Mensaje del Papa para la Cuaresma 2005: amar y defender la vida del hombre en cada
fase
Jueves, 27 ene (RV).- “La vida del hombre es un don precioso que hay que amar y defender
en cada fase”. Y “el mandamiento ‘No matarás’, exige siempre el respeto y la promoción
de la vida. Para la Cuaresma 2005, Juan Pablo II invita a reflexionar sobre las condiciones
de las personas ancianas, proponiendo como lema “En Él está tu vida, así como la prolongación
de tus días” (Dt 30,20).
En el Mensaje, presentado hoy, el Santo Padre hace hincapié en estos versículos del
libro del Deuteronomio, que recogen las palabras que Moisés dirige al pueblo, invitándolo
a estrechar la alianza con el Señor en el país de Moab, “Escoge la vida, para que
vivas, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, viviendo
unido a Él” (Dt 30, 19-20).
Tras señalar que según la visión bíblica llegar a la edad madura es “signo de la bendición
y de la benevolencia del Altísimo” y que de este modo “la longevidad se presenta como
un especial don divino”, Juan Pablo II destaca la importancia de alcanzar una mayor
comprensión de la función que las personas ancianas están llamadas a ejercer en la
sociedad y en la Iglesia, disponiendo así nuestro espíritu a la afectuosa acogida
que a éstos se debe.
Mientras asistimos a una prolongación de la vida humana y a un consiguiente incremento
de las personas ancianas, el Papa reitera la necesidad de ayudar a la llamada “tercera
edad” a vivir plenamente sus grandes potencialidades, poniéndolas al servicio de toda
la comunidad. Aún más, Juan Pablo II recomienda que “el cuidado de las personas ancianas,
sobre todo cuando atraviesan momentos difíciles, debe centrar el interés de todos
los fieles, en particular en las comunidades eclesiales de las sociedades occidentales”,
donde esta realidad se manifiesta de forma especial.
“La vida del hombre es un don precioso que hay que amar y defender en cada fase”.
Y “el mandamiento ‘No matarás’, exige siempre el respeto y la promoción de la vida,
desde su principio hasta su ocaso natural”, advierte una vez más el Pontífice, recordando
que este mandamiento “no pierde su vigencia ante la presencia de las enfermedades,
y cuando el debilitamiento de las fuerzas reduce la autonomía del ser humano”.
Precisamente, en la presentación de este Mensaje del Papa, el Presidente del Consejo
Pontificio Cor Unum, Mons. Paul Josef Cordes, ha destacado que, en especial en algunos
países, el número de ancianos se ha multiplicado, al tiempo que han disminuido los
jóvenes. Y, poniendo en guardia, contra el peligro de promover la eutanasia, y la
“cultura de la muerte”, con intereses políticos y económicos, que se presentan hipócritamente
como “un derecho a morir dignamente”, Mons. Cordes dio la palabra a Mons. Leonard,
obispo de Namur, Bélgica, donde el tema de la eutanasia, al igual que en Holanda,
sigue siendo candente.
“Si el envejecimiento, con sus inevitables condicionamientos, es acogido serenamente
a la luz de la fe” – aconseja el Papa – “puede convertirse en una ocasión maravillosa
para comprender y vivir el misterio de la Cruz, que da un sentido completo a la existencia
humana”.
En esta perspectiva, Juan Pablo II recuerda que el anciano necesita ser comprendido
y ayudado. Y expresa su aprecio a cuantos se entregan a esta tarea, pues su ayuda
permitirá que muchos ancianos no se sientan un “peso” para la comunidad y para sus
familiares, cayendo en el ensimismamiento y en el desánimo.
Invitando a una mayor conciencia de la opinión pública y a un incremento de las ayudas
económicas y legislativas en favor de los ancianos, el Papa señala asimismo que “en
las últimas décadas la medicina ha desarrollado terapias paliativas que, con una visión
integral del ser humano, resultan particularmente beneficiosas para los enfermos”.
Juan Pablo II invita a no desaprovechar la función que el anciano puede ofrecer a
la sociedad, pues con su sabiduría y experiencia “los ancianos pueden iluminar el
camino del hombre en la senda del progreso hacia una civilización cada vez más plena”.
En ese contexto, el Papa, destacando también el importante papel de la familia, pone
de relieve la importancia del enriquecimiento recíproco entre distintas generaciones,
preguntándose luego “qué sucedería si el Pueblo de Dios cediera a cierta mentalidad
actual que considera casi inútiles” a los ancianos, “cuando merman sus capacidades
por los achaques de la edad o de la enfermedad”.
E invitando nuevamente a meditar, ayudados por la Palabra de Dios, sobre cuán importante
es que cada comunidad acompañe con comprensión y con cariño a aquellos hermanos y
hermanas que envejecen, el Santo Padre escribe que “todos debemos acostumbrarnos
a pensar con confianza en el misterio de la muerte, para que el encuentro definitivo
con Dios acontezca en un clima de paz interior”. Y finaliza su Mensaje rogando a María,
nuestra guía en el itinerario cuaresmal, que conduzca a todos los creyentes, especialmente
a las personas ancianas, a un conocimiento cada vez más profundo de Cristo muerto
y resucitado, razón última de nuestra existencia, con el anhelo de Ella, la fiel sierva
de su divino Hijo, junto a Santa Ana y a San Joaquín, intercedan por cada uno de nosotros
“ahora y en la hora de nuestra muerte."