Tragedias como la del sudeste asiático, terrorismo en Irak y cruel atentado de Madrid,
masacre de Beslán, y violencia en Darfur y Grandes Lagos, temas del discurso del Papa
al Cuerpo Diplomático
Lunes, 10 ene (RV).- Ante la tragedia del sudeste asiático y otras calamidades naturales,
la barbarie del terrorismo en Irak, el cruel atentado de Madrid, la masacre de Beslán,
las violencias en Darfur y en los Grandes Lagos, Cristo es Mensaje de vida, pan, libertad
paz y esperanza para la humanidad. Eran los temas principales temas del discurso de
comienzos de año del Papa al Cuerpo diplomático ante la Santa Sede.
Juan Pablo II ha destacado el profundo dolor que ha enlutado el 2004, ensombreciendo
los sentimientos de alegría, propia de este tiempo, en su acostumbrado encuentro con
el Cuerpo diplomático ante la Santa Sede, para el tradicional intercambio de felicitaciones
al comenzar un año más.
Tras citar la enorme catástrofe natural que el pasado 26 de diciembre asoló diversos
países del sudeste asiático, alcanzando incluso algunas costas de África oriental,
el Santo Padre se ha referido asimismo a los huracanes en el Océano Índico y el mar
de las Antillas y la plaga de langostas en el África del Norte. Sin olvidar la barbarie
del terrorismo que ha ensangrentado Irak y otras naciones, como el cruel atentado
de Madrid, la masacre de Beslán, las violencias inhumanas en Darfur y las atrocidades
perpetradas en la región africana de los Grandes Lagos.
Ante tanto dolor que angustia nuestro corazón, Juan Pablo II ha hecho hincapié en
el mensaje – humano y divino – que nos llega de la cuna de Belén. Mensaje de vida
y de esperanza en Cristo, que nace como hermano de todo hombre y se pone a nuestro
lado. Es Dios mismo quien nos invita a no desanimarnos nunca, sino a superar las dificultades,
por muy grandes que sean, reforzando y haciendo prevalecer los vínculos comunes de
la humanidad por encima de cualquier otra consideración.
Como es tradicional, en esta audiencia a los miembros del Cuerpo Diplomático ante
la Santa Sede - que “hacen visible, en cierto modo, la gran familia de las Naciones”
- representando a casi todos los pueblos de la tierra, el Papa ha pasado revista a
los graves problemas que atormentan a la humanidad y a las grandes esperanzas que
la animan. Juan Pablo II ha reiterado la universalidad de la Iglesia católica y la
confianza de la Santa Sede en la misión de la diplomacia en favor del bien común de
todos los pueblos.
Recordamos que son 174 los estados que mantienen relaciones diplomáticas plenas con
la Santa Sede. A éstos se añaden las Comunidades Europeas y la Soberana Orden Militar
de Malta, así como dos Misiones con carácter especial. La Misión de la Federación
Rusa, encabezada por un embajador, y la Oficina de la Organización para la liberación
de Palestina, OLP, a cargo de un Director.
“No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien”. También este
lunes, el Pontífice ha renovado esta exhortación de su Mensaje para la Jornada Mundial
de la Paz 2005, indicando algunos de los desafíos más importantes que afronta la humanidad
en la actualidad. Empezando por la vida, el primer don que Dios nos brinda y la primera
riqueza de la que puede gozar el hombre.
Lamentando que en estos últimos años el desafío de la vida se está volviendo cada
vez más amplio y crucial, particularmente en el inicio de la misma vida humana, cuando
el hombre es más débil y necesita mayor protección, el Papa ha recordado las contraposiciones
que se producen sobre temas como el aborto, la procreación asistida, la experimentación
en células madres embrionarias humanas y la clonación. Una vez más, Juan Pablo II
ha puesto de relieve la importancia de la tutela de la dignidad humana y los imperativos
morales que deben guiar la investigación científica, recordando las prometedoras perspectivas
que ofrecen las células madre adultas en el campo genético.
Poniendo en guardia luego sobre las amenazas contra la familia, santuario de la vida,
el Pontífice ha señalado que la institución familiar “se ve a menudo amenazada por
factores sociales y culturales que, ejerciendo presión sobre ella, hacen más difícil
su estabilidad”. Aún más, Juan Pablo II ha advertido que “en algunos Países la familia
está amenazada también por una legislación que atenta – a veces incluso directamente
– contra su estructura natural, la cual es y sólo puede ser la de la unión entre un
hombre y una mujer, fundada en el matrimonio”.
Recordando que “la familia es la fuente fecunda de la vida, el presupuesto primordial
e irreemplazable de la felicidad individual de los esposos, de la formación de los
hijos y del bienestar social, así como de la misma prosperidad material de la nación”,
el Santo Padre ha reiterado que “no puede admitirse que la familia se vea amenazada
por leyes dictadas por una visión restrictiva y antinatural” y ha expresado el anhelo
de que “prevalezca una concepción justa, alta y pura del amor humano, que encuentra
en la familia su expresión verdaderamente fundamental y ejemplar”.
El segundo desafío citado por Juan Pablo II ha sido el del pan. Centenares de millones
de seres humanos sufren gravemente desnutrición y, cada año, millones de niños mueren
de hambre o por sus consecuencias. A pesar de que la tierra, hecha maravillosamente
fecunda por su Creador, tiene recursos abundantes y variados para alimentar a todos
sus habitantes, presentes y futuros, ha lamentado el Papa, señalando la urgente necesidad
de acciones concretas. Como las presentadas en la Reunión de Nueva York sobre el hambre
y la pobreza, en la que quiso estar presente por medio de su Secretario de Estado.
El Pontífice ha exhortado nuevamente a impulsar “una vasta movilización moral de la
opinión pública y, más aún, de los hombres responsables de la política, sobre todo
en aquellos Países que han alcanzado un nivel de vida satisfactorio y próspero”. Y
ha recordado “el principio del destino universal de los bienes de la tierra”, subrayado
en su Mensaje para la Jornada mundial de la Paz de este año, y desarrollado también
en el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia. “Es un principio que no justifica
ciertas formas colectivistas de política económica, sino que debe motivar un compromiso
radical para la justicia y un esfuerzo de solidaridad más atento y determinado”, –
ha señalado asimismo el Santo Padre, recordando luego que “éste es el bien que podrá
vencer el mal del hambre y de la pobreza injusta”.
En lo que respecta al desafío de la paz, lamentando las guerras y conflictos entre
etnias, pueblos y grupos en numerosas partes del mundo que causan innumerables víctimas
inocentes y son origen de otros muchos males, Juan Pablo II ha mencionado las situaciones
de Oriente Medio, África, Asia y América Latina, en las cuales “el recurso a las armas
y a la violencia, produce no sólo daños materiales incalculables, sino que fomenta
el odio y acrecienta las causas de discordia, haciendo cada vez más difícil la búsqueda
y el logro de soluciones capaces de conciliar los intereses legítimos de todas las
partes implicadas”.
A estos trágicos males – ha lamentado también el Papa – “se añade el fenómeno cruel
e inhumano del terrorismo, flagelo que ha alcanzado una dimensión planetaria desconocida
por las generaciones anteriores”. El Pontífice ha hecho hincapié en la urgencia de
que la sociedad internacional impulse los medios necesarios para garantizar e instaurar
la paz. Y ha señalado que, al igual que sus predecesores, nunca dejará de indicar
las sendas de la paz, para invitar a recorrerlas con valentía y paciencia. Recomendando
oponer la razón a la fuerza y el diálogo a las armas.
Expresando satisfacción por las numerosas personas que trabajan en favor de la paz
y por los signos alentadores que se van produciendo en África, gracias también a una
cooperación más intensa entre las grandes organizaciones internacionales y las instancias
continentales, como la Unión Africana, el Papa ha citado la reunión del Consejo de
Seguridad de la ONU, en Nairobi, sobre Darfur y Somalia, así como la Conferencia internacional
sobre la región de los Grandes Lagos.
Así como en “Oriente Medio, tierra tan querida y sagrada para los creyentes en el
Dios de Abraham, donde parece atenuarse el cruel enfrentamiento de las armas y abrirse
una salida política hacia el diálogo y la negociación”, ha destacado el Papa recordando
más adelante a Europa, “como ejemplo, ciertamente privilegiado, de una paz posible”
y la importancia de la Unión Europea y de su ampliación.
Tras recordar que Cristo vino a ofrecer el don de la paz al mundo, Juan Pablo II ha
reflexionado también sobre el desafío de la libertad, recordando la Declaración Universal
de los Derechos del Hombre y poniendo de relieve el derecho a la libertad religiosa
que “sigue siendo en numerosos Estados un derecho no reconocido de manera suficiente
o de modo adecuado”, por lo que el Papa ha renovado su llamamiento en este sentido.
Y ha reiterado la importancia de la separación entre las competencias propias del
Estado y de la Iglesia, renovando la voluntad de la Iglesia católica de colaborar
en el bien común de la sociedad y de impulsar las obras de caridad, las ciencias y
las artes.
El Santo Padre ha finalizado su denso discurso al Cuerpo Diplomático ante la Santa
Sede deseando que la luz de la Palabra, del “Príncipe de la Paz” (Isaías 9,5), su
espíritu de justicia y de fraternidad, y el don tan necesario y tan deseado de la
paz, que él ofrece a todos, puedan resplandecer en la vida todos los pueblos, de todos
los países y de toda la humanidad.