oración,
de gracia y de amistad con la humanidad, porque precisamente era depositaria de una
gran esperanza para la humanidad”.
El Cardenal Bertone, quien se reunió con Sor Lucía en varias ocasiones, también subrayó
cómo la vidente de la Virgen de Fátima convivió por tantos años con la revelación
de la que era testigo y despositaria. Y al respecto, dijo que “la vivió con una gran
devoción a María y con un sentido de la misión de la que había sido hecha partícipe,
es decir la misión de anunciar al mundo este llamado a la oración, a la penitencia
y a la conversión, y se sintió investida de esta misión de anunciar y propagar los
llamados de la Virgen en Fátima”.
“Se han cerrado dulcemente aquellos ojos que han visto los Ojos de la Virgen”, destaca
el periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, señalando - en primera página
– la noticia del fallecimiento de la que fuera testigo del Misterio de Fátima. De
aquella que “supo testimoniar, sencillamente, el amor de Dios y de la Madre celestial”.
El artículo presenta una foto de Juan Pablo II con Sor María Lucía del Corazón Inmaculado.
En este contexto, hemos hablado con el Padre Jesús Castellano, Carmelita Descalzo,
que - como él mismo nos dice – tuvo el honor de prologar el libro de Sor Lucía “Las
llamadas del Mensaje de Fátima”.