2004-11-16 13:01:43

Santa Misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos en el curso de este año


Juan Pablo II presidió el jueves, en la basílica de San Pedro, la tradicional Santa Misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos en el curso de este año. Entre ellos el cardenal español Marcelo González Martín, arzobispo emérito de Toledo, y el chileno, Juan Francisco Fresno Larraín, arzobispo emérito de Santiago de Chile.

La tradicional Santa Misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos en el curso de este año, fue celebrada por el cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio. En su homilía, el Papa evocó las palabras de Jesús a la muchedumbre, después del milagro de la multiplicación del pan. «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre» (Jn6, 51). Palabras – enfatizó el Pontífice – que «anticipan, en cierto modo, el gran don de la Eucaristía, sacramento que iba a instituir en el Cenáculo, durante la Última Cena».

Tras reiterar que en la Pascua se cumple el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, el Santo Padre recordó que este mismo misterio se vuelve «constantemente actual en la Eucaristía, banquete místico, en el cual el Mesías se entrega a sí mismo como alimento a los convidados, para unirlos a sí en un vínculo de amor y de vida más fuerte que la muerte».

«Cada vez que celebramos la Eucaristía, participamos en la Cena del Señor que anticipa el banquete de la gloria celestial», subrayó asimismo Juan Pablo II, refiriéndose también a la primera Lectura, tomada de Isaías. En ella, el profeta invita a mirar hacia este glorioso banquete, que tendrá lugar en el monte santo de Jerusalén, alejando para siempre la muerte y el luto (cfr Is 25, 6 - 8). Evocación que se encuentra también el Salmo 22, con la consoladora visión del orante hospedado por el mismo Dios, que le prepara la mesa y derrama perfume sobre su cabeza (cfr Sal 22,5).

«Cuánta luz difunde la Palabra de Dios sobre la liturgia de hoy, mientras, unidos en torno al altar, ofrecemos el Sacrificio eucarístico en sufragio de los venerados cardenales y obispos, que de este mundo han pasado al Padre, en el curso de este año», afirmó Juan Pablo II, citando luego el nombre de los purpurados difuntos, entre ellos al español Marcelo González Martín, arzobispo emérito de Toledo, que murió el pasado 25 de agosto. Y al cardenal chileno, Juan Francisco Fresno Larraín, arzobispo emérito de Santiago de Chile, que falleció el pasado 14 de octubre.

El Papa invitó a rezar por ellos y por los cardenales Tzadua, etiópico, que fuera arzobispo emérito de Addis Abeba; Rossi, italiano, presidente emérito de la Comisión cardenalicia para los santuarios pontificios de Pompeya, Loreto y Bari; König, austríaco, arzobispo emérito de Viena; Thiandoum, senegalés, arzobispo emérito de Dakar; Hickey, estadounidense, arzobispo emérito de Washington, y Joos, belga, a quien Juan Pablo II había creado cardenal hace un año.

Pensando en el servicio que han brindado generosamente a la Iglesia, el Pontífice recordó las palabras del Apóstol Pablo, «La esperanza no falla» (Rm 5,5). La homilía del Santo Padre finalizó exhortando a dar gracias al Señor por todos los beneficios otorgados a la misma Iglesia mediante el ministerio sacerdotal de los pastores difuntos.








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