2004-11-27 14:53:41

El Papa entrega a Bartolomé I las reliquias de los santos Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo y llama a todos los cristianos a la unidad


Sábado, 27 nov (RV)- Juan Pablo II ha reiterado ante el amado hermano Patriarca de Constantinopla, que nunca desmayará en impulsar «firme y reciamente la anhelada comunión entre los discípulos de Cristo». En lo que Bartolomé I ha calificado de «momento sagrado, histórico y fraterno», han sido entregadas esta mañana a la archidiócesis constantinopolitana, por voluntad del Papa, las reliquias de los santos Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo, obispos y doctores de la Iglesia.

En la Basílica de San Pedro, durante la solemne celebración ecuménica, presidida por el Santo Padre junto con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, el Obispo de Roma ha afirmado textualmente: «En respuesta a la voluntad del Señor, mi deseo es ser siervo de la comunión ‘en la verdad y en el amor para que la barca —hermoso símbolo que el Consejo Ecuménico de las Iglesias eligió como emblema— no sea sacudida por las tempestades y pueda llegar un día a puerto’» (Ut unum sint 97).

La misma celebración, «signo del anhelo de la Iglesia de Occidente y de Oriente de caminar juntas hacia el don de la unidad visible, para que el mundo crea en Cristo único Salvador, se ha desarrollado con la estructura de una Liturgia de Palabra. Después de los ritos de introducción y la veneración de las reliquias, de la lectura bíblica y patrística con algunos escritos de los dos doctores de la Iglesia y cantos de la Liturgia Bizantina, ha tenido lugar un momento de oración, constituido por la Oración universal y la Oración del Señor. El rito de la entrega de las reliquias se ha celebrado con la lectura de una Carta de Juan Pablo II al Patriarca y con las palabras de agradecimiento de éste.

El Santo Padre en su carta - que ha sido leída por Mons. Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado - ha evocado la gran alegría del encuentro con el Patriarca Bartolomé, en el atrio de la misma Basílica Vaticana, el pasado 29 de junio, en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Y, poniendo de relieve, el nuevo don que ha representado el evento de esta mañana, «otro encuentro fraterno en el amor, en la oración y en la voluntad de caminar juntos hacia aquella unidad plena y visible que Cristo quiere para sus discípulos», Juan Pablo II ha hecho hincapié en la dicha de la común veneración de las reliquias de los santos Gregorio el Teólogo y Juan Crisóstomo, Padres de la Iglesia de Oriente y Patriarcas de Constantinopla que, con san Basilio el Grande, han sido honrados siempre por la Iglesia católica.

Tras señalar, con profunda gratitud, que la traslación de estas santas reliquias es «una ocasión bendita para purificar nuestras memorias heridas, para reforzar nuestro camino de reconciliación y para confirmar que la fe de estos nuestros santos doctores es la fe de las Iglesias de Oriente y de Occidente», el Papa ha destacado que «éste es el momento favorable para unir a su intercesión nuestra oración, para que el Señor acelere la hora en la que podremos juntos, en la celebración de la Santa Eucaristía, vivir la comunión plena y contribuir así de forma más eficaz en hacer que el mundo crea que Jesucristo es el Señor».

Por su parte, el Patriarca de Constantinopla, destacando que la decisión de Juan Pablo II es «digna de todo honor y agradecimiento», ha hecho hincapié en que la traslación y regreso de las reliquias de los dos santos es motivo de alegría también para toda la Iglesia ortodoxa y para los hermanos católicos que en viven en esta sede constantinopolitana.

El Patriarca Bartolomé I ha afirmado que este acto sagrado celebrado hoy «repara una anomalía e injusticia eclesiástica». Y que «este gesto fraterno de la Iglesia de la antigua Roma confirma que en la Iglesia de Cristo no existen problemas insuperables, cuando el amor, la justicia y la paz se encuentran en la sagrada diaconía de la reconciliación y unidad».

Asimismo, el Patriarca de Constantinopla ha recordado que ambos santos lucharon con ahínco en favor de la unidad de la Iglesia, evocando las palabras de San Juan Crisóstomo, que afirmaba que «lacerar la Iglesia es un daño peor que la herejía» y que «el cisma en la Iglesia no puede ser lavado ni siquiera con la sangre del martirio». Sin olvidar las palabras de paz de San Gregorio el Teólogo, en su despedida de Constantinopla, anhelando la unidad de la Iglesia.

Expresando su profundo aprecio por la misión del Obispo de Roma de impulsar el camino ecuménico y sus peregrinaciones sin escatimar esfuerzos por todo el mundo, Bartolomé I ha reiterado que «todo acto que sana antiguas heridas y previene laceraciones nuevas contribuye a la creación de los supuestos necesarios para proseguir el diálogo de la verdad en el amor entre nuestras Iglesias». El mismo Patriarca ha subrayado además que con este acto, Juan Pablo II «da un ejemplo luminoso que debe ser imitado, un mensaje fraterno y una advertencia a todos aquellos que arbitrariamente poseen y se apoderan de tesoros de fe, de piedad y de civilización que pertenecen a otros, con el fin de que sean devueltos a los que justamente los buscan y los solicitan».







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